Visita express (Eve)

Media tarde y yo sin haber hecho absolutamente nada de provecho en todo lo que había durado aquel día que tenía todas las papeletas de terminar en el cajón de "Como permitas que se repita, te mato" fabricado por mi misma.

Estaba de mal humor, de muy mal humor, la noche anterior había sido prácticamente perfecta pero, como siempre, algo tenía que llegar después para equilibrar el universo y ese algo había llegado en forma de madre histérica y padre sobreprotector que enfatiza todo aquello que la madre reprende. Aún horas después no daba crédito a cómo habían acontecido las cosas. No querían que me acercase a Kaleb, no confiaban en él, ¿era acaso eso posible siendo que lo habían prácticamente criado junto a mis padres y los suyos cuando ambos éramos unos renacuajos? Increíble... Así que, como ya se puede dar por hecho, la cosa había acabado realmente mal, nunca me había ocurrido pero por alguna extraña razón aquello me había tocado la moral más de lo que ya estaba de por sí.

Había decidido largarme, calmarme, ir a algún lado y, de repente, me encontré allí de nuevo, en el puerto de la vez anterior yendo directa hacia aquel local abandonado donde suponía que se encontraria él. Tenía que contárselo, desahogarme y pensar un plan para lo que sea que fuese lo que quisiese hacer.

- Si es que te metes tú sola en unos líos de los que luego no sabes salir, idiota, que es que eres idiota - me descubrí reprendiéndome a mi misma en voz alta haciendo aspavientos con las manos mientras notaba como alguna mirada perdida se daba cuenta de ello.
Bufé por mi actitud y entonces algo llamó mi atención, bueno, alguien más bien. Un hombre que saltó desde la proa de uno de los barcos mejor vistos de por allí, directamente hacia el asfalto, sin preocuparse de si manchaba sus ropas de marca o se le rallaban aquellos zapatos de diseño. Sí, se notaba a la legua que vestía acorde a una economía no precisamente demasiado baja, pero claro, solo se quedaba en eso, en las apariencias, porque tenía toda la pinta de haber asaltado aquel lugar o vete tú a saber qué más.

- ¡Eh, tú! - giré la cabeza hacia mi derecha, aquel grito repentino rompió la intranquila paz que reinaba en aquel lugar y, al enfocar al autor, supe que con razón.
Era un hombre robusto de no más de 35 años, con un aspecto que gritaba "vendo problemas" y que parecía dirigirse al hombre en que yo me acababa de fijar.
No lo tenía demasiado lejos por lo que pude ver como se llevaba la mano disimuladamente hacia el interior de su chaqueta y dejaba asomar la culata de un arma.

- Me cago en... - y ni lo pensé. Miré hacia el hombre de ropas caras y me percaté de que él no había visto todavía lo que yo. Con suerte, el tío del arma a mi tampoco me habría visto así que jugaba con ventaja. A mi izquierda, apoyados en una de las viejas paredes mugrientas de por allí, había restos de pales de madera robustos y viejos pero útiles para lo que iba a hacer con ellos en aquel momento.
Cogí uno con rapidez y, avanzando con sigilo, llegué hasta el hombre de la pistola que ya había empuñado, por sus espaldas, y le propiné tal golpe que me acordé de que como Dios existiese, la spuertas del cielo ya las tenía cerradas pero para toda la eternidad.

Al parecer mis sucesivos "Eh, eh, eh, eh, eh" que se fueron escuchando en el corto trayecto desde el cuerpo tendido de aquel hombre y el mugriento local, pasaron totalmente inadvertidos por el tipo que YO acababa de salvar de la posible trayectoria de una bala y que se debía creer con unos derechos que ni tenía ni nadie le iba a dar sobre mi. ¿Qué tipo de confianzas esas eran en las que agarrabas a alguien, sin ton ni son, de aquellas maneras y obligabas a que te siguieran para, después, soltarle un "preciosa"? Me caía bien, era insoportable.

