En busca de Jack Frost (Kaleb)

Me había visto obligada a volver a aquel lugar que olía a pescado por todos lados, aún a pesar de que apenas se veía ni uno solo de aquellos bichillos de ojos saltones, debido a que saltarme las clases de la mañana para perseguir el mismo objetivo que volvía a dirigirme hasta allí había resultado una absoluta pérdida de tiempo.

Caminaba sin prisa pero sin pausa, con las manos metidas en los bolsillos de mi vaquero oscuro desgastado y fijando la vista, sobretodo, al frente sin dejar nunca de otear los alrededores, por si acaso.
En el bolsillo derecho notaba el tacto de aquella nota en la que solo había dos palabras escritas, un nombre y un apellido para ser más exactos: Jack Frost. Siempre me había hecho gracia aquel apellido, me recordaba a la típica característica que no quieres en un frigorífico.

Pasé al lado de miles de pequeños barcos que, conforme se avanzaba y adentraba en aquel lugar, empezaban a volverse más oxidados y más pegadizos con las casetas y pequeños polígonos que por allí se encontraban.
No hacía frío pero daba igual, la sensación de peligro e inseguridad provocaban escalofríos aún a cuarenta grados a la sombra.

Por fin, llegué a uno de los locales que se supone que es donde debía estar aquel personaje al que yo andaba buscando. Las cosas como eran, había actuado por mi cuenta y, aunque estaba prácticamente segura de que no me estaba equivocando, Internet era así y podía haber metido la pata hasta el fondo en aquella búsqueda. Aún así, llamé... Con dos golpes secos. Esperé mientras miraba alrededor rezando porque abriesen de inmediato.

Caminaba lentamente por los túneles subterráneos hasta mi destino de todos los días, la vieja, viejísima, nevera del puerto viejo. Una nevera cuyo antiguo propósito había sido el de mantener fresco el pescado que llegaba al puerto y que ahora me servía de lugar clandestino para mis negocios, aunque no sacara demasiado en metálico, lo justo para que mi vida siguiera a flote en un zulo de los túneles subterráneos alejado de la ciudad y todos los mutilados.
Al menos tenía la satisfacción personal de conseguir ayudar a la gente. Llegué a las escaleras que subían hasta la trampilla en el suelo de la nevera... en medio del congelador... que seguía funcionando, algún día iba a coger un resfriado. Me reí para mí mismo, no es que hubiera escogido el nombre o mi lugar de trabajo a propósito, había sido una coincidencia pero encajaban perfectamente.
Salí del congelador/entrada secreta/cámara de seguridad (porque dudaba que las balas pudieran atravesar aquella pared) y miré si alguien había dejado alguna nota para “Jack” por debajo de la puerta y sí, había un par de cartas de alguien que algún día se iba a meter en un lío por andar entrando y saliendo de la frontera todos los meses.
- Estás loco, Seth – dije para mí mismo.
Me iba a volver a sentar, en la mesa cuando oí que llamaban a la puerta con dos golpes secos y contundentes. Miré por la mirilla que le había puesto a la puerta para poder escapar si se necesitara y no me pareció que la chica fuera peligrosa, de hecho... Juraría que la conocía.
Abrí la puerta un par de centímetros con la cadena puesta todavía y miré a la chica. Sí, la conocía. Pero a ver si me conocía ella a mí - ¿Sí?

No sabría decir a ciencia cierta si pasaron segundos o minutos pero sí el suficiente tiempo como para comenzar a impacientarme. Finalmente, oí pasos al otro lado de la puerta y ésta se entreabrió lo justo para dejar ver la mitad de una cara algo oscura por culpa de las sombras que comenzaban a juguetear en el atardecer.
- Busco a Jack Frost – comencé sin levantar demasiado el tono. No sabía demasiado bien como iría todo aquello pero supuse que cuando más claro se hablase, antes se terminaría con el paripé de serlo o con la realidad de no haberme equivocado.
Justo al momento de pronunciar aquellas palabras caí en la cuenta de algo, quizás me preguntasen una contraseña, quizás tendría que haber concertado cita, quizás el nombre no debería haberse dicho en alto, quizás, quizás, quizás... Probablemente había visto demasiadas películas.
Carraspeé algo incómoda por mis propios pensamientos pero me quedé callada, mirando aquel medio rostro de un hombre que parecía joven, a la espera de cualquier tipo de respuesta.

