En casa de Kaleb

Recuerdo del primer mensaje :

No anduvimos mucho más cuando Kaleb me soltó la mano que acababa de cogerme y de la que yo no me había zafado y abrió una puerta disimulada en el interior de aquel túnel por tener el mismo tono y textura prácticamente que sus paredes.
me invitó a pasar a mi primero y le hice caso.
No me recibió una ráfaga de luz precisamente pero, comparado con aquellos pasadizos, la linterna ya no sería necesaria.
me adentré unos tres o cuatros pasos más mientras Kaleb cerraba y aseguraba aquella puerta y miré a mi alrededor.
No era una casa de grandes lujos, bueno, no era una casa con lujos directamente. Era muy básica y simple.
Un salón considerable pero prácticamente vacío y un pasillo que supuse que llevaría al resto de habitaciones.
No me atreví a adentrarme mucho más pues, aunque fuésemos lo que éramos, seguía siendo una casa ajena y quizás mi atrevimiento molestase a Kaleb.
Me giré hacia él y lo miré expectante.
- Espero no ocasionarte demasiados problemas - comenté casi con un tono de disculpa que acompañaba muy bien al gesto que se acababa de dibujar en mi rostro.
Luego recordé que, si me quedaba allí a pasar la noche, debería avisar a mis padres... Solo que, ¿qué diablos podía inventarme para no hacer saltar la alarma de todo aquello?.

Estaba claro que las medias tintas no valían con Ivy y pudiera que fuera lo mejor dada la situación, y puede que inconscientemente hubiera alargado las cosas más de lo estrictamente necesario solo para ver si Ivy tomaba un poco el control y me quitaba lo que me quedaba de ropa, que de verdad empezaba a ser más que molesto. Aunque siempre me había gustado tomarme mi tiempo con estas, pero si a Ivy no le gustaba, entonces yo no iba a ser el que le negara a la señorita lo que quería.

- Deja a Jack donde se ha quedado - le dije mientras dejaba que me tumbara en el sofá y la observaba con la cabeza ladeada para ver lo que hacía y sobretodo, disfrutaba de la sensación que producían mis músculos al contraerse al paso de su mano por mi cuerpo. Demasiado tiempo sin sentir algo así, sentía que debía disfrutarlo pero por otro lado, lo necesitaba con tanta urgencia que dejé que me llevara la lujuria.

Dejé soltar un jadeo a la vez que me dejaba caer sobre el sofá cuando noté como por fin... POR FIN... me desabrochaba los pantalones, que bien sentaba. La dejá terminar de desnudarme y cuando por fin los dos estuvimos en igualdad de condiciones, me incorporé de golpe y la cogí del trasero, obligándola a sentarse encima de mí, justo encima de la parte de mi cuerpo que más la necesitaba en esos momentos.

No pude reprimir el jadeo que se vio mezclado entre risas nerviosas cuando noté como me cogía del trasero con fuerza y me sentaba sobre él. Lo miré divertida.
- ¿Eso es todo lo que sabes hacer? - le pregunté con toda la mala intención del mundo para hacerle rabiar.
Que nos conociésemos desde pequeños no implicaba que, necesariamente, supiese como era lo que le gustaba ahora. Es más, en esos temas, no tenía ni idea del tipo de hombre que era más que por lo que iba descubriendo a cada segundo que pasábamos juntos en aquel sofá.

Sin darle opción a responder o tan siquiera respirar, me lancé a por su boca con una saciedad sobrehumana. Como si su boca fuese la sangre que un vampiro necesita pasar sobrevivir cada noche. Enredé mi lengua junto a la suya, saboreando cad arincón de ella y deleitándome, con mis manos sobre aquella espalda que me volvía loca. A su vez, mis caderas y lo que había bajo ellas habían notado el contacto con aquella parte que más escondida había estado durante todo el tiempo y lo agradecían, ¿cómo?, dándole la bienvenida con movimientos lentos pero sutiles, sinuosos y provocadores, con el único objetivo de notar como él terminaría por perder loa papeles, el control y la poca cordura que le pudiese quedar.

Estaba pletórica, eufórica. Había echado de menos que ambos hubiésemos perdido algo de tiempo en la entrepierna del otro prero la situación así lo había requerido y yo no iba a negar que estaba más que necesitada precisamente de lo que Kaleb acababa de proporcionarme.