En cuanto me soltó de su agarre le hice notar mi considerable disconformidad ante su actitud con un ceño más que fruncido y unos labios prietos.
- Normalmente se empieza por un "gracias", se sigue con un "perdón" y luego, ya si eso, te digo mi nombre - le reproché de manera clara, directa y concisa.
Miré a nuestro alrededor, apenas se colaban unos pequeños haces de luz por una pequeña ventaja con barrotes, era tétrico y la humedad del ambiente ahogaba. Volví a mirar al tipo cuya cara y formas no pegaban nada con el estereotipo de las marcas con las que vestía y me crucé de brazos, dejando caer la mayor parte del peso de mi cuerpo cobre una de las piernas e imitando su postura chulesca. Por si no se había dado cuenta, aquí la sumisa no era precisamente yo.
- ¿Qué hace un tipo como tú vestido... así? - a priori podía parecer una pregunta tonta pero, según la respuesta, podría sacar en claro muchas cosas.

Aunque sus palabras fuesen tranquilas y sosegadas, aunque su mirada mostrase control y seguridad, aún a pesar de todo eso, su cuerpo lo delataba. No se estaba quieto en ningún momento, en mayor o menor medida, iba de un lado para otro, inspeccionando, buscando vete tú a saber qué, indagando... Al escuchar la respuesta a mi pregunta comencé a imaginarme el por qué.

Había ignorado por completo su primera petición, ¿qué más le daba?. Aquí él no era el que debía estar en posición alguna para hacer preguntas pero una cosa sí era cierta, por fortuna o desgracia, este tipo de hombre no era el primero ni sería el último que se cruzase en mi camino. Arrogantes, narcisistas y extremadamente inseguros de sí mismos; eran animales de costumbres, rutinarios y previsibles así que, precisamente por eso, supe que si quería obtener información sobre él, debía primero darle yo una sobre mi, "acceder" a su interrogatorio, dejarme controlar... Pero una cosa estaba clara, nadie había dicho que hubiese que decir la verdad.

Mientras divagaba sobre todo esto me percaté de que ya no lo tenía delante sino a mis espaldas, me giré sobre mis talones y lo observé en silencio desde mi posición, no demasiado lejana pero sí lo suficiente como para obligarse a dar unos pasos hacia él si quería enfocar algo mejor y ser consciente de que lo que estaba viendo era una persona y no una maraña de sombras inquietas.
Me acerqué algo más, silenciosa, pasando mi mirada de él al objeto que parecía examinar con sumo interés; una escalera.

- Si lo que pretendes es escapar por aquí, teniendo en cuenta el estado de esta cueva, lo más probable es que terminases enterrado en ella... - comenté sin preocuparme de si molestaba o no a la vez que terminaba por llegar hasta su lado y examinar, también, dicha escalera. La verdad es que tenía un aspecto horrible, ya no solo por el óxido que parecía la carne misma de la propia escalera, sino por las grietas formadas, a cada cual peor, alrededor de los tornillos que la aseguraban a la pared. Chasqueé la lengua y lo miré de reojo - Aunque claro, siempre por un módico precio... - probablemente él no me habría entendido pero yo sí lo hice y para mi estaba más que claro.
Yo era, anatómicamente hablando, lo que podría considerarse pequeña. Delgada y no demasiado alta podría subir por aquella escalera con muchos menos riesgos de cargármela que si lo hacía él. ¿El módico precio? Respuestas, por supuesto. Quizás hacía unos minutos, si tan solo hubiera ocurrido el altercado de la calle, lo habría dejado estar pero por su comportamiento, por sus palabras y, sobretodo, por la curiosidad que había despertado en mi, queria respuestas de alguien que resultaba ser un completo desconocido para mi.

