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Lo que esconde el olvido [Mercy]
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Lo que esconde el olvido [Mercy]
Eran ya cerca de las seis de la tarde cuando la alarma de mi móvil sonó avisándome que la hora de salir estaba próxima. No era común en mi y sin duda era incluso extraño tener que dejar la oficina cuando había tanta luz del sol colándose aun por la ventana, incluso parecía anti natural hacerlo. Pero compromisos eran compromisos y yo no era conocido por fallarlos aun fuera con la misma persona que me estaba investigando. Mercy Thurson parecía una mujer determinada y estaba seguro que no iba a desistir hasta que revisara cada aspecto de mi vida para cumplir con los requerimientos de su abuelo. Ese hombre era incluso más determinado que yo y me hacía preguntarme si él realmente se encontraría bien operado, siempre me pareció que su forma de actuar carecía de esa frialdad y pragmatismo con la que los curados actúan. Pero bien sabía que sería imposible intentar someter a un miembro del consejo a una investigación acuciosa si no era otro miembro quien dudara. Empecé ahora ya a apagar mis equipos y no me llevé nada de trabajo para la casa, estaba seguro que no iba a tener tiempo siquiera de mirarlo, preferí dejar todo ordenado aquí y derramar la ultima taza de café del día por el lavabo del baño.
Bajé por el ascensor tamborileando mis dedos en mi pantalón como siguiendo una melodía clásica de rock que tenía en mi cabeza. No podía realmente escuchar aquella música mientras trabajaba puesto que no me concentraba y hacía todo lo contrario, desconcentrarme de mi meta. La vida de un científico loco no era tan sencilla como pudiera esperarse. Llegué al sótano y caminé apenas solo unos cuantos pasos hasta el estacionamiento de mi BMW M3 Sedan, dado que era un personaje importante tenía ciertas garantías y una de ellas era derecho a estacionamiento preferencial. Pisé la plaquita que contenía mi nombre al ir hacia la puerta del piloto y encenderlo para salir de allí. El viaje dura cerca de 20 minutos desde el laboratorio a la casa, 30 minutos si es que hay trafico cuya circunstancia era la actual. Esta era la hora donde los niños salían del colegio y sus curados padres responsables salían a buscarlos, no porque les importara, sino porque no querían que salieran por ahí haciendo problemas y tener que buscarlos a la comisaria luego por andar tomados de las manos o dándose besos en las calles. Los reguladores tenían más trabajo a esta hora que después de medianoche.
Mi piso estaba solitario al llegar, aun faltaban 20 minutos en mi reloj para que llegara Thurson y realmente no tenía mucho que hacer mientras la esperaba. Mi departamento estaba limpio, especialmente hoy, tenía una señora que venía a hacer el aseo dos veces por semana y hoy era uno de esos días. Como nunca estaba en la casa, nunca tenía la real opción de ensuciar, quizás hoy fuera diferente. Me acerqué a la cocina y revisé los menú de los locales de comida que estaban por aquí cerca y de donde pedía mi dosis diaria de alimentación. Nunca aprendí a cocinar, ni siquiera por necesidad, y estaba seguro de que si prendía la cocina iba a terminar incendiando todo y no me daba la gana poner en peligro mi vida y la de mis vecinos con algo que sabía no iba a lograr dominar.
Última edición por Igor L. Sokolov el Lun Oct 29, 2012 1:11 am, editado 1 vez
Igor L. Sokolov- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 20/09/2012
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Mi abuelo caminó de un lado a otro por su oficina, con ambas manos en sus bolsillos y con una despreocupación que lo hacía parecer más joven. Yo estaba sentada junto a un gran ventanal con las piernas cruzadas, mirando a Byron en la espera de que dijera algo pero nada, parecía estar pensando en qué órdenes darme. Le había contado de mi visita a Sokolov pero se frustró al saber que no tenía mucha información y que solo había conseguido sus trabajos. Es astuto, dijo sin más y ahí estaba todavía dándole vueltas al asunto. Mi abuelo sí que tenía algo en contra del doctor, era rencoroso, todavía le molestaba los problemas que le había dado a hacer tres años con mi intervención, Byron no soportaba cuestionamientos en sus decisiones y estaba más que claro que no le había agradado que Igor hubiera intentando poner al consejo en su contra.
Miré mi reloj y me puse de pie lentamente, ya que mi abuelo no decía nada yo no iba a quedarme mirando como daba vueltas como perro buscando su cola. Me despedí y antes de cerrar la puerto lo escuché hablarme Ve a su casa, mientras más cerca estés, mejor. Ten cerca a tus amigos y más aún a tus enemigos, era lo que me estaba diciendo en otras palabras. Me hizo una seña con su mano, luego me daría algunas ordenes pero era mejor dejarlo pensar solo. Cerré la puerta finalmente y me fui a terminar algunos asunto a la frontera. Era mi trabajo asegurarme de que todo estaba yendo bien pero en los últimos días me había encontrado con fallas en la seguridad en la zona este de las torres de vigilancia. Militares habían visto a salvajes cruzando de Portland a tierra salvaje y para el colmo se les habían escapado.
Luego de ir a la frontera volví a mi departamento, me di un baño y me preparé apurada para ir a casa de Sokolov. Jamás llegaba tarde a ningún lado, pero esa tarde me había ocupado mucho en algunas cosas de la frontera. Luego de estar lista tomé las mismas cosas que había llevado en la mañana a su oficina y salí a buscar mi automóvil para llegar cuanto antes.
No traía conmigo la dirección que me había entregado Igor pero bien sabía dónde estaba su departamento, lo tenía anotado en el gps y llegaría fácil, siguiendo los órdenes de esa desesperante voz femenina. Luego de más de quince minutos llegué al edificio del doctor y estacioné mi auto en un lugar donde pudiera sacarlo sin problemas después, todavía estaba aprendiendo a estacionar.
Subí las escaleras del edificio y al llegar a la puerta de su casa toqué el timbre, teniendo la sensación de deja vú, estaba ahí parada como lo había estado afuera de su oficina, aunque seguramente sería diferente el recibimiento. Bueno, mi visita era esperada y no creía que recibiera jóvenes asistentes en su casa, ¿o sí?
Miré mi reloj y me puse de pie lentamente, ya que mi abuelo no decía nada yo no iba a quedarme mirando como daba vueltas como perro buscando su cola. Me despedí y antes de cerrar la puerto lo escuché hablarme Ve a su casa, mientras más cerca estés, mejor. Ten cerca a tus amigos y más aún a tus enemigos, era lo que me estaba diciendo en otras palabras. Me hizo una seña con su mano, luego me daría algunas ordenes pero era mejor dejarlo pensar solo. Cerré la puerta finalmente y me fui a terminar algunos asunto a la frontera. Era mi trabajo asegurarme de que todo estaba yendo bien pero en los últimos días me había encontrado con fallas en la seguridad en la zona este de las torres de vigilancia. Militares habían visto a salvajes cruzando de Portland a tierra salvaje y para el colmo se les habían escapado.
Luego de ir a la frontera volví a mi departamento, me di un baño y me preparé apurada para ir a casa de Sokolov. Jamás llegaba tarde a ningún lado, pero esa tarde me había ocupado mucho en algunas cosas de la frontera. Luego de estar lista tomé las mismas cosas que había llevado en la mañana a su oficina y salí a buscar mi automóvil para llegar cuanto antes.
No traía conmigo la dirección que me había entregado Igor pero bien sabía dónde estaba su departamento, lo tenía anotado en el gps y llegaría fácil, siguiendo los órdenes de esa desesperante voz femenina. Luego de más de quince minutos llegué al edificio del doctor y estacioné mi auto en un lugar donde pudiera sacarlo sin problemas después, todavía estaba aprendiendo a estacionar.
Subí las escaleras del edificio y al llegar a la puerta de su casa toqué el timbre, teniendo la sensación de deja vú, estaba ahí parada como lo había estado afuera de su oficina, aunque seguramente sería diferente el recibimiento. Bueno, mi visita era esperada y no creía que recibiera jóvenes asistentes en su casa, ¿o sí?
Mercy L. Thurson- Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 19/09/2012
Edad : 32
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Dentro de todos los menú que tenía, no había ninguno que me llamara la atención para comer hoy. Estaba seguro que Mercy se quedaría a cenar y estaba seguro que no sería específicamente porque me demoraría en explicarle los detalles, sino porque ella estaba más interesada en investigarme en cada aspecto de mi vida. Lo había vivido hace un par de años atrás, cuando tuve mi primera visita de un investigador a mi oficina, me había puesto tan nervioso que le había derramado café encima, menos mal luego supe como moverme en frente de ellos antes que me descubrieran. No pude evitar notar que un furgón se estacionó fuera de mi casa durante tres días seguidos y sus ocupantes no hicieron nada más que quedarse dentro durante tres días. Tendría que ser un idiota para no darme cuenta que me estaban vigilando, aunque los años me dijeron que nunca han conseguido nada mio completamente importante, al menos he sabido cubrir mis huellas.
Tomé una guía telefónica y revisé otras tiendas de comida que pudieran estar ubicadas cerca de mi casa, cuando escuché el timbre. Me levanté desde la cocina americana y caminé con paso normal a la puerta, abriéndola para encontrarme con Thurson parada ahí. Pero a diferencia de esta mañana que cuando abrí la puerta no reparé en ella, ahora si lo hacía, y a pesar que estaba igual de seria que en la mañana ahora tenía un estilo mucho más desarreglado, se notaba que había salido con prisa de su casa, todo para llegar a tiempo. Yo no estaba mucho mejor que ella, ni menos mejor que esta mañana, ahora sin mi bata de trabajo vestía unos pantalones de tela azul oscuro, una camisa blanca con las mangas hasta los codos y la corbata ligeramente más abajo de donde debía estar, seguramente para abrir el botón de la camisa en el cuello. Me hice a un lado y le permití el paso a mi hogar -adelante señorita Thurson, espero no se haya topado con mucho trafico camino aquí- pregunté como para pretender que en realidad era una conversación amena de dos curados que se están encontrando por razones lógicas, como siempre era que se juntaban.
Cerré la puerta cuando hubo entrado y en vez de guiarle o algo, dejé que ella misma deambulara por mi depto mientras yo caminaba hasta donde estaba el sofá -¿puedo ofrecerle algo de beber? ¿un jugo? ¿una bebida?- pregunté encendiendo la televisión que tenía en frente de los sillones y apretándole un par de botones para dejarla lista de modo de que pudiéramos ver la información que había copiado en la memoria de Mercy temprano en la mañana. -La memoria- dije caminando hacia ella y estirando mi mano para que me la entregara, si íbamos a fingir ambos, teníamos que fingir bien y dudaba que no hubiera traído la memoria si era para eso que venía.
Tomé una guía telefónica y revisé otras tiendas de comida que pudieran estar ubicadas cerca de mi casa, cuando escuché el timbre. Me levanté desde la cocina americana y caminé con paso normal a la puerta, abriéndola para encontrarme con Thurson parada ahí. Pero a diferencia de esta mañana que cuando abrí la puerta no reparé en ella, ahora si lo hacía, y a pesar que estaba igual de seria que en la mañana ahora tenía un estilo mucho más desarreglado, se notaba que había salido con prisa de su casa, todo para llegar a tiempo. Yo no estaba mucho mejor que ella, ni menos mejor que esta mañana, ahora sin mi bata de trabajo vestía unos pantalones de tela azul oscuro, una camisa blanca con las mangas hasta los codos y la corbata ligeramente más abajo de donde debía estar, seguramente para abrir el botón de la camisa en el cuello. Me hice a un lado y le permití el paso a mi hogar -adelante señorita Thurson, espero no se haya topado con mucho trafico camino aquí- pregunté como para pretender que en realidad era una conversación amena de dos curados que se están encontrando por razones lógicas, como siempre era que se juntaban.