Un pequeño sonido salió de mi garganta al notarlo por primera vez dentro de mi, al estar encima me era más fácil moverme pero también más complicado mantener la compostura. Mis caderas comenzaron, bueno, más bien continuaron, moviéndose solas, yo no era ya conscientes de ellas pero sí me percaté de como, poco a poco, tanto su cadera como l amía lograban ponerse de acuerdo y sincronizarse haciendo que aquello smovimientos fuesen cada vez más profundos, apasionados y excitantes.
Arrastré mi boca hasta su cuello donde mordí a conciencia, luego, subí hasta su oído y allí se me escapó un gemido.
- Como adoro... - no pude pronunciar la frase toda seguida, mi respiración entrecortada me lo impedía - ... el paso del tiempo.

Me incorporé lentamente colocando mis dos manos sobre su pecho y haciendo más fácil el movimiento de caderas que ahora quedaban prácticamente una dentro de la otra.
Sentía como escalofríos constantes recorrían mi espalda, como un calor abrasador se apoderaba de mi cuerpo y como, el de Kaleb, estaba dispuesto a continuar hasta culminar lo que habíamos empezado.

En ese momento tuve un momento de cordura que esperaba que se fuera pronto y que me hizo recordar que no estábamos usando ningún tipo de protección.

Mal momento para pensar de forma racional, Kaleb - me dije a mí mismo, de verdad era el peor momento de la historia para pensar de forma racional así que aparté de mi mente ese pensamiento también, ya habría tiempo de hablarlo o algo... probablemente no de evitarlo pero... ¡No es el momento, Kaleb!

Seguí moviéndome al tiempo que lo hacía ella, con las manos cogiendo con fuerza sus caderas pero no lo suficiente como para detener sus movimientos en ninguna medida. Sentía sus manos sobre mi pecho pero no era capaz de separar los ojos de los suyos, no por amor o algo por el estilo, era más curiosidad por saber que era lo que le estaba haciendo sentir a ella que cualquier otra cosa lo que mantenía mis ojos en su cara. Hasta que empecé a sentir como perdía el control y me acercaba a pasos agigantados al borde de la locura que sólo el sexo era capaz de proporcionar. Cerré los ojos y dejé caer la cabeza sobre el sofá otra vez, respirando cada vez más fuerte a medida que me iba acercando y la sentía a ella también cada vez más cerca, pero eso de correrme antes de lo necesario con las mujeres nunca había sido mi estilo, pese a todo soy un romántico, así que metí la mano entre nosotros para estimularla más y hacer que llegáramos al mismo tiempo.

Y llegamos.

Eso sí era un final para recordar y no el de los libros. No solía ser ruidosa y con él no rompí mis propios principios pero sí es cierto que tampoco me pude mantener callada.
Aquel éxtasis, cuando note sus manos en el momento en el que yo ya había pensado que todo era cuestión de tiempo... Me enloqueció por completo. Además, de las veces que me había acostado con otra persona bien hombre o bien mujer, nunca había llegado al momento culminante a la par. Y he de reconocer que fue realmente alucinante.

Me noté estremecer a la vez que por mis manos también lo noté a él, la sonrisa no se me borraba de la cara aún manteniendo la cabeza alzada hacia al techo culpa de aquel orgasmo que me acababa de provocar.
Notaba como mis latidos iban a mil por hora pero toda la adrenalina acababa de ser liberada y, con ella, el resto de la tensión, la preocupación y los mismos pensamientos.

Suspiré profundo y bajé la mirada lentamente, lo miré y no pude reprimir el gesto de morderme los labios. Si por mi fuese, no nos daría ni cinco minutos para el siguiente pero sabía como eran los hombres y, por tanto, que tenían que "recargarse" para el siguiente asalto.
Me removí con cuidado hasta dejar de notarle dentro de mi y me tumbé encima de él pues en el sofa los dos apenas cabíamos.
Le di un beso profundo pero sin la pasión inicial y me aparté de nuevo.
- ¿Me das permiso para ir a visitarte de aquí en adelante? - pregunté socarrona agachandome hacia su cuello y besandolo con suavidad.

Incliné la cabeza hacia la suya cuando noté que me besaba en el cuello y ahogué una risa, esa era la diferencia entre hacerlo con un tío y con una tía, las mujeres podían llegar a ser insaciables, se notaba que no necesitaban descansar tanto como nosotros.