No, definitivamente ni me había entendido ni yo me había explicado lo suficientemente bien como para que lo hiciese. Me encogí de hombros mentalmente y lo seguí con la mirada, otra vez andando hacia la puerta, inquieto y parecía que evadiéndome. Fruncí el entrecejo, ¿qué bicho le había picado? Eso sí, una cosa estaba clara, no iba a ser fácil sacarle información así que quizá slo más sensato fuese salir por donde me había visto obligada a entrar y olvidarse de aquel fortuito encontronazo.

Me pareció que ambos fuimos conscientes del murmullo incipiente que comenzaba a traspasar aquellas paredes, probablemente por el resultado final al espectáculo que él le había regalado al mundo, porque de repente retrocedió y comenzó a buscar alguna especie de salida, esta vez, adentrándose por uno de los pasillos que quedaba a mi izquierda.

- No se si eres consciente de que, aunque escapes, ya has sido visto por alguien a quien le has confesado lo que le has hecho al dueño de tu vestimenta - muy bien, Eve, minipunto para ti. Como al final resulte ser un psicópata experimentado te vas a reir pero bien...

Aún así, ya estaba dicho. Ya había puesto en claro mi sentencia y, la verdad, me daba bastante igual. Algo me decía que no sería capaz de hacer nada, mucho ladrar pero poco morder, y la curiosidad siempre mató al gato así que yo no iba a ser menos.
Me quedé mirando por donde se había marchado, cruzada de brazos y apoyada ligeramente sobre la pared en la que se encontraba la mugrienta escalera de mano.

Cuando lo vi aparecer con aquel arma reconozco que me asusté. No lo expresé, como era obvio, pero lo hice. Al verlo bajarla la tranquilidad dio paso a la satisfacción de ver comprobadas mis premisas sobre él.

No pude evitar sonreir de lado al escucharle decir aquello a la vez que se acercaba lentamente hacia mi, si creía que iba a intimidarme y encima que iba a verlo iba listo. Alcé una ceja y lo miré sin inmutarme.
- Me juego lo que quieras a que nadie que no seas tú me ha visto y, por lo que he podido comprobar, dudo que vayas a ser tú quien de la cara ante una posible declaración - dije con total parsimonia, calma y tranquilidad sin apartar ni un solo segundo mi mirada de la suya.

Era cierto y él lo sabía tan bien como yo. De los dos yo era la única que no tenía nada que esconder ni de lo que preocuparme, en un principio, puesto que la coraza forjada durante que tenía uso de razón era demasiado perfecta como para que me inquietase el simple hecho de que un desconocido amenazase con resquebrajarla.
Se oyeron sirenas en el exterior y los motores de un par de coches apagándose. Me giré en la dirección del sonido y me aparté de la pared deshaciendo el cruce de brazos y dejándome de tonterías y pulsos indirectos con el psicópata frustrado de la pistola. Me giré de nuevo hacia él y le hablé con total seriedad.

- Mira, esto es muy simple, si antes le he atizado al tío del arma ha sido porque iba a dispararte. No se quién eres y ni siquiera se si te merecías ser salvado pero así han sido las cosas. ¿Me dices ahora qué narices hacemos o seguimos jugamos a ver quién puede más? - comenté sin moverme de mi sitio a la espera de una respuesta madura por su parte.

Que guantazo se había ganado por llamarme "enana", pero que guantazo de no ser porque me preocupaba más el hecho de que por mi estúpida idea inicial de ayudarle pudiese terminar en un calabozo o vete tú a saber dónde. Pero ésta se la guardaba y se lo hice saber lanzándole una mirada inquisidora que bien podía agradecer que las miradas no matasen porque sino lo habría calcinado vivo allí mismo.

Miré su mano que indicaba que me acercase y, muy a mi pesar, así me vi obligada a hacerlo.
Nos las apañamos para subir ambos, primero yo impulsándome con los pies en sus manos y luego él, queriendo hacerse el machote pero terminando por acceder a que yo lo ayudase desde arriba tirando con fuerza y precisión.