Miré a la chica de arriba a abajo, no parecía demasiado mayor, probablemente no la habrían mutilado todavía y parecía nerviosa, lo normal en alguien que iba a buscarme, ver a alguien demasiado calmado era normalmente lo que despertaba mis alarmas en aquel sitio. Y aún con la tos nerviosa y lo tenso de su postura, porque a nadie le gustaba quedarse en la puerta en ese sitio cuando empezaba a oscurecer, se la veía segura de sí misma y dispuesta a seguir adelante con aquello, después de todo nadie se quedaba a esperar más de 10 segundos a que les abriera la puerta.
- Un momento – le dije antes de cerrar la puerta lo justo para soltar la cadenita y volver a abrirla – Adelante.
Abrí la puerta del todo y la dejé pasar hasta el “despacho” si se le podía llamar despacho, al menos no olía a nada de pescado, me había dejado la espalda fregando aquel tuburio pero estaba limpio y sin olor a pescado, sólo se notaba que era una nevera en que no tenía ventanas y en el enorme congelador que había al fondo. Y en que hacía frío.
- Yo soy Jack Frost... ¿en qué puedo ayudarte? - Eve... pero me callé el nombre, todavía tenía que ver si la habían mutilado o no, aunque no lo parecía. Y teniendo en cuenta que era 3 años más joven que yo, no tenía edad para que pudieran intervenirla.

Entré sin mayores miramientos por la puerta que aquel hombre había terminado por abrir por completo, no tenía miedo pero sí precaución, aquello era algo ilegal a ojos del gobierno, la antigua mafia, por así decirlo. Y, aunque siempre había soñado y querido acabar en un lugar como aquel, verlo latente, hecho realidad y a menos de un palmo de narices, pues imponía respeto.
Una vez dentro miré muy por encima el interior de aquel lugar, era raro pero muy básico, lógico, supuse... Y hacía frío.
Giré sobre mis talones a la par que me encogía de hombros sutilmente para resguardarme lo justo bajo mi fina chaqueta y miré al que acababa de presentarse como el hombre portador del nombre escrito en mi nota.

A pesar de la poca luz del lugar pude distinguirle mejor las facciones de su rostro, pude ver su envergadura y rasgos más significativos... Y el caso era que, me sonaba.
No se si se me debió notar o solo fue impresión mía pero me quedé unos segundos callada, esos segundos más largos de lo habituales a la hora de proseguir con una conversación inicial, pero es que me sonaba demasiado aquel rostro, aquella mirada, incluso diría que pequeños rasgos de aquel tono y timbre de voz.
- Tengo entendido que... Se dedica a ayudar a escapar a aquellos que no queremos ser sometidos a la intervención - comencé. Ser tan clara y rotunda se me hacía extraño, aquel tema no era precisamente de aquellos que puedes mencionar en la mesa cualquier noche, pero allí a donde había ido, se suponía que únicamente se llegaba por eso - Pero, digamos que en mi caso, el interés es otro - concluí de manera imprecisa.
Tampoco tenía por qué fiarme de él, podía no ser Jack frost, es más, probablemente ni lo fuese.
¿Por qué un tío buscado por todos los rincones de la ciudad abriría él mismo a quienes preguntaran por él?

Se me quedó mirando unos segundos, más de los normales en la gente que llegaba allí. Y a diferencia de todos los que llegaban allí, fue directa al grano.