Cerré la puerta cuando hubo entrado y en vez de guiarle o algo, dejé que ella misma deambulara por mi depto mientras yo caminaba hasta donde estaba el sofá -¿puedo ofrecerle algo de beber? ¿un jugo? ¿una bebida?- pregunté encendiendo la televisión que tenía en frente de los sillones y apretándole un par de botones para dejarla lista de modo de que pudiéramos ver la información que había copiado en la memoria de Mercy temprano en la mañana. -La memoria- dije caminando hacia ella y estirando mi mano para que me la entregara, si íbamos a fingir ambos, teníamos que fingir bien y dudaba que no hubiera traído la memoria si era para eso que venía.
Igor L. Sokolov- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 20/09/2012
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
El doctor Sokolov abrió la puerta y yo solo le dediqué una mirada antes de ingresar a su departamento. Su pinta era distinta, parecía más relajado y cómodo pero era lógico porque estaba en su casa, cada quien con sus comodidades. Me encontré con una buena imagen de él y tan despreocupada que me llegué a preguntar si no estaba perdiendo mi tiempo en ese lugar, no parecía estar ni un poco nervioso con la visita de quien va con ganas de investigarlo. Bien, si es que sabía actuar me costaría un poquito lograr lo que quería con él. ― Permiso.― dije al terminar de ingresar y sentir que cerraba la puerta a mis espaldas.
Como en su oficina, eché un vistazo rápido por la sala de estar de su departamento. Estaba bien aseado, y tenía muebles más elegantes y modernos que los que yo tenía en mi hogar. Debía reconocer que tenía buen gusto y tenía un poco de envidia, pero yo no estaba para analizar con qué lujos vivía. Volteé a mirarlo un momento para responder. ― No, el tráfico está bien. Lamento si llegué tarde.― de reojo observé un reloj digital que Igor tenía en su casa: 19.12. Doce minutos tarde, qué va, manejaba más lento de lo que me imaginaba. ― Su hogar es lindo, Sokolov.― caminé hasta la ventana y observé la calle donde había dejado mi automóvil estacionado. Volví y sonreí observando la enorme pantalla que tenía. ― Tiene un cine en su propia sala. Aunque con lo que sé de usted puedo asegurar que esta televisión está más de adorno que otra cosa.― bromeé un poco aunque segura de lo que decía. Sokolov no me daba a ver que era de esos hombres que tenía mucho tiempo libre como para ver televisión, quizá para él aquello resultaba una pérdida de tiempo cuando habían cosas mejores que hacer, como por ejemplo mejorar las intervenciones. De todas formas no se perdía nada importante.
― Jugo, por favor.― busqué entre mis cosas la memoria y se la entregué rápidamente para luego tomar asiento en el sofá negro y largo. En esos momentos recordé en que no había comido nada en todo el día, solo mi desayuno y apenas un poco agua mientras esperaba en la oficina de mi abuelo. Últimamente me alimentaba muy mal, pero ya ni recordaba tener hambre a veces porque siempre habían cosas para hacer. ― Gracias por ofrecerse a recibirme en su casa, no estoy acostumbrada a hacer este tipo de visitas.― para nada estaba acostumbrada, ni siquiera para esas investigaciones. Mi rutina era de mi hogar al trabajo, del trabajo a la oficina de Byron o tal vez a su casa y de allí a la mía otra vez, no pasaba por mi cabeza otro destino posible, ni mucho menos trabajar en lugares... bueno, cómodos como ese.
Como en su oficina, eché un vistazo rápido por la sala de estar de su departamento. Estaba bien aseado, y tenía muebles más elegantes y modernos que los que yo tenía en mi hogar. Debía reconocer que tenía buen gusto y tenía un poco de envidia, pero yo no estaba para analizar con qué lujos vivía. Volteé a mirarlo un momento para responder. ― No, el tráfico está bien. Lamento si llegué tarde.― de reojo observé un reloj digital que Igor tenía en su casa: 19.12. Doce minutos tarde, qué va, manejaba más lento de lo que me imaginaba. ― Su hogar es lindo, Sokolov.― caminé hasta la ventana y observé la calle donde había dejado mi automóvil estacionado. Volví y sonreí observando la enorme pantalla que tenía. ― Tiene un cine en su propia sala. Aunque con lo que sé de usted puedo asegurar que esta televisión está más de adorno que otra cosa.― bromeé un poco aunque segura de lo que decía. Sokolov no me daba a ver que era de esos hombres que tenía mucho tiempo libre como para ver televisión, quizá para él aquello resultaba una pérdida de tiempo cuando habían cosas mejores que hacer, como por ejemplo mejorar las intervenciones. De todas formas no se perdía nada importante.
― Jugo, por favor.― busqué entre mis cosas la memoria y se la entregué rápidamente para luego tomar asiento en el sofá negro y largo. En esos momentos recordé en que no había comido nada en todo el día, solo mi desayuno y apenas un poco agua mientras esperaba en la oficina de mi abuelo. Últimamente me alimentaba muy mal, pero ya ni recordaba tener hambre a veces porque siempre habían cosas para hacer. ― Gracias por ofrecerse a recibirme en su casa, no estoy acostumbrada a hacer este tipo de visitas.― para nada estaba acostumbrada, ni siquiera para esas investigaciones. Mi rutina era de mi hogar al trabajo, del trabajo a la oficina de Byron o tal vez a su casa y de allí a la mía otra vez, no pasaba por mi cabeza otro destino posible, ni mucho menos trabajar en lugares... bueno, cómodos como ese.
Mercy L. Thurson- Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 19/09/2012
Edad : 32
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Recién cuando mencionó sus disculpas por llegar tarde dirigí mi mirada hacia el reloj viendo su ligero atraso que en realidad estaba dentro de los parámetros, encima que mi hora era referencial para que no fuera llegar antes. Negué moviendo la mano como para decirle de esa manera que no había sido nada y que no se preocupara, aunque sabía que no lo haría, después de todo era una curada. Pasee mi mirada por el lugar estando minimamente de acuerdo, porque el estilo tan modernista del lugar tampoco iba mucho conmigo, viví con padres curados toda mi vida y me acostumbre al estilo sobrio redundante de por aquí. Por un momento me perdí de su vista, al menos mi rostro, cuando tomé su memoria y me fui a conectarla atrás en mi televisor inmediatamente apareciendo en la pantalla los documentos e imágenes con las que le iba a explicar. Sonreí mirándola sobre mi hombro a su comentario sobre mi cine en la sala y todo el resto que me dijo -¿soy tan obvio?-.
Me reí jugando con el control de la televisión buscando algo que poner o con lo primero que empezaríamos -contraté a una decoradora de interiores, así que el merito no es nada mio- apunté espacios con obviedad de toque femenino del cual mi hogar carecía por el momento -la decoradora era incurada y se me hace bastante extremo lo que hizo pero para lo que uso el departamento que es dormir. Pero si veo películas, o las veía antes, ahora no parece que tenga tiempo- comenté caminando hacia ella y dejando el control remoto en sus manos para dirigirme al refrigerador y darle una botella de jugo que siempre tenía ahí. Apunté a los sofá -póngase cómoda- y tomé el teléfono para llamar a un servicio de comida. No fue que le hubiera escuchado su estomago gruñir, sino el mio propio y siempre era mejor fingir sin hambre para estar completamente concentrado.
Me demoré un poco, dejándola prácticamente sola y sin observación mientras ordenaba y preguntaba sobre precios y tamaños de las porciones que iba a ordenar. Terminé pidiendo el equivalente en comida para tres personas, solamente porque yo solía comer mucho y no sabía si esta curada estaba cuidando su dieta o le daba eso lo mismo y comía como gente normal. Con las mujeres eso nunca se sabe. Volví a su lado y me senté a su lado, guardando el espacio entre los dos. -Es mi placer, esta casa tampoco recibe muchas visitas, así que también estoy algo descuidado en recibimientos, me tendrás que disculpar- dije mirándola y fijándome lo guapa que se veía en una situación relajada. No es que no me hubiera dado cuenta lo guapa que era antes, sino que ahora, con el pelo un poco enmarañado por esto de tenerlo semi mojado daba un atractivo incluso algo salvaje.
Me reí jugando con el control de la televisión buscando algo que poner o con lo primero que empezaríamos -contraté a una decoradora de interiores, así que el merito no es nada mio- apunté espacios con obviedad de toque femenino del cual mi hogar carecía por el momento -la decoradora era incurada y se me hace bastante extremo lo que hizo pero para lo que uso el departamento que es dormir. Pero si veo películas, o las veía antes, ahora no parece que tenga tiempo- comenté caminando hacia ella y dejando el control remoto en sus manos para dirigirme al refrigerador y darle una botella de jugo que siempre tenía ahí. Apunté a los sofá -póngase cómoda- y tomé el teléfono para llamar a un servicio de comida. No fue que le hubiera escuchado su estomago gruñir, sino el mio propio y siempre era mejor fingir sin hambre para estar completamente concentrado.
Me demoré un poco, dejándola prácticamente sola y sin observación mientras ordenaba y preguntaba sobre precios y tamaños de las porciones que iba a ordenar. Terminé pidiendo el equivalente en comida para tres personas, solamente porque yo solía comer mucho y no sabía si esta curada estaba cuidando su dieta o le daba eso lo mismo y comía como gente normal. Con las mujeres eso nunca se sabe. Volví a su lado y me senté a su lado, guardando el espacio entre los dos. -Es mi placer, esta casa tampoco recibe muchas visitas, así que también estoy algo descuidado en recibimientos, me tendrás que disculpar- dije mirándola y fijándome lo guapa que se veía en una situación relajada. No es que no me hubiera dado cuenta lo guapa que era antes, sino que ahora, con el pelo un poco enmarañado por esto de tenerlo semi mojado daba un atractivo incluso algo salvaje.
Igor L. Sokolov- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 20/09/2012
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Miré la enorme pantalla y me encontré con las mismas cosas extrañas que había visto antes, lo entendía un poco pero algunos gráficos y números me parecían difíciles de comprender. Pero pronto entendería, para eso estaba ahí. Habló de la decoradora de interiores mientras yo seguía observando su departamento. A mi en particular me parecía bien porque tenía lo justo, no como otros lugares que estaban cargados de cosas sin sentido. Además la iluminación quedaban genial con la poca luz que quedaba de la tarde por las ventanas.
Tomé el control remoto, llegó la con la botella de jugo y me senté en el sofá. Sokolov se perdió en otra habitación de su departamento así que aproveché para jugar con el control y la información que mostraba la pantalla. Como ya había pensado, no tenía ni idea de esas investigaciones, lo mejor sería dejar que él mismo me enseñara lo que hacía en cada caso. Seguí mirando algunas cosas en la pantalla y bebí un poco de jugo con calma, era mi primer momento de tranquilidad en todo el día. Coloqué la botella sobre la mesa que tenía en frente junto con mis cosas y saqué mis apuntes. En ese momento, observé en la pantalla que había pasado cierta información en la que me pareció ver mi nombre. Fruncí el ceño y presté atención a que Sokolov tenía datos de sus pacientes, seguramente a los que él había intervenido y entre ellos estaba mi nombre con datos de la intervención. Parecía ser un caso especial ya que tenía algunas cosas marcadas en color rojo. Dejé la pantalla congelada ahí y desvié la mirada por la sala otra vez, buscando algo que me diera alguna información pero no había nada, digno departamento de un soltero, ni siquiera tenía fotografías de sus hijos como había visto en su oficina.