Una vez arriba la oscuridad era prácticamente la reina de aquella planta. Por no ver no veía ni el suelo que pisaba y aquello no me gustó ni un pelo. Miré hacia mi derecha, donde acababa de aterrizar el proyecto de psicópata y puse una cara de circunstancias que probablemente no sabría ni podría apreciar.
- ¿Y ahora qué, Superman? - La única ventana visible distaba mucho de aquella planta y dudaba que aquí el señor presente tuviese donde ocultos que pudiesen servir para llegar hasta ella.
Di un par de pasos hacia el interior, alejándome del borde por el que habíamos subido y saqué mi móvil para enfocar mejor... Bueno, eso fue al menos la intención hasta que recordé que aquella misma mañana había decidido pasar a mejor vida - Mierda - musité para mi misma.

¿Quién me mandaba a mi meterme en semejantes follones? ¿Veis por lo que optaba por ser antisocial? Porque, siéndolo, no corrías los riesgos de acabar detenida por culpa de un loco sin nombre que a la mínima de cambio te amenazaba con meterte una bala entre sien y sien.

Aunque no me gustaba que nadie se tomase la libertad de cogerme de la mano sin mi permiso y dirigirme hasta donde creyese oportuno, no lo detuve, total, ya lo había hecho una primera vez y sería tontería ponerse a discutir en el momento que estábamos por eso.
Conforme avanzábamos hacia el interior de la planta intentaba no tropezarme o pisar algo indebido, cosa que era algo complicado teniendo en cuenta la oscuridad del lugar y mi ya de serie torpeza... Me acordé de Kaleb y de la noche anterior. ¿Cómo me las apañaba para acabar siempre en lugares oscuros, húmedos y con un personaje que parecía tener que esquivar a la ley en todo momento? No lo entendía ni yo.

Paramos frente a una puerta algo destartalada pero todavía con sus visagras intactas y el psicópata frustrado la abrió haciendo alarde de una fuerza varonil de la que probablemente se sintiese más orgulloso de lo que debería estarlo.
Entré tras él y me aparté unos pasos de la puerta para que pudiese cerrarla sin problemas. Lo miré unos segundos pero la estancia llamó bastante más mi atención. Me parecía mentira que aquellos locales destartalados aún mantuviesen algo de su mobiliario y no hubiesen sido robados o saqueados teniendo en cuenta el tamaño considerable de las telarañas y la cantidad de polvo que se acumulaba a cada rincón, debía llevar abandonado más tiempo del que parecía.

Cuando comentó lo de salir por patas por la ventana me acerqué hasta el escritorio que descansaba frente a ella, con cuidado por si desde abajo alguien podía verme, y me asomé lo justo, por un lateral, para calcular la altura y los posibles inconvenientes de llevar a cabo su plan. La altura no me preocupaba pues era similar a la que acabábamos de sortear hacía unos minutos pero el revuelo, aunque más lejano, seguía escuchándose.
Si saliésemos por aquel lugar era más que probable que alguien nos viese, incluso un simple transeunte, pero era arriesgado.

Giré sobre mis talones y me acerqué, con toda la calma que en una situación como aquella podía permitirme, hasta el culpable de que me encontrase donde me encontraba - No se si quiero hacerlo o prefiero seguir en la innopia contigo - le respondí irónica a su último comentario. La curiosidad inicial que había sentido por aquel tipo parecía haberse desvanecido una vez me centré en lo peligroso y arriesgado de la situación. Ahora solo quería largarme de allí y dejar de reprocharme mentalmente el haberme metido en medio minutos antes para salvarle el culo a un tío por el que ahora yo podía terminar como a nadie le gustaría.

Pensé en recurrir al móvil y a Kaleb pero recordé el repentino fallecimiento de mi pobre posesión y me maldije a mi misma por enésima vez desde que habíamos entrado en aquel almacén. Bufé sin ser consciente de que el psicópata me podía escuchar y ver.