- No seré yo quien te diga que no vengas a visitarme... aunque las visitas no acaben así - reí - Y si acaban así mejor que mejor - añadí sujetándola por la cintura básicamente para que no se cayera de mí y el sofá - Si prefieres nos vamos a la cama, aunque sea agradable tenerte encima - le dije sonriendo de medio lado.

Había estado muy bien... bien como no lo había estado en años, no había sido el mejor orgasmo que había tenido en mi vida pero me había servido para olvidar a quien recordaba cada noche y la verdad, le había llegado muy de cerca. Desde luego no sería yo la que le negara el derecho a visitarme si el resultado seguía siendo este. La verdad, es que esperaba que Ivy siguiera pasándose por aquella cueva a la que yo llamaba casa, para que entrara un poco de sol de vez en cuando.

Sonreí en su oído y noté en sus palabras el cansancio físico así que supuse que no habría más por aquella noche. Me quejé interiormente pero lo respeté.
Lo miré con una sonrisa ladeada y me impulsé apoyandome con los brazos a cada lado suyo del sofá para levantarme y coger mi parte inferior de ropa íntima, la cual me puse sin demasiada prisa a la vez que ya localizaba una de mis camisetas.
- No hace falta, tampoco quiero parecer aquí la típica tía que hay que tener como a una princesita y tal... - le dije con la confianza que solo unos amigos podían tener. Esa especie de confianza con la que podías decir hasta lo más feo que el otro sabría que no iba con malas intenciones.
Llegué hasta la cocina en un abrir y cerrar de ojos y cogí una de la stres camisetas que llevaba, también cogí la de Kaleb y se la acerqué al sofá una vez me había puesto yo la mía.
- Toma - le dije tendiéndosela con una mano. Volví a mirar hacia la cocina y entonces me aventuré a preguntar - Oye... no es por entrometerme donde no debo pero, antes no tenía yo demasiado uso de razón pero ahora sí y... bueno, recuerdo aquella botella que llevabas colgada al cuello... ¿Una salida? ¿A qué te refieres con eso? - porque la verdad es que no lo había entendido.

- Siempre fuiste la única niña del grupo, supongo que te asocié con las princesas - le dije de broma mientras la veía y, sobretodo, la sentía levantarse. No se podía echar más en falta el calor que cuando te lo proporciona otro humano.

Me mojé los labios con la lengua cuando vi como se ponía la ropa interior tan lentamente que me encantaría no estar tan cansado para poder quitársela otra vez y volver a empezar pero la verdad... estaba muy cansado para eso.

Se acercó a mí otra vez con la camiseta y soltando un bufido me levanté del sofá y busqué mi propia ropa interior, me la puse y me puse la camiseta que me tendía y que, muy amablemente, me había traído de la cocina. Entonces oí lo que me preguntó y aunque me reí al principio cuando me dijo que no había tenido uso de razón antes, por razones obvias, la mía también había intentado hacer acto de presencia pero no había tenido sitio en mi cabeza para que se quedara, se me borró la sonrisa de la cara en cuanto me preguntó por la botella de veneno que llevaba encima siempre por si no había más remedio.

Me quede en silencio un tiempo, no sé cuanto, pensando en lo que supondría contarle semejante secreto a mi mejor amiga. Había vuelto a mi vida, y aunque llevaba en ella un par de horas nada más parecía dispuesta a quedarse. Supongo que tenía derecho a saber cuál era mi plan b, por si alguna vez desaparecía del mapa sin avisar.

- Es... es... - respiré hondo para tranquilizarme, no era el fin del mundo, no tenía porque ser el fin del mundo de nadie - Es veneno

