Casting Mikhail A.Zaítsiev

Expresión seria, sentimientos enterrados, nada podía fallar, no podía delatarse. Mikhail salió de su habitación con su habitual cara sería, con ese gesto que había aprendido a llevar siempre y que pocas veces desaparecía de su rostro. Le había costado mucho tiempo ser capad de fingir aparentar indiferencia hacia todo como todos los curados hacían. Otro día más, otro día en ese mundo lleno de mentiras y de secretos. El castaño descendía las escaleras de la casa mientras que en su mente tarareaba una canción que no estaba permitida en el país pero que había debido escuchar a algún invalido. Si, era evidente que de su cabeza no iba a salir, que ni lo iba a tararear ni a cantar, pero pese a todo, al darse cuenta de lo que estaba tarareando mentalmente se asustó por lo poco precavido que era, asustado porque un mero despista, una sola nota y alguien se podría dar cuenta, se podían dar cuenta de que él no estaba curado. Las tres pequeñas marcas estaban bajo su oído, como las de cualquier otra persona curada, pero la cura no había hecho su efecto en él; Mikhail sentía amor, por lo que para todo el mundo de esa ciudad, estaba enfermo, o al menos para casi todos. Él era una de las pocas personas que pensaba que sentir no era una enfermedad, era algo bueno, algo que formaba parte de ellos y que no tenían que arrancárselo sin más; pero el gobierno había hecho bien su trabajo enseñando a todos desde pequeños que el amor es una enfermedad que hay que erradicar y que quien pensara lo contrario iba en contra de su país. Ir en contra de la cura significaba la muerte o el encierro de por vida por lo que todos que defendían esa idea tenían que llevarlo en secreto, como el castaño hacía todos los días.

Mikhail entró en la cocina como todas las mañanas, observando a su padre sentado a la mesa leyendo un periódico, mientras su madre le servia un poco de café en la misma taza de todas las mañanas. Dio los buenos días a sus padres con un tanto de indiferencia, como ellos mismo hicieron con él cuando se dieron cuenta de su presencia, aun que odiaba tratarles así. Tomó una tostada al mismo tiempo que se sentaba en la mesa y su hermana pequeña, Zvetlana entraba en la cocina. Miró a la cara de su hermana, tan llena de elegía como siempre, saludando enérgicamente y hablando sobre el examen que tenía ese día. Por una pequeña parte la envidiaba, aun no había cumplido los dieciocho año por lo que no la habían operado y no tenía que fingir como él que ya estaba curado, pero al mismo tiempo el castaño temía por su hermana; estaba claro que él no quería que la operasen, no quería correr el riesgo de que a ella si le hiciera efecto y dejara se sentir. Apartando los temores a lo más profundo de su corazón escuchó a su hermana sin decir nada, solo tomadose su tostada.

El castaño se levantó de la mesa y apoyó su mano en el hombro de su hermana. - Tranquila, te saldrá bien.- En verdad quería revolverla el pelo de forma cariñosa y decirla las mismas palabras pero con cariño, no de esa forma fría e indiferente. Lo pasó mal cuando su hermana Kiara se marchó a tierra salvaje, aun que lo prefería antes de que la operaran. Se despidió de su familia alegando que tenía que comprar unas cosas, mirando unos segundos a los ojos de su padre y asintiendo; una forma de decir que iría al consejo, pero antes necesitaba, respirar, relajarse, estar solo porque en unas pocas horas tendría que hablar con muchos hombres, todos curados que como le descubrieran le intentaría volver a “curar” o por ir en su contra le harían desaparecer, como a tantos otros antes que él.