Sentí que se acercaba y dejé de lado mi distracción para concentrarme en la investigación que tenía que hacer. ― Su recibimiento estuvo muy bien.― dije con amabilidad sonriendo un poco. ― Como ve, encontré algo curioso en su información.― le hablé señalando la pantalla sin desviar la vista hacia ella. ― Me gustaría hablar de eso, acerca de las intervenciones que ha realizado.― sabía que el consejo debía de tener aquella información también, pero qué mejor que él mismo me explicara su experiencia. ― Pero antes de eso...― busqué otros documentos entre mis cosas y releí información de Sokolov. ― Quiero hacerle preguntas más personales si no le importa. Sé que desde muy joven tuvo la oportunidad de presenciar intervenciones y ha sido testigo de la falla de dos. ¿Qué puede decirme de ese día? Debió de pensar en muchas cosas, todavía era un incurado para entonces.― esas intervenciones llamaban la atención de varios del consejo, mucho más con saber que un incurado andaba cerca, nos les traía buena espina por así decirlo pero luego desde que Igor fuera curado habían dejado cualquier dudas a un lado. No le estaba haciendo esa pregunta porque tuviera que investigar esas casos sino por empezar por algún lado a cuestionar cosas que leía en sus documentos, el cual era muy extenso.
Lo observé detenidamente y me apoyé un poco en el respaldar del sofá, a la espera de oír su respuesta. Sokolov era muy inteligente sin duda, desde joven había tenido la oportunidad de presenciar intervenciones, incluso siendo un incurado y apenas finalizado el instituto, científicos así habían pocos, era un gran logro pero una lástima de que un miembro del consejo desconfiara de él.
Tomé el control remoto, llegó la con la botella de jugo y me senté en el sofá. Sokolov se perdió en otra habitación de su departamento así que aproveché para jugar con el control y la información que mostraba la pantalla. Como ya había pensado, no tenía ni idea de esas investigaciones, lo mejor sería dejar que él mismo me enseñara lo que hacía en cada caso. Seguí mirando algunas cosas en la pantalla y bebí un poco de jugo con calma, era mi primer momento de tranquilidad en todo el día. Coloqué la botella sobre la mesa que tenía en frente junto con mis cosas y saqué mis apuntes. En ese momento, observé en la pantalla que había pasado cierta información en la que me pareció ver mi nombre. Fruncí el ceño y presté atención a que Sokolov tenía datos de sus pacientes, seguramente a los que él había intervenido y entre ellos estaba mi nombre con datos de la intervención. Parecía ser un caso especial ya que tenía algunas cosas marcadas en color rojo. Dejé la pantalla congelada ahí y desvié la mirada por la sala otra vez, buscando algo que me diera alguna información pero no había nada, digno departamento de un soltero, ni siquiera tenía fotografías de sus hijos como había visto en su oficina.
Sentí que se acercaba y dejé de lado mi distracción para concentrarme en la investigación que tenía que hacer. ― Su recibimiento estuvo muy bien.― dije con amabilidad sonriendo un poco. ― Como ve, encontré algo curioso en su información.― le hablé señalando la pantalla sin desviar la vista hacia ella. ― Me gustaría hablar de eso, acerca de las intervenciones que ha realizado.― sabía que el consejo debía de tener aquella información también, pero qué mejor que él mismo me explicara su experiencia. ― Pero antes de eso...― busqué otros documentos entre mis cosas y releí información de Sokolov. ― Quiero hacerle preguntas más personales si no le importa. Sé que desde muy joven tuvo la oportunidad de presenciar intervenciones y ha sido testigo de la falla de dos. ¿Qué puede decirme de ese día? Debió de pensar en muchas cosas, todavía era un incurado para entonces.― esas intervenciones llamaban la atención de varios del consejo, mucho más con saber que un incurado andaba cerca, nos les traía buena espina por así decirlo pero luego desde que Igor fuera curado habían dejado cualquier dudas a un lado. No le estaba haciendo esa pregunta porque tuviera que investigar esas casos sino por empezar por algún lado a cuestionar cosas que leía en sus documentos, el cual era muy extenso.
Lo observé detenidamente y me apoyé un poco en el respaldar del sofá, a la espera de oír su respuesta. Sokolov era muy inteligente sin duda, desde joven había tenido la oportunidad de presenciar intervenciones, incluso siendo un incurado y apenas finalizado el instituto, científicos así habían pocos, era un gran logro pero una lástima de que un miembro del consejo desconfiara de él.
Mercy L. Thurson- Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 19/09/2012
Edad : 32
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Al mirar la pantalla me encuentro con que había ubicado bastante bien entre la nube de información los apuntes sobre su intervención, su cerebro, las notas que tomé antes y las cosas que subrayé tratando de saber que hice bien y que hice mal. Hace mucho tiempo que no veía este caso particular, porque lo había hecho bastante bien y ella no había tenido secuelas, por lo cual no era del tipo de casos que me interesaban a mi, a mi me interesaban ahora los que iban mal y como repetir el proceso exitosamente. Mientras escuchaba sus palabras iba directamente al día de su intervención, al día anterior de su preparación, a lo molesta que ella estaba de que le iban a quitar lo que había sentido, por sus padres, por su vida en el territorio salvaje. En ese momento yo no entendía a lo que ella se refería, no había sentido amor y no había sufrido tener que perderlo. Aunque lo mio jamás se iba a igualar a lo de ella, su amor o cariño había sido correspondido el mio nunca lo fue, y supongo que esa diferencia me hacía no temerle a la curación si es que algún día descubrían mi mentira y realmente me pasaba. La curación no era una cosa que temiera, puesto que mi vida no sería muy diferente si estuviera curado, solo mi investigación cambiaría de sentido y en vez de ayudar a los resistentes terminaría haciendo la curación más efectiva y seguro lo lograría pronto.
Ladee el rostro para mirarla ahora a los ojos cuando dijo que antes quería hacerme unas preguntas. El tema si me llegó a asombrar, porque nadie había sido tan profundo al investigarme para conectarme con las muertes de esos dos chicos, nadie nunca me había hecho preguntas a mi, ella si se tomaba su trabajo en serio y ahora yo lo tenía más que claro -fue el día antes de mi intervención, todavía poseo aquellos recuerdos tan nítidos como si hubiera sido ayer, creo que a mi cerebro incurado debieron causar un estrago muy grande- mentí con claridad, siendo que yo las había causado y estaba seguro de hacerlo de nuevo y lo había hecho, matar en nombre de la ciencia no me causaba nada, incluso siendo incurado -recuerdo como sacaron sus cuerpos del quirofano y el miedo que sentí de ser intervenido al día siguiente, incluso pensé en huir como mi madre, pero si eso no funcionó bien para ella porque lo iba a hacer para mi- determiné como si contara una historia que no sintiera, y no la sentía tampoco, así que me daba mayor credibilidad a mi mentira de ser un curado.
Tomé su mano y la obligué a levantarse y acercarse a la pantalla que tenía de imagen central una imagen de su cerebro en un corte transversal. La puse enfrente de la pantalla y me puse detrás de ella con mi mano en su hombro. -Este es un cerebro extraordinario, dudo que se me pueda dar mucho crédito por el éxito- susurré cerca de su oído, aun detrás de ella como si le contara un cuento sobre algo que le compete pero que ninguno se entera. Subí mi mano desde su hombro, por su cuello y quité el cabello de un lado para dejarlo despejado subiendo unos dedos hasta la base de su cráneo, sabía lo que estaba haciendo, y quizás no fuera la mejor idea, pero necesitaba saber si al menos podía lograr cierta desconcentración en ella. Y tampoco es que me molestara o fuera un sacrificio para mi, Mercy era una chica en extremo guapa y yo no estaba tan ensimismado en mi. Acerqué mi respiración a su cuello -pero responderé cualquier duda que tengas al respecto-.
Ladee el rostro para mirarla ahora a los ojos cuando dijo que antes quería hacerme unas preguntas. El tema si me llegó a asombrar, porque nadie había sido tan profundo al investigarme para conectarme con las muertes de esos dos chicos, nadie nunca me había hecho preguntas a mi, ella si se tomaba su trabajo en serio y ahora yo lo tenía más que claro -fue el día antes de mi intervención, todavía poseo aquellos recuerdos tan nítidos como si hubiera sido ayer, creo que a mi cerebro incurado debieron causar un estrago muy grande- mentí con claridad, siendo que yo las había causado y estaba seguro de hacerlo de nuevo y lo había hecho, matar en nombre de la ciencia no me causaba nada, incluso siendo incurado -recuerdo como sacaron sus cuerpos del quirofano y el miedo que sentí de ser intervenido al día siguiente, incluso pensé en huir como mi madre, pero si eso no funcionó bien para ella porque lo iba a hacer para mi- determiné como si contara una historia que no sintiera, y no la sentía tampoco, así que me daba mayor credibilidad a mi mentira de ser un curado.
Tomé su mano y la obligué a levantarse y acercarse a la pantalla que tenía de imagen central una imagen de su cerebro en un corte transversal. La puse enfrente de la pantalla y me puse detrás de ella con mi mano en su hombro. -Este es un cerebro extraordinario, dudo que se me pueda dar mucho crédito por el éxito- susurré cerca de su oído, aun detrás de ella como si le contara un cuento sobre algo que le compete pero que ninguno se entera. Subí mi mano desde su hombro, por su cuello y quité el cabello de un lado para dejarlo despejado subiendo unos dedos hasta la base de su cráneo, sabía lo que estaba haciendo, y quizás no fuera la mejor idea, pero necesitaba saber si al menos podía lograr cierta desconcentración en ella. Y tampoco es que me molestara o fuera un sacrificio para mi, Mercy era una chica en extremo guapa y yo no estaba tan ensimismado en mi. Acerqué mi respiración a su cuello -pero responderé cualquier duda que tengas al respecto-.
Igor L. Sokolov- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 20/09/2012
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Como había pensado, Igor sí recordaba muy bien ese día y no era para menos, en ese tiempo era incurado y los acontecimientos más cercanos a la intervención eran los que más se tenían presentes. Al menos eso sucedía conmigo, no había día que no recordara esa charla de Byron y luego mi estúpido intento de huir. Era bueno no haberlo logrado, de otra forma estaría en tierra salvaje quién sabe en qué condiciones, en cambio ahora estaba mejor y sin problemas. La mayoría le temía de alguna forma a la intervención, me hacía la idea del temor que debió haber sentido Sokolov luego de ver cómo dos jóvenes morían y era él quien seguía en la lista. No debió de haber pensando cosas buenas, pero tenía suerte de que las cosas hubieran salido bien para él.
― Entiendo. Aunque me resulta curioso que se hallan presentado esos problemas justo cuando usted estaba allí. Los días anteriores y los días siguientes no se registraron fallas. Mala suerte supongo.― hablé sin apartarle la mirada, siendo sincera de mi punto de vista, era lógico pensar que alguien pudo haber estado involucrado con esas muertes.