Era curioso como la gente se empezaba a liar y a irse por la ramas cuando llegaban allí, si total, todos llegaban allí por una única razón, querían salir de la ciudad antes de intervenirse, o mantener su tapadera de inválidos o carroñeros y quedarse en la ciudad. Alguno me había llamado para la imposible tarea de “descurar” a alguien... como si eso fuera posible. Pero el caso era que nadie iba hasta aquella nevera en aquel puerto para tomar té y pastas y conversar.

Básicamente porque hacía un frío de narices.

Cerré la puerta con los pestillos y la cadenita inútil esa y me volví a la mesa.

- ¿Y cuál es tu interés? - le dije apoyando el trasero en el borde de la mesa y cruzándome de brazos. Por ahora no parecía reconocerme y eso me asustaba la verdad, sabía que les había pasado a sus padres, y teniendo la edad que tenía lo más probable es que la hubieran mandado con otra familia, las noticias que teníamos es que estaba con mis otros “padrinos” pero esas noticias podían variar tanto, tenía miedo de que la muerte de sus padres le hubiera dejado un vacío tan grande que se hubiera dejado llevar por la idea de la intervención y se hubiera obligado a olvidar, como había pensado en hacer yo en su momento.

Estiré el brazo hacia la lámpara de escritorio que había encima de la mesa y la encendí, quizás algo más de luz le abriera los ojos. O quizás yo me estaba aferrando a eso como un clavo ardiendo por las ganas que tenía de tener algo que me recordara a los viejos tiempos.

No fueron muchos los minutos que llevaba ahí dentro pero sí los suficientes para que mis ojos se entrecerrasen mínimamente al contacto con aquella luz que Jack acababa de encender. Lo miré en aquella postura tan holgada, cómoda, al fin y al cabo estaba en su terriotorio, tenía lógica pero no la tenía tanta el hecho de que se mostrase tan sumamente confiado.
Por el contrario, yo no lo estaba en absoluto.
Di un par de pasos hacia él pero manteniendo las distancias de cortesía protocolarias, me crucé de brazos y apoyé el peso de mi cuerpo sobre mi pierna izquierda mientras pensaba qué era lo que iba a decir a continuación.

- Me preguntaba si... - carraspeé, quizás no fuese lo más acertado ser tan sumamente breve y concisa pero es que tampoco se me ocurría por qué rama salirme - Conoce alguna manera para llegar hasta los artífices de todo esto - no sabía si me había entendido y no se si prefería que lo hubiese hecho. De salir mal el asunto, podría avisar de que una niñita pelirroja y poca cosa, iba tras ellos.

Ladeé la cabeza un poco, mirándola entre divertido y asombrado de que alguien como ella quisiera llegar a los que habían liado todo aquello. Aunque yo había llegado con 19 años a aquella nevera en el puerto. Justo después de...

Mejor pensaba en otras cosas.

Había claras dos cosas, la primera: no se acordaba de mí porque además de no haber demostrado ninguna señal de hacerlo, me estaba tratando de usted y yo solo era 3 años mayor que ella, la segunda era que todavía había esperanza con ella.

- Me temo que no... no es tan fácil encontrar a los jefecillos de los mutilados - le dije por fin, en este caso desgraciadamente no estaba mintiendo, mataría, literalmente, por saber dónde se escondían todas esas ratas, pero no se había presentado la oportunidad - Aunque a mí también me gustaría tener un par de palabras con ellos. Y no me llames de usted se me hace... raro - se me hacía muy raro que ella me tratara de usted, con los demás estaba acostumbrado.

Me levanté de la mesa y me fui a sentar, con los pies encima de la mesa como de costumbre y me rasqué detrás de la oreja en dónde estaba la cicatriz que ELLA me había hecho antes de señalarle una de las sillas que había delante de mi escritorio - ¿Y se puede saber porqué alguien como tú quiere llegar a las altas esferas de los mutilados? La mayor parte de los que vienen aquí es precisamente para huir de ella - le dije con tono calmado y poniendo las manos entrecruzadas encima de mi abdomen.