Coloqué mis manos sobre la cintura y me removí inquieta por el viejo despacho. ¿Y ahora qué? ¿Esperar? ¿Hasta cuando? ¿Con él? Cada vez me gustaba menos todo aquello.

- ¿Se puede saber cómo narices he acabado yo aquí? - pregunté de repente en voz alta sin darme cuenta, obviamente se trataba de una respuesta retórica pero me jugaba el cuello a que aquel tipo la utilizaría para mofarse y provocar que le arrancase la cabeza allí mismo de pura desesperación.

Aunque ni lo exteriorizase en el momento que ocurrió ni llevase intención de hacerlo posteriormente, medio agradecí sus palabras de consuelo al notarme tan tensa como supuse que se me debía percibir.
Lo malo de que la adrenalina espontánea provocada por el inicio del altercado comenzase a decrecer era eso, que la razón se asomaba para hacerse con el mando de la situación y te hacía entenderlo todo con mayor frialdad, realismo y evidencia. Cosa que, para mis nervios, no ayudaba.
Lo miré en silencio y desvié la mirada en cuanto él se dirigió hacia el escritorio.

- Emily - siempre me pasaba lo mismo, sabía el por qué de mi falsa identidad y era consciente de que era lo mejor y lo más seguro pero no me gustaba tener que mentirle a todo el mundo, se lo mereciese o no, y tener que vivir manteniendo una identidad falsa diaria. Además, ante este psicópata no había actuado como se podía esperar de la supuesta Emily, me había visto en todo mi esplendor y había sido yo en todo momento por eso mismo, ahora tener que presentarme como tal, se me hacía más extraño todavía.

Me obligué a sacudir la cabeza mentalmente, pasar de todos aquellos comederos de cabeza innecesarios y llegar hasta el sofá rudimentario y polvoriento que había a mi derecha. Me daba igual mancharme o caerme al suelo al sentarme sobre él, solo quería obligarme a estar quieta y a dejar la mente en blanco aunque tan solo fuese durante unos breves segundos.

- ¿Y tú quien eres, Superman? - le devolví la pregunta una vez me había "acomodado" y continuaba mirando, sobretodo, hacia la puerta pendiente en todo momento de los ruidos externos y de la distancia que me separaba de la única escapatoria posible.

Tuve que admitirlo, la frase que soltó sobre Superman me encantó y se notó porque se me escapó una media sonrisa ladeada en cuanto la escuché pero que disimulé rápidamente desviándome hacia cualquier otro punto y emitiendo un leve carraspeo.
En seguida me centré en su última pregunta a la vez que notaba como mis músculos ya habían empezado a relajarse lo justo y decidía apoyarme en el respaldo de aquel sofá al cual, poco a poco, se le iba cogiendo el truquillo para que terminase resultando hasta cómodo.

- Chico observador - comenté buscando su mirada y encontrándola casi al instante aún notando como las sombras provocadas porque tuviese casi tras él la ventana se cerniesen sobre su rostro - Veinte y sí, lo se, parece que tengo menos - puntualicé antes de escuchar, como tantísimas otras veces, dicho comentario a la vez que alzaba en dedo índice, señalándole, en señal de "boquita cerrada".

Me planteé si comentar algo más sobre aquello de la operación, no tenía problema alguno en hacerlo como Eve, pero sí como Emily solo que con Kane me ocurría algo diferente. No parecía el típico defensor de la intervención, ni siquiera parecía partidario, pero el riesgo era algo que solamente había que tomar cuando no tenías nada que perder, mucho que ganar o no considerabas válido lo que tenías hasta el momento y, en aquella situación, yo no me identificaba con ninguna de las tres opciones.
El problema estaba en que mis dos personalidades, la real y la fictícia, habían entrado en conflicto por culpa, precisamente, de las sensaciones que me transmitía.

