No one left to fight [Mercy]

Mis manos se encontraban manchadas de sangre, no era nada extraño para mi pues era cosa de todos los días. Acabar con la vida de las personas era tan fácil para mi pero claro, en un principio si me costo mucho hacerlo pero lo hacia por una causa que creía justa; de todos modos esas personas a las cuales no dejaba respirar mas, ya no tenían ninguna capacidad para sentir algo que, yo creí, que todos tenían derecho a tener. No debería mandar guardias por nuestro territorio, era nuestro en cada uno de sus aspectos y gente idiota solo se aventuraba en este lugar sabiendo el destino que les tocaría vivir si no formaban parte de nuestro bando. Camine por el bosque tranquilo y relajadamente, no tenia ninguna preocupación en ese instante pues ya no presencia ningún peligro; deje a mi hermano descansar en uno de nuestros refugios y seguí caminando, el sueño aun no llegaba a mi, raras veces dormía por mas que me encantara hacerlo… simplemente no podía mantener los ojos cerrados por mucho tiempo, vivía en constante adrenalina.

Fui al rio a “limpiar” mis manos pero no me apetecía quedarme en ese lugar. Mis pies me encaminaron a paso ligero hasta los hogares abandonados; el nombre que tenían en realidad no eran ciertos pues muchas personas habitaban esas pequeñas casas, claro, solo llegar a dormir ya que siempre es bueno tener un techo sobre uno durante la noche. Abrí la puerta de a poco y entre al lugar asegurándome de que su estructura fuese lo suficientemente estable, no quería morir aplastado por sus muros aunque, yo no sentía dolor físico por la enfermedad que tenia. Observe todo el ambiente de aquella vieja casa a detalle y di un par de pasos hasta llegar a unos viejos retratos postrados en la pared ¿Quién seria aquella familia tan feliz de la pintura? O tal vez solo aparentaban felicidad. Fuese lo que fuese, a mi no me importaba, si bien me recordó a mi familia; la familia que perdí desde la muerte de mi madre pues luego de eso, no cuento los años en los que viví con mi padre ya que luego nos abandono. Definitivamente lo único que tenia a perder era mi hermano menor.

Me asome por la ventana, el cielo estaba nublado y dentro la poco comenzaría a llover, genial, tendría que pasar la noche en este lugar aunque un poco de agua no le hacia daño a nadie, solo tocaba esperar un poco. Pase mis dedos sobre los muebles de la casa, el polvo estaba presente. Me tumbe en el sofá cerrando los ojos por un momento mientras esperaba a que la lluvia pasara. Tal vez perdí la noción del tiempo y caí inconsciente en ese estado de reposo que la personas describían como, dormir.

Otra vez me adentraba sola en el bosque, en tierra salvaje a la que había pertenecido en un pasado siendo inválida. El paisaje, el ambiente, el aire, el olor, los ruidos y muchas otras cosas más me recordaban a mis diecineuve años allí vividos. ¿Me causaba algo estar allí? Casi nada. La tierra salvaje solo me recordaba a los errores que mis padres habian cometido, y a los errores que muchos estaban cometiendo. Los carroñeros eran crueles, tanto que los científicos consideraban que era otro síntoma más de deliria, en lugar de mero esfuerzo por sobrevivir. Los inválidos sobrevivían como podían. Era absurdo pensar que se estaban arruinando así sus vidas cuando bien podrían regresar a Portland para sobrellevar una vida normal, sin tantas complicaciones. Pero claro, algunos no soportaban vivir sin amor. Absurdo.

Caminé serenamente, desviándome del camino principal de los militares para ir hacia los hogares abandonados donde, cuando era niña, pasaba noches enteras con mis padres, aunque siempre nos trasladábmos por precaucion. Llevaba conmigo mi arma de fuego, siempre tenía que estar lista para cuando alguna urgencia se diera, pero de igual modo me tenia confianza porque conocía muy bien aquellos lugares. Si bien estaba tranquila, por dentro estaba cabreada debido a la discusión que había tenido con mi abuelo frente a dos miembros más del consejo. Mi propio abuelo estaba permitiendo cuestionamientos en mi tarea con proteger la forontera. Eso me ponía los pelos de puntas. Decían que cada vez habían más fallas y que debia controlar más la situación, me habían dado una regañada en realidad. Yo siempre trataba de que así sea, estaba pendiente de las tareas de seguridad pero por alguna extraña razón -o con ayuda de algunas personas- más jóvenes llegaban a escapar.

Me sorprendi con la lluvia que empezó a caer de a poco para luego ir aumentando. No me importaba mojarme pero aún así decidí buscar un sitio donde meterme para evitar quedar completamente empapada. Caminé más hasta que vi un par de casas, elegí una sin detenerme a pensarlo. Observé el interior, corrí mi cabello mojado y presté atención a donde había entrado. Viejo, algunos muebles destruidos, tierra y al mirar el suelo pude ver huellas de una persona... ¿Había alguien más allí? Seguí investigando y note en la sala a un joven, al que reconocí inmediatamente. ―¿Qué haces aquí?― pregunté con la voz un poco apagada y algo sorprendida. Era Deimos, mi amigo Deimos... Ahora, mi ex amigo, estaba claro.