Casting Callum D. Kresing

✖ Prueba de Rol

Un destello rojizo en mitad de la noche captó su atención. Entornó la mirada y bajó de la patrulla, restándole importancia en cuanto su compañero lo interrogó —Sólo voy a dar una vuelta, para estar seguro, quédate aquí. La última vez que me acompañaste en campo abierto casi pierdo un brazo — ordenó en voz baja y con pasos apresurados y seguros se alejó de la iluminada calle hasta adentrarse en un pequeño sendero en el bosque, guiado por la intuición caminó unos metros más hasta ver de frente a la chica que había seguido.
La realidad de ambos contrastó de inmediato bajo la tenue iluminación de la luna en aquel reducido espacio libre de árboles. Allí estaba ella, con la pelirroja cabellera algo enmarañada, combinada con un aspecto considerado improlijo y rostro de no haber dormido lo suficiente; el regulador, por otra parte aún se encontraba fresco de la ducha que acababa de tomar y ambos intercambiaron miradas en silencio, como era costumbre en algunos de sus encuentros directos. Era casi una rutina desde el último par de años, Charlotte aparecía robando algo de provisiones, o camuflajeándose en el mar de gente en las calles, pretendiendo ser uno más de los curados que se dirigían al trabajo o a sus hogares, el regulador la veía pero nada tenía que decir al respecto. En ocasiones se encontraban de frente, por unos pocos minutos, siempre insuficientes para una conversación, pero bastantes como para que él pudiera delatarla.

Ambos abrieron levemente la boca, él tuvo el impulso de preguntarle si había asesinado a algún guardia para entrar, pero se contuvo, esa era información que tendría en las noticias matutinas o en unos cuantos momentos por el walkie-talkie. Él siempre tenía preguntas que hacerle, demasiadas que exigían pronta respuesta y sabía que era incapaz de hacerlas sin echarle en cara mucho de ello a… ¿su amiga? Esa era la razón principal por la que no las hacía, no quería discutir con ella porque la descubrirían y se la llevarían para interrogarla, o mucho peor.
—Call, Callum—escuchaba entre sueños la voz de Charlotte, lo cual resultaba imposible, ya que ella se había escapado un mes atrás, justo antes de la intervención.—¡Callum—un pequeño ruido en su ventana lo hizo sobresaltarse y despertar del todo, se frotó los ojos creyéndose víctima de una alucinación. ¿Era ese uno de los síntomas del deliria?

Realmente esperaba que no, menos con la forma tan aparatosa en la que ella había salido —¿Charlotte—preguntó confundido al verla luchar con la ventana, eso no podía ser un sueño—¿qué haces aquí?—inquirió con un tomo más tosco del que emplearía con ella usualmente—Creí que estabas…— consideró prudente no terminar con aquella oración y abrió la ventana para encararla.

—Vámonos—fue la respuesta automática de ella, lo que le hizo fruncir el ceño con desagrado—estoy con los carroñeros, y con algunos inválidos, podemos irnos ahora, o justo antes de tu operación, no queda tiempo…—siguió hablando la pelirroja apresuradamente mientras que la mueca desaprobatoria de Callum crecía progresivamente; los carroñeros eran la peor clase de personas, de un nivel mucho más salvaje que los inválidos e, independientemente de ello, le parecía ridícula la idea de escapar a Tierra Salvaje siguiendo un ideal en el que no creía, abandonando todas las comodidades que tenía a la mano con el simple hecho de abrir la boca, exponiéndose a que algún regulador los atrapara o que otro carroñero decidiera acabar con ellos —es más sencillo de lo que parece, todo está planeado y tengo refuerzos para que nos vayamos juntos.

“Juntos”, esa palabra se quedó haciendo eco en su cabeza por unos cuantos segundos. Porque ese desde un principio había sido el plan. Después de la operación, en cuanto ambos terminaran sus estudios, Charlotte y Callum se casarían, siguiendo toda norma; lo cual a él le parecía idóneo, jamás habría pensado en alguien mejor que ella. El único plan hasta el día que la pelirroja escapó sin avisar o dar claros indicios de ello. Una noticia nada grata para Portland, para el país y mucho menos para su joven amigo.

—No— respondió después del incómodo silencio que se estuvo forjando en mitad de sus cavilaciones, una respuesta decidida, resuelta y que él no tomó en consideración en ningún momento. Dejar Portland para vivir como un fugitivo jamás fue el ideal de Callum, la seguridad de tener una vida planeada era lo mejor de lo que disponía USA, los índices de criminalidad y desempleo decrecieron considerablemente. Abandonar esa soltura por el tal “amor” era una broma de pésimo gusto.

Alzó levemente las cejas invitándola a decir algo y al no recibir respuesta de su parte se guardó las manos en los bolsillos—No salgas por la calle principal—. indicó en un tono monótono de voz, ella hizo ademán de acercase un paso, mismo que el retrocedió antes de dar media vuelta y regresar.

No la iba a delatar esa noche tampoco, como no lo había hecho en ninguna de las anteriores.