Casting de Igor Sokolov

✖ Prueba de Rol

Amanecía en la ciudad del eterno sano juicio, y mientras las personas se levantaban y comenzaban su rutina diaria yo ya estaba en pie y llegando al que era el lugar de mi trabajo. Trabajaba para el gobierno, para el mismo organismo que odiaba y mientras me adentraba en sus entrañas con una taza de café de alguna marca famosa las personas a mi alrededor me daban calurosas bienvenidas. Respondí todas y cada una de ellas, a pesar de sentir más bien lastima por aquellos que no podían ver la realidad porque nosotros les habíamos quitado esa opción. Al entrar en mi oficina/laboratorio dejé caer la taza de café vacía al tarro de basura que se encontraba a un lado de la puerta. En la mesa junto con el ordenador no había siquiera una hoja fuera de su sitio, y solo dos cuadros denotaban mi único símbolo de individualidad. Una fotografía de una familia sonriente y feliz, un marido, una mujer y dos niños. En la otra fotografía, solo dos niños en una foto más actual me devolvían la sonrisa.

Me había casado con ella al cumplir los 23 años, cuando después de mi supuesta exitosa intervención una mujer me eligió a mi entre otros cinco hombres. No pensé sentir nada por ella al comienzo y solo la vi como una tarea más, sin embargo y producto de la aparente enfermedad del gobierno me había enamorado y decidido formar una familia. Mi divorcio se había hecho ya hace un año, y a pesar de ser poco común, mi apelación fue tomada en cuenta debido a mi estatus, mi fama y sobretodo mi padre. Otro científico, mucho más reconocido e importante que yo, así que me valí de su reputación tanto para entrar a trabajar aquí como para otras cosas.

Eran las 10 de la mañana cuando estaba la primera intervención del día y como yo estaba haciendo unas pruebas del sistema no podía perdérmela. O al menos eso es lo que había dicho que estaba haciendo. Mis últimos estudios mostraban la factibilidad de devolver la capacidad de sentir amor a las personas que habían sido exitosamente intervenidas, y era algo que muchas personas estaban esperando con bastante anhelo que yo consiguiera descubrir. En mi mano mi cuarto café del día que tuve que botar casi entero una vez entre en la delicada sala de la intervención. Un muchacho que me recordó a mi en esos años se prestaba para ser intervenido una segunda vez ya que la primera no había resultado ser tan satisfactoria. Ya había perdido ligeramente un tercio de la audición en el proceso y seguramente esta segunda intervención le dejaría otras secuelas ojala menos graves. No había sido tan inteligente como yo, más aun, seguramente no tuvo que vivir la misma vida que yo. Sin conocer a mi madre y viviendo con tres curados me fue no imposible desde niño ser un poco más frío que el resto, quizás mi pasión por la ciencia igualmente me alejó del contacto humano. Sin embargo lo que realmente marcó mi vida fue conocer a mi madre a los 15 años, en ese momento donde me obligaron a asistir a su pena de muerte y sus palabras que lejos de desmotivarme me dieron fuerzas para a mis cortos años inventar una forma de que mi intervención fuera todo un fracaso. Por supuesto que la tecnología entonces podía intervenirse y ahora ni por donde pudieras había forma de entorpecer una intervención. Sin embargo y a pesar de que no tenía un plan de acción hice parecer al mundo como que mi intervención había resultado. Suspiré mientras me cruzaba de brazos, seguramente este sería otro joven con falencias por causa de la intervención.