Me había presentado como Emily pero había actuado como Eve, ¿de qué iba a servir que no supiese mi nombre real si, de tener que utilizarlo, no se correspondería con la personalidad definida para dicha etiqueta? Me había liado yo sola y ahora no sabía salir de aquel entuerto tan sumamente estúpido por mi parte. De todos modos, tampoco hubo demasiado tiempo para poner en orden mi caótica cabeza pues se escuchó un fuerte estruendo en la planta baja provocado por el eco del almacén vacío al abrir con violencia la puerta de entrada.

Se me abrieron los ojos como platos y en seguida me levanté, como si de un resorte tratase, mirando con urgencia y preocupación a Kane.
- Espero que eso que has dicho de Superman, sea cierto - dije utilizando un tono más bajo que el anterior y plantandome de unas cuatro zancadas a su lado.

El silencio se adueñó de la estancia en un abrir y cerrar de ojos, me había costado pero había conseguido quedarme quietecita donde Kane me había señalado e incluso había hecho caso en cuanto a lo de agacharme, toda una proeza en mi.

Desde mi posición el ángulo de visión no era precisamente el más idóneo para enterarse de lo que estaba ocurriendo allá afuera así que decidí que me guiaría por los movimiento sy expresiones que fuese viendo en Kane. Fue precisamente por eso por lo que, segundos o minutos después, no se cuánto tiempo pasaría, supe que el peligro inmediato había pasado. Además, los reflejos de una luz externa habían menguado y las pisadas anteriores habían vuelto a repetirse en dirección opuesta.

Me pareció intuir algo que Kane había debido pronunciar pero no llegué a escucharlo demasiado bien. Salí despacio de mi improvisado escondrijo y le dediqué una mirada interrogativa que venía a decir algo así como "¿Y bien?". No llevaba intención de quedarme a tentar la suerte de nuevo, habían logrado subir al segundo nivel más rápido de lo que ninguno de los dos podría haberse imaginado y nadie nos aseguraba que no lo volviesen a hacer más adelante. Había que salir de allí pero ya.
Me giré sobre mí misma y miré con precaución de nuevo a través de la ventana. Seguía sin verse nada y, por algún motivo, ese hecho no m edaba buena espina.

Justo enfrente, quizás un poco hacia la derecha, se encontraba el tejado de otro almacén, más bajo que el que nos encontrábamos pero a una distancia lo suficientemente considerable como para poder tomarlo como la mejor opción de escape que se podía haber presentado hasta el momento.
Estudié rápidamente el ventanal y me percaté de que su manivela no existía. Estupendo, muchas gracias a quién lo hiciese. Tocaba romper cristales y si lo que buscabamos era silencio, aquello no se convertía precisamente en la mejor opción a nuestro alcance.

Me mordí el labio, pensativa, mirando a todos lados todavía en silencio. ¿Y si no solo fuese el local de Kaleb el sitio con acceso a los túneles? ¿Y sí todos aquellos almacenes estaban conectados a través de ellos? Sería una gran vía de escape, limpia y segura pues lo que había visto la noche anterior así me lo había demostrado. ¿Problema? Que habría que bajar y nadie nos aseguraba que hubiesemos vuelto a estar solos.
Le hice un gesto a Kane con la mano, para que se acercase a la vez que yo también lo hacía. Cuando nos encontramos hablé en voz baja, por si acaso.

- Debajo del puerto se encuentran los túneles que dan acceso a miles de entradas y salidas de la ciudad, visto lo visto... - señalé la ventana y sus malditos cristales - Quizás sea la única opción que nos quede si queremos salvarte ese precioso trasero - concluí, como empezaba a ser costumbre en mi, reprochándole la situación con sarcasmo.

Por alguna razón me había imaginado que aquel comentario iba a llegar y, en efecto, así fue. Rodé los ojos como simple respuesta y volví a centrarme en lo que estábamos... Bueno, más bien lo conseguí una vez salimos de allí porque su para nada disimulada pose me distrajo provocando una débil risa al verlo hacer aquello. Negué con la cabeza aunque él no me viese y traspasé la puerta.