No pude evitarlo, al principio me chocó su respuesta e incluso mi expresión cambio de la más neutralidad absoluta a otra de sorpresa pero, cuando volví a repetirme a mi misma su respuesta, me eché a reir. No a carcajada limpia pero sí dejándole ver que había caído momentáneamente en su tomadura de pelo.
- Si, claro, y ahora me dices que la puerta del baño en realidad es el camino hacia tu sala de pociones - bromeé siguiéndole la corriente solo que él, no se rió y, por lo tanto, mi risa se detuvo al notar como su expresión continuaba siendo totalmente seria.
¿No estaba bromeando? Era... ¿veneno de verdad?.
Mi expresiónentonces pasó de la más tontas de las coñas a una de susto digna de retrato. Me senté en el sofá sin apartar ni un solo segundo la mirada de él y de su botellita.
- Es... en... ¿serio? - mi tono había cambiado acorde con mi cara, ahora era bajo y precavido, fuera de lo común. ¿Veneno? ¿A qué persona en su sano juicio se le ocurriría ir por ahí con una botella de veneno colgada al cuello? ¿Estábamos locos?.
El silencio imponente me dio la respuesta a la pregunta que había formulado en voz alta.
- ¿Piensas... asesinar a alguien? - que subrealista sonaba todo aquello.

La miré de forma seria mientras reaccionaba a lo que le había dicho.

Imaginaba lo que se le pasaba por la cabeza, si yo no fuera yo y alguien me dijera que lleva por el mundo un vial de veneno colgado del cuello también me reiría, pero me jugaba el cuello a diario, sabía los riegos de lo que hacía, que podían encontrarme alguna vez por cuidadoso que fuera y entonces lo más probable era que me mataran del todo o me mataran por dentro, en cualquiera de los dos casa no dejaría que hicieran conmigo lo que hicieron con Jonah. Yo iba a decidir como me iba, ya lo había decidido, de hecho.

Quería levantarme y coger la botella que llevaba a todas partes y que estaba ahora esperando que la recogiera en la cocina, pero por alguna razón el cuerpo me pedía quedarme en el sofá, era la primera vez que le contaba a alguien eso, por motivos obvios, Eve parecía estar teniendo dificultades para entender a que me refería con lo de la "salida" y su última pregunta me lo dejó muy claro.

Respiré hondo y miré al suelo, no era capaz de levantar la vista y mirarla directamente - No... no es para asesinar a nadie... - al final levanté la vista hasta la suya y la miré fijamente - Es mi única salida - sabía que podían pasar millones de cosas si me quedaba en ese sofá al lado de Eve, entre ellas que me pegara, pero si quería saber la verdad se la diría, eran tiempo difíciles y había que tomar decisiones difíciles a veces.

Ya estábamos otra vez con lo de la salida... ¿Pero salida a dónde? ¿Para quién? Como salida yo lo entendía para librarse de alguien y poder escapar pero si me decía que era para noa sesinar a nadie ya, me perdía completamente.
Se me debió notar aquella especie de frustración marcada por la incomprensión de sus palabras. Me noté fruncir en entrecejo como pidiendo más aclaraciones que no llegaban.
- No entiendo lo que... - pero en ese momento se me pasó por la cabeza un pensamiento que más le valía no haber hecho acto de presencia. Era demasiado escabroso, ingenioso pero escabroso, y no podía ser viable - ¿Tu única salida? - volví a repetir mirándole pero dirigiendo aquella spalabras más hacia mí que hacia él - Quieres decir que... me acabo de acostar con el destinatario de ese... ¿veneno? - igual me pegaba allí mismo y casi que hasta lo agradecería. Prefería que mis palabras resultasen absurdas a reales.

Me pasé la mano por la cabeza con frustración, tenía que decírselo y ser sincero con ella, pero ¿cómo le decías a tu mejor amiga, la única persona fuera de tu familia que sabía tu secreto mejor guardado, que sí... ese veneno era para ti, por si algún día se torcían las cosas?

- Sí - le contesté sin más, ya bastaba de vueltas, cuanto antes lo supiera antes lo podría aceptar. Me tumbé sobre el sofá y la miré atentamente - Lo siento... pero hacer lo que hago me pone en el punto de mira de mucha gente que no quiere perder el control de lo que hace, tengo mucho cuidado con que no haya puntos de unión entre Kaleb y Jack, pero algún día podría pasar, y quiero ser dueño de lo que me pase entonces - no es que estuviera planteándome el suicidio como lo había hecho hace años, pero era el plan B si todo iba cuesta abajo - Prefiero estar muerto a convertirme en un autómata como todos los corderitos que llenan las calles. Es el último recurso - me quedé callado y miré a Eve, esperando su reacción y preparándome para lo que pudiera pasar.