Mi gozo en un pozo es l afrase que se me vino en la cabeza nada más ver su expresión a la vez que negaba saber nada de lo que yo esperaba encontrar allí. Chasqueé la lengua por la rabia pero continué escuchándole y observando sus movimientos, por si acaso. Parecía un buen tío, de fiar incluso, pero todos sabíamos los tiempos que corrían y aunque el amor estuviese considerado enfermedad, yo me decantaba más por la desconfianza como tal.
Me sorprendió que me pidiese, de manera indirecta, que lo tutease pero supuse que aquella podría ser normal de ser cierto que ambos jugábamos en el mismo equipo.
Acepté el asiento que me señaló pero, justo antes de acomodarme en él, se me abrieron los ojos como platos. ¿Por qué? Por aquel gesto. Se había rascado tras la oreja izquierda y sí, vale que era un gesto típico y normal en cualquiera pero... aquella manera me recordó a algo, más bien, a alguien, de mi infancia...
No podía ser, era imposible. No podía ser él... Pero tenía que comprobarlo.

- Digamos que, con el tiempo, he ido amasando cierta codicia por el cristal... - sabía que aquella frase no tenía sentido alguno, no lo tendría, a no ser que él fuese quien yo creía que era.
Lo miré expectante, sentándome por fin, y esperando.

Se me abrieron los ojos como platos y casi no pude contener la sonrisa.

- Creía que no te ibas a dar cuenta nunca, pequeñaja - reí al final. Bajé los pies de la mesa y me arrimé más a ella para quedar más cerca del rayo de luz que salía de la lámpara - Y me sorprende que ahora seas codiciosa con el cristal, la última vez ibas tirándolo por ahí - esta vez sonreí abiertamente, era refrescante encontrar a alguien del pasado, alguien que no me recordara lo malo de mi pasado. Cuando me había ido a la ciudad había tenido la horrible sensación de que era posible que nunca más fuera a ver a mi familia. Por seguridad, me había prometido a mí mismo que haría que Seth y mis padres tuvieran una vida tranquila, perdida en los bosques. O eso intentaba porque Seth seguía metiéndose todos los meses a dejarme cartas por debajo de las puertas de donde me encontraba con clientes - Me alegro de verte, y de que aún seas tú - quería decirle que sentía lo de sus padres, pero no quería recordarle nada tan malo justo ahora que nos habíamos encontrado otra vez.

No pude evitarlo, una media sonrisa sincera se coló en mis labios. Mentiría si dijese que hacía tiempo que no aparecía, porque por fortuna mi hermano me las provocaba fácilmente, pero sí estaba en lo cierto cuando aseguraba que nunca habían sido provocadas por alguien ajena a mi familia tras el suceso de mis padres.
Bajé un poco la cabeza para esconderla y lo miré desde aquella posición alzando una ceja claramente.
- Yo no fui, es que tú eras muy torpe - le respondí correspondiendo al comentario del cristal. Era una historia nuestra, de l ainfancia, pero que a él le acompañaría el resto de su vida... bueno, a su oreja más bien.

Ahora sí me sentía cómoda, ahora sí sabía que aquella persona era de confianza... Pero me sorprendía que se hubiese labrado tal reputación.
- Eso de que aún sea yo está por ver... No soy precisamente la misma niña que tú conociste hace ¿nueve años? - hice la cuenta mentalmente y sí, nueve años - Pero la verdad es que yo no debería decir eso de que me alegro de verte, ¿qué haces siendo Jack Frost, Aaron?.