Para nuestro alivio parecía que estábamos solos, aún así no me fiaba, podían haberse escondido o vete tú a saber qué, lo cual, de ser así antes que comprobarlo lo mejor sería ser rápidos y llegar hasta el objetivo cuanto antes. El problema estaba en que no tenía ni puñetera idea de por donde llegar hasta los túneles.
Quise imitar a Kane en aquel salto pero, si no quería llevarme de regalo un posible esguince, lo mejor sería aceptar la ayuda que ofrecía. Así lo hice y en cuanto ambos estuvimos de nuevo en la planta baja me apresuré a meterme por el pasillo en el que anteriormente me había apuntado con un arma... Muy carismático él.

Antes de adentrarme en él me giré para cerciorarme de que nadie nos seguía y para ver si Kane optaba por la opción de tomar mi mismo camino. Al confirmar lo segundo volví a mirar al frente y a pensar detenidamente.
Recordaba que en el local de Kaleb la trampilla que daba acceso a los túneles no estaba, precisamente, a la vista. Había que pasar un par de módulos hasta llegar a ella e, incluso, había que tener buen ojo para encontrarla pero claro, su local no era ni parecido a este, a saber cómo sería aquí...

Eché a andar y a abrir las puertas que me iba encontrando a los lados. Con rapidez y cuidado las inspeccionaba por encima, buscando trampillas o algo que llamase mi atención, pero no había nada. Nada excepto sillas rotas, estanterías resquebrajasdas y kilos de polvo acumulándose por todos lados.

- ¿Encuentras algo? - le pregunté todavía manteniendo ese tono de cautela mientras cerraba tras de mi la última puerta que acababa de inspeccionar con el mismo resultado.
La preocupación había vuelto y las ganas de salir de allí con los pies por detrás, también.

Apenas me dio tiempo a girarme y enfocar lo que Kane acababa de decir cuando, de repente, me había visto girar prácticamente sobre mi misma atravesando una puerta que se había abierto sola y que ahora permanecía cerrada y yo totalmente desubicada con un Kane que antes estaba unos pasos tras de mi y ahora a menos de uno, literalmente.Lo miré con incomprensión hasta que mi cerebro decidió procesar como era debido sus últimas palabras.

Miré hacia el interior del cuarto en el que nos habíamos metido y alcé una ceja. ¿¡Cómo narices esperaba que encontrase la trampilla dentro de una de las habitaciones!? ¡Si no estaba allí estaría en otra y todavía no había aprendido a traspasar paredes! Que ganas me entraron en ese momento de pegarle una colleja, ganas que se vieron mermadas en cuanto escuché los pasos de alguien acercándose hasta donde estábamos nosotros.

Notaba como el corazón había decidido multiplicar su ritmo sin permiso alguno y fue entonces cuando me despegué de mi sitio y comencé a buscar una trampilla, una ventana, un pasadizo secreto de esos que siempre encuentran los protagonistas en apuros... Pero nada hasta que...

Abrí los ojos de par en par, escuchaba más claramente a mi corazón retumbar que los pasos cada vez más cercanos del que fuese que se encontraba al otro lado de la puerta - Por favor, que sea eso, que sea eso... - fui musitando en voz baja mientras me acercaba rápidamente a unos tablones distintos al resto escondidos bajo un escritorio que no parecía pesar demasiado.

Aparté rápidamente el objeto sin preocuparme de hacer ruido o no, total, nos iban a pillar igual y casi me da algo cuando encontré el tirador de aquella trampilla - ¡Toma ya! - se me escapó en el mismo tono de antes mientras hacía un gesto de victoria con el brazo y tiraba para levantar una humareda de polvo y dejar a la vista unas angostas y húmedas escaleras de piedra.

Pero para aquel entonces no me había dado cuenta de que la puerta ya se había abierto...