Lo miré incrédula. ¿Pero qué especie de tontería era esa?.
- ¿Y acaso te has planteado qué es lo necesario para emplear... eso? - dije señalando con algo de reparo hacia la cocina haciendo referencia claramente al veneno - Porque igual la usas en un momento equivocado y luego ya no das opción a poder arreglarlo, ¿sabes? - quitarse la vida no era como cambiarse de calzoncillos, no podías elegir después de aquel acto, no podías...
Negué con la cabeza, no estaba de acuerdo con su decisión pero era algo suyo y no mío. Aunque pareciese increíble yo nunca me había planteado algo de tal envergadura. Todos teníamos una vida difícil, decisiones mejore so peores con las que lidiar, pero era lo que en cierto modo habíamos permitido tener. En mi caso, no, yo no había permitido que mi spadres muriesen pero sí vivir con esa constante en mi cabeza.
Me quedé callada, mirando hacia ningún punto concreto, me adentré en el sofá y me dejé caer sobre su respaldo derrotada.
Siempre había visto el suicidio como la vía fácil, rápida y limpia. No me gustaba.

Tenía razón, tenía toda la razón del mundo, era una decisión sin vuelta atrás, y dejaría gente detrás a la que realmente no quiero dejar, pero ¿eso no lo había hecho ya?

- Lo sé, y te juro que mientras haya otra posibilidad la tendré muy en cuenta, lo creas o no no quiero morir y no es la primera vez que tengo que dejar de ser yo para salvarme el culo, sé que hay más posibilidades de escapar. No quiero dejar a nadie atrás, pero me da más miedo que me cojan, acaben haciéndome lo que le hacen a todos y que toda la gente a la que he ayudado a quedarse tenga que pagar por culpa de eso - ahí estaba, el centro de la cuestión, lo que más me preocupaba de todo aquella situación y de todo lo que podía surgir de ella - Es lo que te hace esa intervención, te sacan a ti y ponen otra cosa, y ese nuevo ser que eres está encantado con no sentir amor y cree que la intervención es lo más maravilloso que le hayan hecho nunca, y la versión retorcida de caridad que se te mete en la cabeza te hace pensar que todo el mundo debería operarse y entonces ¿por qué no ayudar a todos los descarriados? - eso era básicamente lo que había pasado con Jonah, cuando lo habían intervenido había pensado que lo mejor sería "salvarnos" a todos. Todos amigos... Todos muertos.

Y voilá, ahí estaba, todo el cúmulo de mierda que Kaleb llevaba dentro y se notaba a legua que no había exteriorizado en años.
Le puse una mano en uno de sus hombros mientras hablaba y yo escuchaba, lo entendía, teníamos muchas cosas en común, entre ellas, aquellos ideales pero no todo tenía por qué ser así.
Una vez pareció haber concluido con todo aquello mantuve el silencio, unos segundos, y después me aventuré a romperlo.
- Y, si todo eso que dices es cierto, ¿qué haces en Portland? ¿Por qué no te has ido con tu familia, lejos de aquí, fuera del estado incluso...? - si lo que de verdad le daba miedo era la intervención, ¿por qué no alejarse de ella en vez de vivir dentro de la boca del lobo constantemente? Yo continuaba en la ciudad por diversos motivos, entre ellos, imposibilidad de dejarla y ganas de quedarme para cumplir mi objetivo pero ¿él? ¿Qué lo ataba a este lugar? Tenía que haber algo más detrás de todo eso.

Ding, ding, ding!!!

En eso tenía razón también, cualquier persona en su sano juicio habría cogido a su familia y se habría largado, muy lejos de allí, pero yo no estaba en mi sano juicio de ninguna de las maneras. Y había una razón igual de "ridícula" para que me quedara allí, ridícula, masoquista y absolutamente inútil porque no había forma humana de deshacer lo que había pasado.

Le sonreí de medio lado y le cogí la mano que había puesto en mi hombro, me había sentado bien soltarlo todo por fin y tener a alguien que me escuchara hacerlo. Pensé la respuesta un momento, no le contaría lo de Jonah, no lo que había sentido por él al menos, todavía dolía demasiado y además, a saber lo que me decía si le contaba toda la verdad - Venganza, supongo. Cogieron a uno de los míos hace años y lo intervinieron, nos acabó vendiendo a todos... Los demás están muertos o intervenidos. Yo me salvé porque "Aaron" - hice el gesto de las comillas con los dedos - Se supone que ha muerto también. Por eso ahora soy Kaleb - eso lo explicaba todo, todo el odio suicida que tenía contra el gobierno, y aún así se salvaba la razón más importante de todas.