Aquel nombre se me clavó en el pecho como un puñal y no estaba seguro de que no se me hubiera notado, demasiados malos recuerdos - Kaleb... yo... ahora me llamo Kaleb - no sabía si Ivy había entendido alguna vez lo que significaba que mi nombre fuera sólo mío, aunque ella lo conociera, y lo que significaba el hecho de que hubiera tenido que cambiarlo, pero bueno, si quería saberlo que preguntara, no iba a ocultarle nada a estas alturas. Pero Aaron estaba muerto.

Respiré hondo e intenté calmarme antes de contestar a la siguiente pregunta, básicamente porque que yo fuera Jack Frost había sido una consecuencia de lo que había pasado con... de lo que había perdido y aún dolía, más de lo que me gustaba admitir a veces - Venganza, supongo. Me quitaron algo muy importante y no quiero que se vuelva a repetir. Tenemos derecho a decidir. Y a que nos dejen vivir por hacerlo - en realidad yo no estaba en contra de que hubiera gente lo suficientemente estúpida para querer dejar de sentir porque, joder, yo lo había pensado antes de ser Jack Frost, lo que odiaba de la situación y del régimen del consejo era que estaban obligando a todo el mundo a librarse de una parte de ellos.

¿Kaleb? Sabía que Aaron también era un nombre falso pero Kaleb noe ra menos, ¿qué había ocurrido para que se decidiese cambiarse de identidad? Quizás no fuese de mi incumbencia, no, quizás no, directamente no me incumbía y listo.
- Conozco esa sensación - musité perdiendo la mirada sobre la mesa que nos separaba - La de la venganza, digo... Bueno, la de la pérdida también - no es que me gustase recordar aquel episodio que marcó un antes y un después en mi vida es que, simplemente, ya lo había asumido. No lo aceptaba ni compartía pero aquello no iba a devolverme a mis padres. La venganza tampoco y lo sabía, pero se merecían morir y yo iba a regalarles su merecido le pesase a quien le pesase.
Resoplé pesadamente pues ambos nos habíamos quedado en silencio. Volví a mirarlo y me di cuenta por primera vez de aquellas facciones marcadas por el paso del tiempo, los daños y la experiencia. Ya no era ese niño mayor que recordaba de catorce años, no, ahora era un hombre. Y se notaba.
- Quizás ahora entiendas el por qué de mi interés por llegar hasta ciertas personas y no por huir de este lugar... - rompí el silencio.

Dejé pasar el hecho de que no quisiera preguntar por qué me había cambiado el nombre, a lo mejor nuestros padrinos se lo habían explicado, no sabía, de todas formas hablar de eso aún dolía - Lo entiendo - le dije a media voz.
Me volví a acomodar en la silla, como me había puesto antes pero sin poner los pies encima de la mesa y respiré hondo - Oí lo de tus padres... sé que no va a cambiar nada pero... lo siento - era cierto, no servía de nada, no iba a cambiar absolutamente nada, igual que autocompadecerme no haría crecer en el cerebro de Jonah la parte que le habían quitado, pero no se podían perder las formas en un mundo echado a perder como el que teníamos. Le dediqué una sonrisa más triste de lo que me había propuesto, estaba seguro, pero no de lástima, lo de sus padres me había dolido, igual que a mis padres y a Seth, pero sabía que la lástima no estaba bien vista en nuestros círculos familiares y ahora no iba a enfadarla. Era más pena por mí y por lo que traía el hecho de encontrar esa parte pelirroja de mi pasado, pero que me llevaran los demonios allí mismo sino era una pena que hacía tiempo que echaba de menos.

Agaché la mirada al escuchar sus últimas palabras y terminé por encogerme de hombros casi imperceptiblemente. El pasado en el pasado se quedaba y ahora solo quedaba continuar, se quisiese o no, hacia delante. Volví a levantar la cabeza y clavé mi mirada en la suya.
- ¿Podré contar contigo para llegar hasta quienes condicionaron nuestras vidas? - aunque la pregunta que realmente debería haber formulado era algo más parecido a ¿puedo confiar en ti? solo que, como ya había demostrado, no iba a formular de manera tan directa.

