Alexandra Marie Lawrence

PERSONALIDAD

La forma de ser de Alexandra es rebelde por naturaleza. Desde pequeña le hizo ver a todo el mundo que no aceptaba las órdenes que considerara absurdas o poco interesantes para ella, y además que sabía apañárselas ella sola sin apenas recibir ayuda. Le gusta ser independiente para no tener que estar a cargo de nadie y aprender a manejarse sola. Se podría decir que es una mujer valiente, aunque tal vez imprudente algunas veces en las que se deja llevar por las emociones. Es una chica solitaria desde que perdió a la única familia que le quedaba, y no tiene intención de cambiarlo.
No tiene amigos propiamente dichos, ya que es demasiado desconfiada para eso y nadie ha tenido la suficiente paciencia para esperar a conocerla como es realmente. En el fondo es una chica simpática a la que le gusta sonreír, pero la vida le ha dado duros golpes que la han llevado a ser como es y no será fácil recuperar su "yo" escondido.
En cuanto al amor, nunca lo ha sentido, al menos en lo referente a querer a alguien como pareja, pero lo considera un derecho fundamental y algo que, aunque ella lo evite, debe ser hermoso. Por su parte, teme enamorarse, ya que ha perdido a todos sus seres queridos, pero en el fondo le gustaría hacerlo. Considera que lo que hace el Gobierno con los ciudadanos es un acto de represión terrible e inhumano, y por ello no duda en luchar con uñas y dientes por lo que cree. Siente asco hacia aquellos que han sido "curados" sin oponer resistencia alguna, y un odio profundo hacia todos aquellos que manejan el proyecto.
No se considera una asesina, simplemente una persona justa. Cuando mata, no lo hace por placer, sino por la necesidad de defender sus ideales y los derechos de las personas que están siendo brutalmente aplastados por la gente que les gobierna.

HISTORIA

Alexandra nació en Portland hace algo más de veintidós años en el seno de una pareja que se mantenía en contra del gobierno, aunque de forma pacífica. Se amaban con locura y simplemente había que ver la expresión de felicidad en sus rostros cuando se miraban para comprender que era imposible que aquello fuera una enfermedad. Antes del nacimiento de Alex, ya contaban con otro hijo de tan solo cinco años. Andrew, el hermano mayor de la pequeña, al cual adoraba. Sus padres pertenecían al grupo de los llamados "inválidos", gente incapaz de concebir un mundo sin amor, y mucho más de ver este como una enfermedad. Vivían en las Tierras salvajes manifestándose de vez en cuando en Portland con la idea de hacer ver a la sociedad, el gran error que estaban cometiendo. Un mal día de lluvia, los niños permanecieron como siempre en su hogar, en las Tierras salvajes, mientras sus padres acudían a la ciudad a luchar por lo que creían, y tras un par de días sin noticias de ellos, recibieron la horrible noticia de que ambos habían muerto por defender sus ideales. El joven Andrew, que tenía ya diecinueve años, no soportaba la idea de quedarse de brazos cruzados, por lo que dejó a su hermana jurándole que volvería y se marchó a la ciudad con sed de venganza y justicia. Alexandra no volvió a saber más de él. Robert Burke, un hombre que había sido amigo de sus padres desde siempre cuidó de ella y trató de averiguar algo de su hermano, pero la misión no tuvo éxito. No había señales de que hubiera muerto, sin embargo, tampoco había rastro de él. Pocos años después, Robert murió a causa de una enfermedad que solo podría curar si volvía a la ciudad, pero si lo hacía sería sometido a "la cura" por lo que prefirió morir en Tierras salvajes. Alexandra perdió así al último ser querido que le quedaba, y así fue como con solo dieciocho años de edad decidió dejar el bando pacífico y se unió a los carroñeros con el deseo de hacer pagar al Gobierno, todo lo que le habían arrebatado. Se convirtió en una mujer fuerte, no vacilaba a la hora de matar a alguien sin con ello defendía lo que creía justo, por lo que no lo consideraba asesinato, simplemente justicia. Mucha gente de las Tierras salvajes que la conocían desde pequeña le ofrecieron su ayuda y apoyo, pero ella los rechazó, prefería la soledad y la certeza de que si no amaba a nadie, no perdería a más seres queridos y el Gobierno no podría arrebatarle más que la propia vida.