Reaccioné algo distraída cuando tomó mi mano para ir hacia la pantalla, logrando dejar mis cosas sobre la mesa rápidamente. Me detuvo frente a la pantalla y quise voltear para verlo pero no lo hice, permanecí quieta observando la imagen de mi caso en particular. Sentí su mano sobre mi hombro, no le era indiferente porque yo no estaba acostumbrada al contacto físico, salvo algún apretón de manos. Me recordó a esa cercanía que había tenido ese mismo día en la mañana en su oficina y traté de no ponerme nerviosa otra vez. ― ¿Dice que una intervención exitosa depende más del cerebro de la persona a intervenir que la capacidad del doctor?― pregunté innecesariamente, desconcentrada por el tono bajo de su voz pero fingiendo estar firme como antes. Estaba claro que era un 50% y 50%, todo dependía de todo, ningún cerebro podría adaptarse fácil por sí solo a una intervención y tampoco ningún doctor podía trabajar bien ante un cerebro inestable. Era bueno tener un cerebro apto, pero en esos precisos momentos me estaba jugando una mala pasada porque no me dejaba concentrar. La causa: la aproximación de Sokolov.
El recorrido que hizo de mi hombro a mi cuello me puso tensa, bajé mis manos y las dejé a mis costados sin saber cómo reaccionar. Abrí mi boca para hablar pero no tenía nada para decir o bien no se me ocurría nada, como ya sabía no estaba pensando en nada respecto a la imagen que tenía enfrente, sino más bien a lo que sucedía a mis espaldas. Sentí su aliento en mi cuello y en mi oreja, lo cual generaba una sensación agradable, era cálido y su aroma varonil olía muy bien... No podía creer las tonterías en las que estaba pensando, ¿cómo era posible que me desconcentrara tanto por aquello? Tenía que fijarme en la pantalla y buscar puntos sobre los cuales preguntar. ― No tengo muchas dudas al respecto. ¿Ha tenido más casos similares?― hablé sonando acorde y volteé lentamente para mirarlo. Me gustaba tener a las personas de frente e Igor no me ponía muy cómoda estando detrás, era como si él tuviera el control de la situación y era lo último que quería. Mi movimiento no fue muy acertado que digamos, lo sentía incluso más cerca y lo atinado hubiera sido alejarme a un costado pero eso expresaría a libre voz que estaba nerviosa. ― Calculo que no muchos, siempre se trata de mantener la edad estipulada.― salvo algunos casos como había sido el mío. Miré sus ojos claros a esa distancia y quise desviar la mirada rápidamente pero ahí me quede sin decir nada más.
Igor parecía tener bien estudiado esa clase de movimientos, parecía saber cómo ponerme nerviosa sin mucho esfuerzo pero yo no tenía por qué reaccionar así, era leve contacto físico y nada más. Esas reacciones debían de ser común, ¿no? Odiaba no estar segura, tendría que investigarlo.
― Entiendo. Aunque me resulta curioso que se hallan presentado esos problemas justo cuando usted estaba allí. Los días anteriores y los días siguientes no se registraron fallas. Mala suerte supongo.― hablé sin apartarle la mirada, siendo sincera de mi punto de vista, era lógico pensar que alguien pudo haber estado involucrado con esas muertes.
Reaccioné algo distraída cuando tomó mi mano para ir hacia la pantalla, logrando dejar mis cosas sobre la mesa rápidamente. Me detuvo frente a la pantalla y quise voltear para verlo pero no lo hice, permanecí quieta observando la imagen de mi caso en particular. Sentí su mano sobre mi hombro, no le era indiferente porque yo no estaba acostumbrada al contacto físico, salvo algún apretón de manos. Me recordó a esa cercanía que había tenido ese mismo día en la mañana en su oficina y traté de no ponerme nerviosa otra vez. ― ¿Dice que una intervención exitosa depende más del cerebro de la persona a intervenir que la capacidad del doctor?― pregunté innecesariamente, desconcentrada por el tono bajo de su voz pero fingiendo estar firme como antes. Estaba claro que era un 50% y 50%, todo dependía de todo, ningún cerebro podría adaptarse fácil por sí solo a una intervención y tampoco ningún doctor podía trabajar bien ante un cerebro inestable. Era bueno tener un cerebro apto, pero en esos precisos momentos me estaba jugando una mala pasada porque no me dejaba concentrar. La causa: la aproximación de Sokolov.
El recorrido que hizo de mi hombro a mi cuello me puso tensa, bajé mis manos y las dejé a mis costados sin saber cómo reaccionar. Abrí mi boca para hablar pero no tenía nada para decir o bien no se me ocurría nada, como ya sabía no estaba pensando en nada respecto a la imagen que tenía enfrente, sino más bien a lo que sucedía a mis espaldas. Sentí su aliento en mi cuello y en mi oreja, lo cual generaba una sensación agradable, era cálido y su aroma varonil olía muy bien... No podía creer las tonterías en las que estaba pensando, ¿cómo era posible que me desconcentrara tanto por aquello? Tenía que fijarme en la pantalla y buscar puntos sobre los cuales preguntar. ― No tengo muchas dudas al respecto. ¿Ha tenido más casos similares?― hablé sonando acorde y volteé lentamente para mirarlo. Me gustaba tener a las personas de frente e Igor no me ponía muy cómoda estando detrás, era como si él tuviera el control de la situación y era lo último que quería. Mi movimiento no fue muy acertado que digamos, lo sentía incluso más cerca y lo atinado hubiera sido alejarme a un costado pero eso expresaría a libre voz que estaba nerviosa. ― Calculo que no muchos, siempre se trata de mantener la edad estipulada.― salvo algunos casos como había sido el mío. Miré sus ojos claros a esa distancia y quise desviar la mirada rápidamente pero ahí me quede sin decir nada más.
Igor parecía tener bien estudiado esa clase de movimientos, parecía saber cómo ponerme nerviosa sin mucho esfuerzo pero yo no tenía por qué reaccionar así, era leve contacto físico y nada más. Esas reacciones debían de ser común, ¿no? Odiaba no estar segura, tendría que investigarlo.
Mercy L. Thurson- Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 19/09/2012
Edad : 32
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Esto era un juego para mi, un experimento que jugaba con el peligro de ser descubierto en uno de las farsas más grandes que se había interpretado desde que la curación se hacía efectiva en nuestro mundo. La pena más probable era la muerte, tal y como le sucedió a mi salvaje madre cuando fue capturada por los hombres para los cuales trabajo ahora. Y mientras eso lo tenía claro en la parte más racional de mi cerebro, la otra parte solo podía pensar en la suavidad de la piel de Mercy en contacto con la mía cuando movía mi mano ligeramente por su cuello. Si había tenido el control por algún momento antes, eso se había esfumado y ahora realmente no sabía donde estaba mi frente, mis sentidos, mi racionalidad, su perfume se lo había llevado todo y solo me había dejado con ganas de sentir más su piel bajo mis manos -si- respondí simplemente aunque lo cierto era que no había escuchado la pregunta, ni estaba pendiente de explicar o dar una respuesta amplia. Lo único que tenía en bastante claro es que hoy no tendría la capacidad de decirle que no, probablemente estaría firmando mi sentencia de muerte, pero no podía controlarme, era más fuerte que yo.
Pensaba responder alguna tontería, quizás algo que realmente evidenciara que no la estaba escuchando y mi atención estaba dirigida a cosas menos dirigidas a mis estudios y más dirigida a ella tan cerca de mi. Pero cuando volteó realmente me quitó las palabras de la boca y todo mi control se fue al carajo. Mis manos, bajo un pensamiento de acción propio, se depositaron entre sus mejillas y su cuello, haciéndome el dueño de su rostro, con delicadeza como quien tiene algo muy preciado y no pretende romperlo. No era algo que hiciera muy a menudo, ligar con curadas, de hecho no ligaba con nadie si podía realmente impedirlo, después del fracaso sentimental que significo estar casado y enamorado de una mujer que no demostraba ningún sentimiento hacia mi. Pero mientras tenía el rostro de Mercy en mis manos realmente no podía recordar aquella promesa silenciosa que me hice -no muchos- repliqué de acuerdo con ella, como dije, en este momento con ella iba a ser solo si si y si.
El timbre replicó fuerte en mis oídos y lentamente me alejé de ella para abrir la puerta y recibir la comida que venía llegando. Salvado por la campana, o al menos por ahora, no había sentido tanta necesidad ni una atracción igual, y probablemente si no hubiera llegado la comida ahora, hubiera terminado con ella en el mismo sofá, o peor, rechazado por pasarme de la linea y con una citación para comparecer acusado de ser un incurado. Mejor me controlaba de aquí en adelante. Saqué un cheque y con aquello pague la comida, cerrando la puerta seguido de eso y poniendo la comida en la mesita de centro para que empezáramos a comer, tratando de ni siquiera hacer contacto visual con Mercy, para no dejar ver que me había afectado la cercanía. -Los cerebros son más sencillos algunos, otros más predispuestos a operaciones, más fuertes, regeneraciones más rápido, todo eso influye dentro de una curación... el científico que opera realmente juega un papel fundamental en entender el cerebro que va a operar, pero el cerebro lo es todo- expliqué mientras ordenaba la comida que venía en pequeñas cajitas con separación de porciones personales. Eran demasiadas cajas para dos personas.
Pensaba responder alguna tontería, quizás algo que realmente evidenciara que no la estaba escuchando y mi atención estaba dirigida a cosas menos dirigidas a mis estudios y más dirigida a ella tan cerca de mi. Pero cuando volteó realmente me quitó las palabras de la boca y todo mi control se fue al carajo. Mis manos, bajo un pensamiento de acción propio, se depositaron entre sus mejillas y su cuello, haciéndome el dueño de su rostro, con delicadeza como quien tiene algo muy preciado y no pretende romperlo. No era algo que hiciera muy a menudo, ligar con curadas, de hecho no ligaba con nadie si podía realmente impedirlo, después del fracaso sentimental que significo estar casado y enamorado de una mujer que no demostraba ningún sentimiento hacia mi. Pero mientras tenía el rostro de Mercy en mis manos realmente no podía recordar aquella promesa silenciosa que me hice -no muchos- repliqué de acuerdo con ella, como dije, en este momento con ella iba a ser solo si si y si.
El timbre replicó fuerte en mis oídos y lentamente me alejé de ella para abrir la puerta y recibir la comida que venía llegando. Salvado por la campana, o al menos por ahora, no había sentido tanta necesidad ni una atracción igual, y probablemente si no hubiera llegado la comida ahora, hubiera terminado con ella en el mismo sofá, o peor, rechazado por pasarme de la linea y con una citación para comparecer acusado de ser un incurado. Mejor me controlaba de aquí en adelante. Saqué un cheque y con aquello pague la comida, cerrando la puerta seguido de eso y poniendo la comida en la mesita de centro para que empezáramos a comer, tratando de ni siquiera hacer contacto visual con Mercy, para no dejar ver que me había afectado la cercanía. -Los cerebros son más sencillos algunos, otros más predispuestos a operaciones, más fuertes, regeneraciones más rápido, todo eso influye dentro de una curación... el científico que opera realmente juega un papel fundamental en entender el cerebro que va a operar, pero el cerebro lo es todo- expliqué mientras ordenaba la comida que venía en pequeñas cajitas con separación de porciones personales. Eran demasiadas cajas para dos personas.
Igor L. Sokolov- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 20/09/2012
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
¿Qué tenía que hacer? ¿Qué debía hacer? ¿Quedarme allí permitiendo esa cercanía o alejarme lo antes posible? Me preguntaba también cómo era que mi abuelo no me había enseñado cómo reaccionar ante situaciones como esas, aunque eran cosas que no tenían por qué pasar. Por otro lado, tampoco entendía por qué me hacía tanto rollos en mi cabeza, como si aquello pudiera lastimarme cuando en realidad solo tenía que ser...¿normal? No, curados tan cerca no era muy normal. Tragué un poco de saliva y él no tardo en mover sus manos nuevamente para colocarlas en mi rostro, con una suavidad que creía que sería posible quedarme dormida en ese instante. ¿Podría él sentir el latido errático de mi corazón? Porque yo sí lo sentía y no me agradaba que palpitara así de nervioso. Debía apartarlo como quien siente atrevimiento pero no quería, se sentía muy bien tenerlo cerca que a la vez me daba miedo. Cerré mis manos un poco para tratar de apagar los nervios y lo tenía casi logrado hasta que respondió con una voz tan varonil que me volvió a dejar perdida.