Deshice el cruce de brazos y entrelacé los dedos en su lugar, removiéndome en el asiento y clavando mi espalda en él de manera cómoda pero con ciertos aires de previsión.
- No pido inmiscuirte en mis planes solo tener la certeza de que éstos no serán descubiertos ahora que tú sabes mis motivos principales - intenté aclarar lo mejor que pude en aquel momento.

Me di cuenta de la forma leve de encogerse de hombros que tuvo cuando le dije que lo sentía. Otra persona quizás no se habría dado cuenta pero yo no era otra persona. Levanté la vista pero sin levantar mucho la cabeza y le sonreí de medio lado - Ya sé que no me pides que me inmiscuya, pero si no te importa me gustaría inmiscuirme - le dije finalmente. No iba a dejar pasar la oportunidad de acabar con los cabrones que me habían quitado todo o me habían obligado a dejarlo atrás, a dejarme en el camino.

- Y esperaba que me conocieras lo suficiente como para saber que puedes confiar en mí. He... he hecho cosas de las que no estoy orgulloso pero entre esas cosas no está traicionar a la única persona que no es de mi familia que sabe mi verdadero nombre... Aunque me rompiera una puerta de cristal en la cara - añadí al final, intentando, y no sabía si consiguiendo, levantar el ambiente un poco. No sabía si era lo más inteligente, lo más prudente más bien, meterme en la vida de alguien ahora, lo más prudente para esa persona, pero lo necesitaba, necesitaba una amiga, ella era la única que me quedaba y no podía dejar escapar la oportunidad. Esperaba no equivocarme.

Sonreí y, para cuando quise darme cuenta, ya era tarde. Carraspeé para disimular un poco y bajé de nuevo la mirada, se me hacía raro mantenérsela. No solía ocurrirme pero con él...
- Conozco al chico de hace nueve años, Kaleb, pero ahora... Todos hemos cambiado, imagino que tus ideales serán parecidos a los míos pero la desconfianza está a la orden del día... o al menos, de mis días. Espero que no te lo tomes como algo personal - ¿estaba disculpándome acaso por ser como era? Por mucho que él hubiese sido una importante persona de mi pasado, yo no tenía por qué pedirle disculpas a nadie por como yo era actualmente, entonces, ¿qué hacía utilizando ese tono con él? Definitivamente, en cuanto abandonase aquel lugar, tendría mucho pero que mucho en que pensar.
Volví a removerme inquieta por mis propios pensamientos y solté un suspiro algo exagerado. Había que cambiar las tornas o, por lo menos, intentarlo.
- Bueno pues ahora no se si tratarte como Jack o como Kaleb, si salir por donde he entrado sin mirar atrás o volverme cuando traspase esa puerta... - pregunté, en cierto modo sincera, mirándolo de reojo notando como mis pupilas ya se habían acostumbrado a aquella tenue luz.

Definitivamente... necesitaba salir de allí y tomar el aire. El aire de los túneles subterráneos. De todas formas puede que fuera mala idea dejar que Eve entrara en mi mundo.

Tenía razón, yo ya no era el que ella había conocido, que mis intenciones con respecto a ella no hubieran cambiado no quería decir que ahora fuera seguro que estuviera conmigo, la necesidad me había hecho cambiar. No estaba orgulloso de ser un carroñero, pero el mundo era el que era.

Me levanté lentamente mirándola, a la tenue luz de la lámpara, puede que fuera lo mejor - Tienes razón, no queda mucho de lo que había, y mi vida es más peligrosa de lo que era hace 9 años. Puede que lo más inteligente para ti es que salgas y no mires atrás. Pero quiero que sepas que en alguna parte de mí sigue estando... él - y con eso me di la vuelta y me metí en el congelador. Me agaché y abrí con fuerza la trampilla y me metí por las escaleras sin prestar atención si quiera a si cerraba la puerta. Necesitaba irme... a donde fuera...