Lo creais o no, no me sorprendió lo más mínimo aquella explicación pero... tampoco la veía tan extrema como para jugarse su propia vida con una botella de veneno. Si me dijeses que fueron sus padres, su hermano, un amigo muy muy amigo, vale... pero ¿uno de los suyos? eso era como si en una guerra te convirtieses en kamikaze tan solo porque uno de los soldados había resultado herido de muerte. Quizás estuviese siendo demasiado fría pero no lo veía una razón de peso.
- ¿Y no crees que igual... no merece la pena todo esto? - tenía poco tacto, eso también lo sabía, pero es que seguía sin entrarme en la cabeza. Habría algo más, de eso estaba completamente segura aunque bueno, también estaría bien considerar la opción de que aunque fuesemos amigos y nos hubiesemos acostado, no significaba que confiase en mi tanto como para darme los posibles detalles más escabrosos de la historia.
Miré hacia lo slados, buscando algún reloj de pared pero no encontré ninguno. No sabía la hora que sería pero estaba claro que mucho más no iba a poder quedarme.

Esa era una buena pregunta. Aunque yo tampoco le había dicho toda la verdad seguía planteándome si merecía la pena de verdad quedarse en la ciudad y seguir ayudando a la gente en vez de mandarlo todo a la mierda, salir de la ciudad, coger a mi hermano y a mis padres y poner tierra de por medio. Se acabaron las etiquetas, la falta de sentimientos. Todo. Pero es que que se acabara todo sonaba muy drástico.

- Buena pregunta, yo me la hago muchas veces - le dije ahogando una risa y no sabía hasta que punto sonaba convincente, pero no dije nada más. Me la había planteado muchas veces, y siempre que lo hacía la respuesta era la misma.

Lo tienes que hacer tú porque eres el único que queda

Me planteé seriamente en ese momento si contarle o no la verdad a Eve, no sólo que Jonah había sido el que había caído y lo que era Jonah para mí, si no que todos los demás que habían caído por culpa de eso habían sido buenos amigos y que la idea de Jack Frost había nacido en aquellos años, que iba a ser más una organización que una sola persona jugándose el cuello cada día para ayudar a la gente que quisiera ser libre.

Pero que yo le contara eso no iba a cambiar el hecho de que era un auténtica locura seguir con aquella idea solo.

No respondió directamente y fue entonces cuando decidí dejar de insistir. Que fuese antisocial no significaba que no supiese darme cuenta cuando las palabras comenzaban a no servir.
Le dediqué una sonrisa algo amarga, no iba a negar que saber el hecho de que algún día él mismo podría tomarse aquel veneno y acabar como mis padres, me apenaba. Apenaba y preocupaba. Pero era su decisión y tenía 23 años. Quizás no los suficientes para vivir todo lo que la vida deparaba pero sí los necesarios para comenzar a plantearse la realidad cruda de muchas cosas.
Agaché la mirada y suspiré, ya no sabía que más decir, tampoco qué más hacer y, por primera vez desde que lo volví a ver, me planteé que pasaría a partir de aquel momento con ambos. ¿Podríamos seguir viéndonos? Era Jack Frost a ojos del mundo, no podría convertirme en una constante visible para él, supondría un peligro innecesario pero, ¿cómo no volver a verlo ahora que lo había vuelto a encontrar?
Coloqué mis codos sobre las rodillas y hundí la cabeza en mis manos, enredándolas en el pelo, pensativa y silenciosa. Todo era demasiado complicado y no me gustaba.
Sin más, decidí que dejaría nuestra situación en unas manos vacías, en el destino, ya nos había unido... sería muy cruel si decidiese volver a separarnos.
Levanté la cabeza y lo miré, no dije nada, no hacía falta. Me acerqué hasta él y me fundí en un largo y sentido abrazo con él. Me entraron ganas de besarle pero ahora se me hacía raro, nos habíamos acostado pero... ahora no me salía como antes. Quizás era por el caliz de todo aquello, ya no había lugar para la pasión pero si para la tristeza... y eso no podía ser bueno.

Poco más duramos despiertos, él echarnos en la cama y yo acepté. Así hasta que me desvelé, a eso de las cinco y algo de la madrugada y decidí volver a casa.

FIN