Oír el timbre fue como un cable a tierra para mi. Sentí un alivio como no recordaba haberlo sentido antes y cuando Igor se alejó solo miré a la pared, bajé un poco mi cabeza y sentí que volvía a tomar aire. Yo no podía estar teniendo esas sensaciones, no era para nada lógico menos para mi que era una curada, pero solo debían de ser nervios y la poca costumbre, sí, eso debía ser. Froté las palmas de mis manos algo húmedas en mis piernas y di dos pasos rápidamente para sentarme en el sofá mientras lo escuchaba intercambiar algunas palabras con el joven que traía comida. No sabía que Sokolov había pedido algo, pero era bueno que lo halla hecho sino de no haber llegado aquel pedido quién sabe qué habría pasado. Acomodé mi cabello y tomé mis apuntes solo para tener algo que hacer o con qué distraerme. Al diablo mis apuntes, ya estaba completamente desconcentrada y todavía sentía el agradable aroma de Igor en mis fosas nasales.
Lo observé cerrar la puerta y aunque ya estaba un poco más tranquila no podía evitar dejar pensar en esos segundos previos. ― Entiendo.― dije tratando de recuperar mi tono normal, firme y sereno, observando como él acomodaba el pedido en la mesa.― Por eso es necesaria la madurez en los cerebros para las intervenciones. Al parecer mi cerebro pudo sobrellevar todo muy bien.― comenté desviando mi mirada hacia la pantalla otra vez. Coloqué un mechón de cabello detrás de mi oreja y presté más atención a la comida. Fruncí un poco el ceño y sonreí levemente. ― Seguramente comes mucho, mira todas esas cajas.―era hombre, la mayoría comía mucho, incluso recordé a mi abuelo que comía como si no hubiera mañana, al igual que Jerom. Y ahora recordaba a mi padre... odiaba hacerlo, cada vez que lo hacía me quedaba molesta y soñaba con él en las noches, pero a veces resultaba imposible no hacerlo. Todos los días veía tierra salvaje más allá del alambrado, todos los días recordaba mi pasado por más de que me obligara a olvidarle; siempre me preguntaba qué hubiera sido de mi de seguir en aquel lugar pero eso no tenía sentido ya que en nada cambiaría. Lo realmente importante era que estaba bien, curada y en Portland, donde tendría que haber nacido y haciendo lo que ahora hacía, como por ejemplo investigar a Igor.
Levanté un poco mi mirada y lo observé a pesar de que él no lo hiciera. Era tan atractivo, astuto y lograba ponerme de esa forma tan extraña que ahora lo consideraba el hombre más peligroso que jamás había visto. No había otra palabra para describirlo.
Oír el timbre fue como un cable a tierra para mi. Sentí un alivio como no recordaba haberlo sentido antes y cuando Igor se alejó solo miré a la pared, bajé un poco mi cabeza y sentí que volvía a tomar aire. Yo no podía estar teniendo esas sensaciones, no era para nada lógico menos para mi que era una curada, pero solo debían de ser nervios y la poca costumbre, sí, eso debía ser. Froté las palmas de mis manos algo húmedas en mis piernas y di dos pasos rápidamente para sentarme en el sofá mientras lo escuchaba intercambiar algunas palabras con el joven que traía comida. No sabía que Sokolov había pedido algo, pero era bueno que lo halla hecho sino de no haber llegado aquel pedido quién sabe qué habría pasado. Acomodé mi cabello y tomé mis apuntes solo para tener algo que hacer o con qué distraerme. Al diablo mis apuntes, ya estaba completamente desconcentrada y todavía sentía el agradable aroma de Igor en mis fosas nasales.
Lo observé cerrar la puerta y aunque ya estaba un poco más tranquila no podía evitar dejar pensar en esos segundos previos. ― Entiendo.― dije tratando de recuperar mi tono normal, firme y sereno, observando como él acomodaba el pedido en la mesa.― Por eso es necesaria la madurez en los cerebros para las intervenciones. Al parecer mi cerebro pudo sobrellevar todo muy bien.― comenté desviando mi mirada hacia la pantalla otra vez. Coloqué un mechón de cabello detrás de mi oreja y presté más atención a la comida. Fruncí un poco el ceño y sonreí levemente. ― Seguramente comes mucho, mira todas esas cajas.―era hombre, la mayoría comía mucho, incluso recordé a mi abuelo que comía como si no hubiera mañana, al igual que Jerom. Y ahora recordaba a mi padre... odiaba hacerlo, cada vez que lo hacía me quedaba molesta y soñaba con él en las noches, pero a veces resultaba imposible no hacerlo. Todos los días veía tierra salvaje más allá del alambrado, todos los días recordaba mi pasado por más de que me obligara a olvidarle; siempre me preguntaba qué hubiera sido de mi de seguir en aquel lugar pero eso no tenía sentido ya que en nada cambiaría. Lo realmente importante era que estaba bien, curada y en Portland, donde tendría que haber nacido y haciendo lo que ahora hacía, como por ejemplo investigar a Igor.
Levanté un poco mi mirada y lo observé a pesar de que él no lo hiciera. Era tan atractivo, astuto y lograba ponerme de esa forma tan extraña que ahora lo consideraba el hombre más peligroso que jamás había visto. No había otra palabra para describirlo.
Mercy L. Thurson- Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 19/09/2012
Edad : 32
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Una vez terminé de poner todas las cajas en la mesita de centro me senté y sonreí a Mercy por el comentario que realizó sobre la comida y yo. Lo cierto es que si comía mucho, siempre lo hacía así y es que comía pocas veces en el día así que todo el tiempo estaba muerto de hambre, se podría decir que vivía de café hasta la hora de almorzar donde iba a la cafetería y comía algo contundente o a la hora de la cena como ahora que me podía comer dos platos fácilmente. Era algo muy normal en nuestro organismo además, que al ser hombres ingiriéramos mayor cantidad de comida que nuestras iguales femeninas, algo simplemente que ver con el metabolismo. Observé su leve sonrisa, habíamos conseguido, en poco tiempo, lograr una leve complicidad entre nosotros, había cierta confianza que no era explicada puesto que ella era la investigadora y yo el investigado, y ambos sabíamos muy bien nuestros papeles en esta obra. Sin embargo mirando su leve sonrisa no podía ponerme en el lugar de su enemigo.
Le entregué un par de palitos y sonreí mirando las cajas -es una buena cantidad para no quedar con hambre luego, eso sería lo peor- era casi mi regla más importante, mejor que sobre que falte -apuesto que también tienes hambre y nos hará bien despejarnos antes de empezar- tomé una caja que traía alguna mezcla entre pollo diente de dragón y algunas otras verduras, me senté con la espalda apoyada en el respaldo, comiendo y mirando de reojo a mi acompañante de esta noche. Se sentía realmente extraño tener compañía en esta casa, que siempre estaba tan sola y la única compañía que tenía era la mía. Esto era refrescante y algo complicado, porque primero me estaba investigando y esa era la única razón que ella tenía para estar aquí, y segundo, mis instintos me incitaban a acercarmele y proponerle cosas que de ser una chica normal la harían avergonzarse.
-Espero te guste la comida china, realmente no se me ocurría algo más que comer que pudiera tener una amplia variedad de platos, se me ocurrió que sería lo mejor- dije buscando la forma de evitar que mi mirada se quedará fija en ella, una forma de terminar de pensar en su sonrisa, de pensar en sus hermosos ojos que realmente me sacaban de mi objetivo. Había algo realmente perturbador en sus ojos y la forma en que me miraban de vuelta, lo había sentido en mi oficina cuando había tocado su mejilla con un dedo, y ahora, apenas hace unos minutos teniéndola tan cerca de mi, que a pesar de que me devolvía la mirada con aparente frialdad, sentí notar algo más. Un deseo oculto, un cambio de sensaciones pero no estaba seguro si era realmente ella o era yo mismo que sentía mi deseo por ella proyectado, que realmente pudiera hacer que cometiera una equivocación realmente grande. La volví a mirar, siendo que mis ojos tenían pensamientos propios y vi un poco de comida en su labio, que seguramente ella ni siquiera había visto que había terminado a parar ahí. Moví mi mano y con mi pulgar limpié su labio sin realmente considerar lo que pasaría después. Estaba realmente cerca de ella, así que solamente tuve que acercarme poco para besar sus labios, solo tocarlos con mis dedos había causado que perdiera toda racionalidad de mis acciones y me atreviera a esto. Ni siquiera me aparté de su rostro, una vez terminé el pequeño beso que le di, pero no me detuve con eso, ya no había pie atrás y tendría que llevar esto a las ultimas circunstancias. Estaba bien, el amor estaba prohibido entre curados, pero no el sexo. Arrastré mis labios por su mejilla besando a medida que bajaba hasta su cuello, ella podría escandalizarse pero a sus 22 años dudaba que no sintiera deseos cuando un hombre se le acercaba de esta manera tan directa. Esto sería peor para mi que para ella, que estaba jugando nuevamente con mis sentimientos para volverlos añicos, las curadas no se entregan como una mujer normal, entregan sus cuerpos pero no sus corazones, y no importa cuan bueno sea el sexo con ellas, luego de eso hay un vacío que sus cuerpos no pueden llenar.
Le entregué un par de palitos y sonreí mirando las cajas -es una buena cantidad para no quedar con hambre luego, eso sería lo peor- era casi mi regla más importante, mejor que sobre que falte -apuesto que también tienes hambre y nos hará bien despejarnos antes de empezar- tomé una caja que traía alguna mezcla entre pollo diente de dragón y algunas otras verduras, me senté con la espalda apoyada en el respaldo, comiendo y mirando de reojo a mi acompañante de esta noche. Se sentía realmente extraño tener compañía en esta casa, que siempre estaba tan sola y la única compañía que tenía era la mía. Esto era refrescante y algo complicado, porque primero me estaba investigando y esa era la única razón que ella tenía para estar aquí, y segundo, mis instintos me incitaban a acercarmele y proponerle cosas que de ser una chica normal la harían avergonzarse.
-Espero te guste la comida china, realmente no se me ocurría algo más que comer que pudiera tener una amplia variedad de platos, se me ocurrió que sería lo mejor- dije buscando la forma de evitar que mi mirada se quedará fija en ella, una forma de terminar de pensar en su sonrisa, de pensar en sus hermosos ojos que realmente me sacaban de mi objetivo. Había algo realmente perturbador en sus ojos y la forma en que me miraban de vuelta, lo había sentido en mi oficina cuando había tocado su mejilla con un dedo, y ahora, apenas hace unos minutos teniéndola tan cerca de mi, que a pesar de que me devolvía la mirada con aparente frialdad, sentí notar algo más. Un deseo oculto, un cambio de sensaciones pero no estaba seguro si era realmente ella o era yo mismo que sentía mi deseo por ella proyectado, que realmente pudiera hacer que cometiera una equivocación realmente grande. La volví a mirar, siendo que mis ojos tenían pensamientos propios y vi un poco de comida en su labio, que seguramente ella ni siquiera había visto que había terminado a parar ahí. Moví mi mano y con mi pulgar limpié su labio sin realmente considerar lo que pasaría después. Estaba realmente cerca de ella, así que solamente tuve que acercarme poco para besar sus labios, solo tocarlos con mis dedos había causado que perdiera toda racionalidad de mis acciones y me atreviera a esto. Ni siquiera me aparté de su rostro, una vez terminé el pequeño beso que le di, pero no me detuve con eso, ya no había pie atrás y tendría que llevar esto a las ultimas circunstancias. Estaba bien, el amor estaba prohibido entre curados, pero no el sexo. Arrastré mis labios por su mejilla besando a medida que bajaba hasta su cuello, ella podría escandalizarse pero a sus 22 años dudaba que no sintiera deseos cuando un hombre se le acercaba de esta manera tan directa. Esto sería peor para mi que para ella, que estaba jugando nuevamente con mis sentimientos para volverlos añicos, las curadas no se entregan como una mujer normal, entregan sus cuerpos pero no sus corazones, y no importa cuan bueno sea el sexo con ellas, luego de eso hay un vacío que sus cuerpos no pueden llenar.
Igor L. Sokolov- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 20/09/2012
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Traté de ponerme cómoda en el sofá moviéndome un poco pero no me era posible lograrlo del todo ya que todavía estaba pensando en lo que había pasado momentos antes de que la comida llegara. Tenía que dejar de darle vueltas al asunto así que cuando Igor me ofreció los palillos los tomé y agradecí mientras me acercaba para tomar un caja. Sí tenía hambre, casi no había probado bocado en el día y por educación no podía negarme, no era un sacrificio sino más bien un favor que Igor me estaba haciendo. ― Me parece perfecto. Luego podremos continuar con la información.― dije recuperando seguridad, con tono firme y pensando en si estaba haciendo lo correcto al desviarme del motivo de mi visita de esa forma, en su sala, en un sofá cómodo y con una cena. No había caso, tenía que estar bien y dejar que pasara aquello para continuar.
Arroz frito con pollo y algunas verduras era lo que había en la caja pequeña, se veía tan bien que no dudé en probar el primer bocado teniendo algo de dificultad con el manejo de los palillos pero logré controlarlo pronto. ― Me gusta la comida china, es mejor que la japonesa. Hiciste una buena elección.― seguí con la conversación con una sonrisa relajada, desviando mis ojos de la caja a Igor y de Igor a la caja una y otra vez, encontrando extraña expresión de alegría en el rostro de Sokolov que me afirmaba que estaba disfrutando su comida. Volví a comer más arroz frito y me distraje nuevamente en la pantalla, consciente del silencio que había ahora.
Por el rabillo del ojo noté que se acercaba, como antes lo había hecho. Giré un poco mi cabeza y lo miré con curiosidad para saber lo que haría. Un leve movimiento de su dedo pulgar sobre mis labios bastó para ponerme nerviosa otra vez, como antes. Otra vez hacía lo mismo conmigo y me dejaba confundida sin saber qué hacer, me dejaba sin salida. Desplegué mis labios y pude sentir su respiración cerca igual de agradable que su aroma natural, además no pude apartar mi mirada de sus bellos ojos claro ni un instante como sentía que tenía que hacerlo. Cuando acortó distancia para unir nuestros labios sentí una energía que recorrió mi cuerpo entero, en especial algo electrizante en mi nuca. Cerré mis ojos y casi podía asegurar que estaba pálida, ¿cómo había pasado eso? ¿cómo había podido permitir que pasara? Pero más allá de pensar esas preguntas -que no podía responder- estaba distraída con su completa cercanía, me sentía tan atraída con él que no era capaz de pensar con claridad. Ni hablar cuando deslizó sus labios por mi mejilla y después mi cuello con una seguridad peligrosa. Me sentí cohibida, pequeña ante un hombre como él lo era. Estaba al borde de un barranco y tenía la ligera sensación de que se estaba destruyendo bajo mis pies...
El calor se apoderó de mis mejillas y de mi cuello, un calor peligroso que me hizo volver a cerrar los ojos unos instantes para disfrutar. Eso no estaba bien, eso no estaba nada bien. Yo no podía dejar que pasara ni mucho menos tenía que desear que continuara con lo que estaba haciendo. ¿A dónde se había ido mi cordura? ¿Dónde estaba la suya? Porque era claro que Igor se había acercado y me mataba no saber lo que pasaba por su cabeza. Eso estaba siendo suficiente para mi. Coloqué una mano en su hombro rápidamente para empujarlo y me puse de pie dejando la caja de comida sobre la mesa y tras ver su mirada no me vi en otra opción que darle una cachetada en su mejilla izquierda. ― ¿Qué estás haciendo?― ahora estaba molesta, conmigo por quedar en ridículo y sobre todo con él por ponerme en esa situación. ― No vuelvas a acercarte.― mierda, estaba claro el nerviosismo en mi voz. Era su culpa y también culpa de lo que su cuerpo causaba estando cerca del mío, seguía con ese calor muy agradable en mi cuello que podía asegurar que no me lo quitaría con nada.
Arroz frito con pollo y algunas verduras era lo que había en la caja pequeña, se veía tan bien que no dudé en probar el primer bocado teniendo algo de dificultad con el manejo de los palillos pero logré controlarlo pronto. ― Me gusta la comida china, es mejor que la japonesa. Hiciste una buena elección.― seguí con la conversación con una sonrisa relajada, desviando mis ojos de la caja a Igor y de Igor a la caja una y otra vez, encontrando extraña expresión de alegría en el rostro de Sokolov que me afirmaba que estaba disfrutando su comida. Volví a comer más arroz frito y me distraje nuevamente en la pantalla, consciente del silencio que había ahora.
Por el rabillo del ojo noté que se acercaba, como antes lo había hecho. Giré un poco mi cabeza y lo miré con curiosidad para saber lo que haría. Un leve movimiento de su dedo pulgar sobre mis labios bastó para ponerme nerviosa otra vez, como antes. Otra vez hacía lo mismo conmigo y me dejaba confundida sin saber qué hacer, me dejaba sin salida. Desplegué mis labios y pude sentir su respiración cerca igual de agradable que su aroma natural, además no pude apartar mi mirada de sus bellos ojos claro ni un instante como sentía que tenía que hacerlo. Cuando acortó distancia para unir nuestros labios sentí una energía que recorrió mi cuerpo entero, en especial algo electrizante en mi nuca. Cerré mis ojos y casi podía asegurar que estaba pálida, ¿cómo había pasado eso? ¿cómo había podido permitir que pasara? Pero más allá de pensar esas preguntas -que no podía responder- estaba distraída con su completa cercanía, me sentía tan atraída con él que no era capaz de pensar con claridad. Ni hablar cuando deslizó sus labios por mi mejilla y después mi cuello con una seguridad peligrosa. Me sentí cohibida, pequeña ante un hombre como él lo era. Estaba al borde de un barranco y tenía la ligera sensación de que se estaba destruyendo bajo mis pies...
El calor se apoderó de mis mejillas y de mi cuello, un calor peligroso que me hizo volver a cerrar los ojos unos instantes para disfrutar. Eso no estaba bien, eso no estaba nada bien. Yo no podía dejar que pasara ni mucho menos tenía que desear que continuara con lo que estaba haciendo. ¿A dónde se había ido mi cordura? ¿Dónde estaba la suya? Porque era claro que Igor se había acercado y me mataba no saber lo que pasaba por su cabeza. Eso estaba siendo suficiente para mi. Coloqué una mano en su hombro rápidamente para empujarlo y me puse de pie dejando la caja de comida sobre la mesa y tras ver su mirada no me vi en otra opción que darle una cachetada en su mejilla izquierda. ― ¿Qué estás haciendo?― ahora estaba molesta, conmigo por quedar en ridículo y sobre todo con él por ponerme en esa situación. ― No vuelvas a acercarte.― mierda, estaba claro el nerviosismo en mi voz. Era su culpa y también culpa de lo que su cuerpo causaba estando cerca del mío, seguía con ese calor muy agradable en mi cuello que podía asegurar que no me lo quitaría con nada.
Mercy L. Thurson- Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 19/09/2012
Edad : 32
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Apenas respondió a mi beso, sus labios estaban abiertos e invitantes, pero parecía embargada por la sorpresa y la duda sobre si dejarse llevar o no. Estaba claro que no se esperaba esto, a pesar de que había dado un gran adelanto de aquello al tocarla con anterioridad, ella no podría esperar mantenerse demasiado tiempo lejos de mi piel, después de esos segundos en que nuestros ojos se habían encontrado y paralizado mirándose. Sus labios tenían un sabor que no podía definir, un poco salados, quizás por la ingesta de comida que había hecho hace un segundo, pero era la suavidad lo que hizo que mi piel reaccionara aun peor a su cercanía. No solamente la piel de sus labios era suave, sino también la de su rostro y su cuello, toda ella era una invitación a los sentidos y solamente pensaba en hundirme en ella a medida que la saboreaba. El hambre que despertaba en mi era en todo sentido sobrenatural, no era la sombra de la niña asustada que recibí hace ya tres años, y esa niña asustada no había llamado mi atención. Demasiado común para ser tomada en cuenta, ahora ella era diferente, segura, inteligente, analítica y observadora. Y esto no era causa de la curación eso era seguro, la chica que dejó la curación era un robot, era como la mayoría de los curados con los que trabajaba, ausentes, relajados, desinteresados y cerrados. Los curados tenían aquella capacidad de no dar con los detalles como una persona normal, pues su cerebro había sido intervenido y por eso era más lento, menos versátil. Algo mal debió ir con su operación, y eso lo notaba, hasta que punto sería así no podía distinguirlo a menos que la estudiara a fondo, pero ahora mismo solo pensaba en su aroma inundando mis pulmones.
El calor de su cuerpo se me hizo evidente, pero antes de que se pudiera aprovecharme de la situación o disfrutarla más sentí su mano en mi hombro separándome. En una manera lo vi venir y de otra para nada, estaba tan inserto en su aroma, en el sabor de su piel, que no pensé que me iba a separar así, porque además sentía que le había gustado y su rostro sonrosado ahora que lo miraba me daba a entender que hasta lo había disfrutado. El golpe no me lo esperaba y podía notar molestia en su mirada, contra mi, y contra ella misma. Era fuerte y determinada, y podía saber porque su frustración y el golpe, yo había penetrado aquellas defensas, le había hecho olvidar su trabajo y esta inquisición que estaba llevando en mi contra. Porque yo no era tan idiota como para no saber que ella estaba aquí para hacerme caer, como buena nieta de Thurson, ella estaba determinada a atraparme. Mi mejilla quedó roja enseguida, ante el golpe, y mi mirada no se aplacó en lo más mínimo después de eso, fue incluso peor el deseo en mi por ella.
La fuerza con la que me había apartado, y con la que me había golpeado. Mi mano rápidamente dejó la caja en la mesita de centro y me levanté rápidamente poniéndome en frente de ella, temblaba su voz al hablarme y entonces supe que mentía. No la toqué, solo me puse tentadoramente a su alcance, con una seguridad inusual en mi persona que era mezcla de deseo y locura en mi situación. Ya no podía dar marcha atrás, tal como lo había pensado anteriormente, ahora que ya me había metido en este embrollo y de alguna forma debía salir intacto de este, y como un frío curado. -Pensé nos estábamos relajando- solté en un tono monocorde, pero lo suficiente bajo y grave como para resultar tentador y un poco pícaro. Ni siquiera permití que me respondiera, no, si no quería enfriar las cosas no podía permitirle o darle espacio a replica alguna, tenía que apelar a la parte más básica de su cerebro, a la parte animal que todos tenemos y que ahora mismo me hacía volverme loco con su aroma. Mis labios no demoraron en juntarse a los suyos, el beso fue más pausado ahora, pidiéndole permiso, mientras mis manos rozaron apenas sus brazos, trasmitiendole sensaciones a su piel.
El calor de su cuerpo se me hizo evidente, pero antes de que se pudiera aprovecharme de la situación o disfrutarla más sentí su mano en mi hombro separándome. En una manera lo vi venir y de otra para nada, estaba tan inserto en su aroma, en el sabor de su piel, que no pensé que me iba a separar así, porque además sentía que le había gustado y su rostro sonrosado ahora que lo miraba me daba a entender que hasta lo había disfrutado. El golpe no me lo esperaba y podía notar molestia en su mirada, contra mi, y contra ella misma. Era fuerte y determinada, y podía saber porque su frustración y el golpe, yo había penetrado aquellas defensas, le había hecho olvidar su trabajo y esta inquisición que estaba llevando en mi contra. Porque yo no era tan idiota como para no saber que ella estaba aquí para hacerme caer, como buena nieta de Thurson, ella estaba determinada a atraparme. Mi mejilla quedó roja enseguida, ante el golpe, y mi mirada no se aplacó en lo más mínimo después de eso, fue incluso peor el deseo en mi por ella.
La fuerza con la que me había apartado, y con la que me había golpeado. Mi mano rápidamente dejó la caja en la mesita de centro y me levanté rápidamente poniéndome en frente de ella, temblaba su voz al hablarme y entonces supe que mentía. No la toqué, solo me puse tentadoramente a su alcance, con una seguridad inusual en mi persona que era mezcla de deseo y locura en mi situación. Ya no podía dar marcha atrás, tal como lo había pensado anteriormente, ahora que ya me había metido en este embrollo y de alguna forma debía salir intacto de este, y como un frío curado. -Pensé nos estábamos relajando- solté en un tono monocorde, pero lo suficiente bajo y grave como para resultar tentador y un poco pícaro. Ni siquiera permití que me respondiera, no, si no quería enfriar las cosas no podía permitirle o darle espacio a replica alguna, tenía que apelar a la parte más básica de su cerebro, a la parte animal que todos tenemos y que ahora mismo me hacía volverme loco con su aroma. Mis labios no demoraron en juntarse a los suyos, el beso fue más pausado ahora, pidiéndole permiso, mientras mis manos rozaron apenas sus brazos, trasmitiendole sensaciones a su piel.
Igor L. Sokolov- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 20/09/2012
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Permanecí algo distante, de espaldas a la enorme pantalla de su televisión y apoyando mi mano en el estante sobre el que estaba. Bajé la mirada y acomodé un poco mi cabello detrás de mi oreja, volviendo a mirarlo notando su mejilla algo colorada por el golpe que le acababa de dar que bien merecido se lo tenía en realidad, y yo también necesitaba uno de esos para despertar un poco. Volví a mirar sus ojos claros y los noté más brillantes; no pude apartarme de ellos notando que se acercaba nuevamente. Quise protestar ya que no estaba cumpliendo con lo que le había pedido, más bien, con lo que le había ordenado pero decidí callarme, permaneciendo inmóvil.
No sabía a qué estaba jugando Sokolov, qué estaba tratando de hacer conmigo pero no podía dejar que me intimidara como lo estaba haciendo, tenía que volver a tomar la seguridad de antes... El problema era cómo con él estando allí parado mostrando mucha más seguridad que yo, predispuesto a todo. Mi cuerpo me estaba pidiendo que me acercara y lo rodeara con mis brazos y estaba tan solo a unos centímetros de él. Hasta su voz encantadora me invitaba a hacerlo, miré sus labios y mordí levemente los míos. ― No confundas las cosas.― respondí en un susurro, sabiendo que me había oído por la corta distancia. Tonterías estaba diciendo, los curados no confundíamos las cosas, cada quien tenía en claro su trabajo, su función, sus intensiones y esas cosas no se mezclaban con nada más, nada más nos importaba.
Sentí otra vez el sabor de sus labios, permitiendo que me besara como antes sin saber si terminaría empujándolo nuevamente. No, no podía alejarlo ya era demasiado tarde y me gustaba sentirlo cerca de mi, sentir sus manos recorriendo mis brazos me daba la sensación como si estuviera sintiendo algo nuevo -y en realidad así era-. Me dispuse a besarle también, tomando su labio superior para luego succionar el inferior dejándome llevar por el beso. Mi cuerpo reaccionaba al suyo, mi cabeza estaba completamente fuera de lo que estaba haciendo. Subí mi mano con un poco de temor hacia su cuello para acariciarlo y acercarlo a mi y saborearlo con más intensidad. Olía tan bien que me incitaba a continuar, tenía todos mis sentidos al máximo como no recordaba que hubieran estado antes. Tomé aire y pasé mis labios por la mejilla que había golpeado con anterioridad para después volver a sus labios sintiendo sus manos en mi cuerpo.
No sabía si estaba cometiendo un error o qué pero estaba claro que él no iba a detenerse, ni siquiera lo había hecho al recibir mi cachetada. Aunque si él había decido continuar era porque había visto en mi un poco de necesidad, un dejo de deseo que le afirmaba que me gustaba lo que hacía. Tonta, ¿podía ser más obvia? Mi mano fue a parar a su nuca, cálida entra su cabello suave y corto, pero mis labios se detuvieron y aparté un poco mi cabeza observando sus labios. ― Esto no está bien, no lo está.― susurré junto a sus labios para luego elevar mi mirada a sus ojos. Eran tan bellos que podía quedarme mirándolos por un largo rato y no me cansaría.
No sabía a qué estaba jugando Sokolov, qué estaba tratando de hacer conmigo pero no podía dejar que me intimidara como lo estaba haciendo, tenía que volver a tomar la seguridad de antes... El problema era cómo con él estando allí parado mostrando mucha más seguridad que yo, predispuesto a todo. Mi cuerpo me estaba pidiendo que me acercara y lo rodeara con mis brazos y estaba tan solo a unos centímetros de él. Hasta su voz encantadora me invitaba a hacerlo, miré sus labios y mordí levemente los míos. ― No confundas las cosas.― respondí en un susurro, sabiendo que me había oído por la corta distancia. Tonterías estaba diciendo, los curados no confundíamos las cosas, cada quien tenía en claro su trabajo, su función, sus intensiones y esas cosas no se mezclaban con nada más, nada más nos importaba.
Sentí otra vez el sabor de sus labios, permitiendo que me besara como antes sin saber si terminaría empujándolo nuevamente. No, no podía alejarlo ya era demasiado tarde y me gustaba sentirlo cerca de mi, sentir sus manos recorriendo mis brazos me daba la sensación como si estuviera sintiendo algo nuevo -y en realidad así era-. Me dispuse a besarle también, tomando su labio superior para luego succionar el inferior dejándome llevar por el beso. Mi cuerpo reaccionaba al suyo, mi cabeza estaba completamente fuera de lo que estaba haciendo. Subí mi mano con un poco de temor hacia su cuello para acariciarlo y acercarlo a mi y saborearlo con más intensidad. Olía tan bien que me incitaba a continuar, tenía todos mis sentidos al máximo como no recordaba que hubieran estado antes. Tomé aire y pasé mis labios por la mejilla que había golpeado con anterioridad para después volver a sus labios sintiendo sus manos en mi cuerpo.
No sabía si estaba cometiendo un error o qué pero estaba claro que él no iba a detenerse, ni siquiera lo había hecho al recibir mi cachetada. Aunque si él había decido continuar era porque había visto en mi un poco de necesidad, un dejo de deseo que le afirmaba que me gustaba lo que hacía. Tonta, ¿podía ser más obvia? Mi mano fue a parar a su nuca, cálida entra su cabello suave y corto, pero mis labios se detuvieron y aparté un poco mi cabeza observando sus labios. ― Esto no está bien, no lo está.― susurré junto a sus labios para luego elevar mi mirada a sus ojos. Eran tan bellos que podía quedarme mirándolos por un largo rato y no me cansaría.
Mercy L. Thurson- Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 19/09/2012
Edad : 32
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Mis labios se curvaron levemente al escucharla, era como si ella estuviera confundiendo las cosas, aunque yo sabía bien que los curados no confundían las cosas, y ella tenía razón al decir aquello sobre mí, yo estaba confundiendo claramente las cosas. Y a pesar de haber pasado por esto antes, no había aprendido la lección, había algo en ese frio pragmatismo de las mujeres curadas que llamaba mi atención de una manera singular. Me había pasado con Marion y me pasaba nuevamente con Mercy. Pero había algo más en ella que había hecho que de la mañana ahora no pudiera dejar de pensar en ella, una sombra extraña en su mirada, en su forma de actuar cuando yo me había acercado a tocarle el rostro, y eso me había dejado confuso. Me perdí nuevamente en aquellos labios dulces y mientras lo hacía moví mis manos arriba y abajo por sus brazos. Ella aún era tímida al contacto físico, y por eso es que fui mucho más despacio esta vez, tomando mi tiempo en acariciar sus brazos al mismo tiempo que besaba sus labios. Fue cuando ella empezó a responder el beso que me atreví realmente a bajar mis manos para ubicarlas en su cuerpo, me estaba tomando mi tiempo en esto, cosa que en realidad nunca había hecho antes, tenía experiencia con otro tipo de curadas, que se tomaban el sexo mucho más a la ligera, les daba igual hacerlo y luego seguir con su rutina diaria.
Mercy no estaba siendo así, y quizás era porque se tomaba su trabajo a más importante y sentía un conflicto de intereses al estar conmigo mientras me estaba investigando. No voy a negar que planeara sacar algún beneficio si esto me conseguía algo, pero honestamente ahora ni siquiera pensaba en usarla de esta forma, solo podía concentrarme en el sabor de su boca y en sus manos trepando por mi cuerpo hasta posarse en mi cuello, me acercaba a ella, quería tenerme cerca tanto como yo quería acercarme. Me aproveché de su momento de debilidad para rodear su cintura con mis manos y de esa forma tener su cuerpo más cerca del mío. No me permití dejar sus labios esta vez, a pesar de que me tentaba de sobremanera volver a hundirme en su cuello, con esa mezcla de fragancias que hacían que su olor fuera único para mis sentidos y ni siquiera estaba siendo posible en mí el poder controlar mis impulsos. Al menos no con ella, y lo único que lograba era hundirme más en lo que me hacía sentir.
Su separación fue más abrupta para mí de lo que hubiera pensado sería, a pesar de que en realidad esta vez no me había empujado, ni me había dado ninguna cachetada, sentía que me faltaba algo al no sentir sus labios ya contra los míos. Tenía su cuerpo pegado al mío y sus palabras me recordaron a una joven incurada con la que solía salir antes de mi propia curación, ese sentimiento de culpa que según recordaba no era propio de los curados. Sus palabras estaban llenas de dudas, como si esperara que se lo negara para no tener necesidad de soltarme, y por supuesto se lo negaría. Sin embargo su mirada se fijó en mí y me quedé sin palabras, no podía decidir si su mirada era desafiante o fría, y eso me asustó, estar tratando con una curada que me hacía sentir como ella lo hacía, pero encontrarme con la misma frialdad de todas ¿Qué diablos estaba haciendo de nuevo? Si hubiera estado en todos mis sentidos hubiera captado la sutil referencia a lo bien y mal que hacía, estaba mal y se sentía bien, justamente lo que yo sabía, sin embargo un curado no conoce este sentimiento. -Está bien, luego volveremos a explicarte mis investigaciones y podrás hacer todas las preguntas que quieras- susurré llevando mis labios a su mejilla, hablando contra la comisura de sus labios. Los volví a tomar en un beso, eran míos ahora y mis labios los reclamaban como tal. Retrocedí con total intención volviendo al sofá donde estábamos sentados, guiando sus movimientos para que ambos volviéramos a ocupar el lugar, mis manos se mostraban aun cautas a través de ella, al igual que mis labios, que a pesar de empezar lentamente a intensificar aquel beso, aun dejaba un espacio a que se adaptara esto que yo le hacía sentir.
Mercy no estaba siendo así, y quizás era porque se tomaba su trabajo a más importante y sentía un conflicto de intereses al estar conmigo mientras me estaba investigando. No voy a negar que planeara sacar algún beneficio si esto me conseguía algo, pero honestamente ahora ni siquiera pensaba en usarla de esta forma, solo podía concentrarme en el sabor de su boca y en sus manos trepando por mi cuerpo hasta posarse en mi cuello, me acercaba a ella, quería tenerme cerca tanto como yo quería acercarme. Me aproveché de su momento de debilidad para rodear su cintura con mis manos y de esa forma tener su cuerpo más cerca del mío. No me permití dejar sus labios esta vez, a pesar de que me tentaba de sobremanera volver a hundirme en su cuello, con esa mezcla de fragancias que hacían que su olor fuera único para mis sentidos y ni siquiera estaba siendo posible en mí el poder controlar mis impulsos. Al menos no con ella, y lo único que lograba era hundirme más en lo que me hacía sentir.
Su separación fue más abrupta para mí de lo que hubiera pensado sería, a pesar de que en realidad esta vez no me había empujado, ni me había dado ninguna cachetada, sentía que me faltaba algo al no sentir sus labios ya contra los míos. Tenía su cuerpo pegado al mío y sus palabras me recordaron a una joven incurada con la que solía salir antes de mi propia curación, ese sentimiento de culpa que según recordaba no era propio de los curados. Sus palabras estaban llenas de dudas, como si esperara que se lo negara para no tener necesidad de soltarme, y por supuesto se lo negaría. Sin embargo su mirada se fijó en mí y me quedé sin palabras, no podía decidir si su mirada era desafiante o fría, y eso me asustó, estar tratando con una curada que me hacía sentir como ella lo hacía, pero encontrarme con la misma frialdad de todas ¿Qué diablos estaba haciendo de nuevo? Si hubiera estado en todos mis sentidos hubiera captado la sutil referencia a lo bien y mal que hacía, estaba mal y se sentía bien, justamente lo que yo sabía, sin embargo un curado no conoce este sentimiento. -Está bien, luego volveremos a explicarte mis investigaciones y podrás hacer todas las preguntas que quieras- susurré llevando mis labios a su mejilla, hablando contra la comisura de sus labios. Los volví a tomar en un beso, eran míos ahora y mis labios los reclamaban como tal. Retrocedí con total intención volviendo al sofá donde estábamos sentados, guiando sus movimientos para que ambos volviéramos a ocupar el lugar, mis manos se mostraban aun cautas a través de ella, al igual que mis labios, que a pesar de empezar lentamente a intensificar aquel beso, aun dejaba un espacio a que se adaptara esto que yo le hacía sentir.
Igor L. Sokolov- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 20/09/2012
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Su respuesta no me tranquilizó en absoluto, pero eso poco importaba porque luego de lo había pasado -y estaba pasando- yo no sería capaz de pensar, ni mucho menos de interesarme en la investigación y la formulación de preguntas sobre él. Por un lado estaba ansiada de su cercanía, de sus labios y de sus manos en mi cuerpo, pero por otro estaba aturdida por no poder dejar eso y concentrarme en lo que había ido a hacer. Definitivamente lo primero le ganaba a lo segundo por mucho y por eso estaba respondiendo así a su contacto. Igor resultaba tan tentador que no tenía más ganas de apartarme de sus labios, el olor de su piel resultaba embriagador y sus labios adictivos, la mejor droga y la más peligrosa quizá.
Volver a tomar distancia y acomodar mi blusa blanca de encaje habría sido una buena opción para mostrarme fría, práctica, seria y profesional de nuevo, pero evidentemente no podía. Ni quería. Siempre había sido así, como Byron me había pedido que fuera y me comportara pero Igor había roto con esa capa que había creado en tan solo un día sin mucho esfuerzo. Me preguntaba si mi abuelo había decido bien al darme aquel trabajo con él, porque estaba haciendo lo último que él me hubiera pedido. No, estaba haciendo lo que Byron jamás en su vida me habría pedido, seguramente antes prefería verme muerta que en sus brazos. ¿Qué le diría al día siguiente cuando lo viera para contarle lo que había pasado? Lo pensaría después, actualmente tenía mi atención en los besos de Igor.
La lucha de mi cabeza y mi cuerpo terminó, y solo me dejé llevar para sucumbir en la tentación que eran sus labios y su cuerpo. La rebeldía de estar con él me había hecho reaccionar como lo había hecho al golpearlo, pero ahora esa misma rebeldía me impulsaba a dar unos cortos pasos y sentarme en el sofá otra vez, apenas separándome de sus labios. Mis manos siguieron en su cuello y luego pasaron por su nuca para enredar mis dedos un poco con su cabello corto, suave e igual de incitador que todo lo demás que tenía. El calor empezaba a apoderarse de mi cuerpo desde mis extremidades hasta mi rostro, primero con lentitud para ir aumentando. Distancié muy poco nuestros labios y suspiré contra ellos para ir después ir por su mejilla hasta llegar a su oreja. Rodeé su cuello y tiré un poco de él para aproximarlo y así recostarme sobre el sofá con él encima abrigándome con el calor de su pecho. Mis manos se amoldaron a su rostro y besé de manera más intensa sus labios, con una sensación de frenesí y ternura a la vez. Me preguntaba si era legal aquello, sabía que estaba permitido y respondía a las necesidades físicas de todos los humanos pero sentirme complacida despertaba a mi cabeza para confundirme con dudas, y yo odiaba no tener respuestas.
Llevé mis manos a su espalda y la recorrí lentamente, conociendo su cuerpo varonil y duro, imaginando cómo se sentiría su piel bajo esa camisa. Llegué a sus hombros, palpé su corbata suelta y tiré de ella para deshacer el nudo, para luego dejarla caer en el suelo. No sabía bien qué estaba haciendo o estaba tratando de hacer pero me dispuse a desbotonar su camisa, botón a botón lentamente mientras que en el camino me detenía un poco a acariciar su pecho y abdomen con la yemas de mis dedos. Sentir su piel en esas zonas me hizo suspirar y estremecer por aquellas sensaciones tan agradables que estaba teniendo. Con su camisa ya suelta coloqué las manos en sus hombros y las paseé hasta sus brazos tocando su piel mientras que me deshacía de la prenda. Qué bien sabía su piel y los músculos de sus brazos bajo las palma de mis manos, mi tacto estaba cien por ciento vivo y me gustaba que así fuera, sentía cada roce, cada caricia y cada exhalación de la respiración de Igor sobre mi rostro que pensaba que no podía estar mejor. Saboreé sus labios aún más, mordisqueándoles con deseo hasta el punto de no dañar. Se suponía que debía estar investigando y no intimando con él, seguramente me estaba volviendo algo loca.
Volver a tomar distancia y acomodar mi blusa blanca de encaje habría sido una buena opción para mostrarme fría, práctica, seria y profesional de nuevo, pero evidentemente no podía. Ni quería. Siempre había sido así, como Byron me había pedido que fuera y me comportara pero Igor había roto con esa capa que había creado en tan solo un día sin mucho esfuerzo. Me preguntaba si mi abuelo había decido bien al darme aquel trabajo con él, porque estaba haciendo lo último que él me hubiera pedido. No, estaba haciendo lo que Byron jamás en su vida me habría pedido, seguramente antes prefería verme muerta que en sus brazos. ¿Qué le diría al día siguiente cuando lo viera para contarle lo que había pasado? Lo pensaría después, actualmente tenía mi atención en los besos de Igor.
La lucha de mi cabeza y mi cuerpo terminó, y solo me dejé llevar para sucumbir en la tentación que eran sus labios y su cuerpo. La rebeldía de estar con él me había hecho reaccionar como lo había hecho al golpearlo, pero ahora esa misma rebeldía me impulsaba a dar unos cortos pasos y sentarme en el sofá otra vez, apenas separándome de sus labios. Mis manos siguieron en su cuello y luego pasaron por su nuca para enredar mis dedos un poco con su cabello corto, suave e igual de incitador que todo lo demás que tenía. El calor empezaba a apoderarse de mi cuerpo desde mis extremidades hasta mi rostro, primero con lentitud para ir aumentando. Distancié muy poco nuestros labios y suspiré contra ellos para ir después ir por su mejilla hasta llegar a su oreja. Rodeé su cuello y tiré un poco de él para aproximarlo y así recostarme sobre el sofá con él encima abrigándome con el calor de su pecho. Mis manos se amoldaron a su rostro y besé de manera más intensa sus labios, con una sensación de frenesí y ternura a la vez. Me preguntaba si era legal aquello, sabía que estaba permitido y respondía a las necesidades físicas de todos los humanos pero sentirme complacida despertaba a mi cabeza para confundirme con dudas, y yo odiaba no tener respuestas.
Llevé mis manos a su espalda y la recorrí lentamente, conociendo su cuerpo varonil y duro, imaginando cómo se sentiría su piel bajo esa camisa. Llegué a sus hombros, palpé su corbata suelta y tiré de ella para deshacer el nudo, para luego dejarla caer en el suelo. No sabía bien qué estaba haciendo o estaba tratando de hacer pero me dispuse a desbotonar su camisa, botón a botón lentamente mientras que en el camino me detenía un poco a acariciar su pecho y abdomen con la yemas de mis dedos. Sentir su piel en esas zonas me hizo suspirar y estremecer por aquellas sensaciones tan agradables que estaba teniendo. Con su camisa ya suelta coloqué las manos en sus hombros y las paseé hasta sus brazos tocando su piel mientras que me deshacía de la prenda. Qué bien sabía su piel y los músculos de sus brazos bajo las palma de mis manos, mi tacto estaba cien por ciento vivo y me gustaba que así fuera, sentía cada roce, cada caricia y cada exhalación de la respiración de Igor sobre mi rostro que pensaba que no podía estar mejor. Saboreé sus labios aún más, mordisqueándoles con deseo hasta el punto de no dañar. Se suponía que debía estar investigando y no intimando con él, seguramente me estaba volviendo algo loca.
Mercy L. Thurson- Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 19/09/2012
Edad : 32
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
Su respuesta era inconfundible, ella deseaba esto tanto como yo y de esa forma me solté aun más en mi contacto con su cuerpo. Mis manos alrededor de su cintura se ciñeron a ella apretando su cuerpo al mio mientras estábamos en aquel sofá y mi beso se volvió aun más intenso y húmedo, buscando su lengua a toda costa con la mía para entrelazarlas. Al sentirla así ahora, tan dispuesta a mis besos y caricias y a sentir y disfrutar de mi piel no pude evitar pensar en lo que despertaba el deseo en la población curada de nuestra de ciudad. Por ahora si, estaba permitido e incluso algunos pensaban que era necesario para desatar los instintos bajos y que también aportaba cosas importantes al cuerpo, como todos sabíamos que lo hacía. Sin embargo, igual que como quisieron acabar con el amor, era solo cosa de tiempo que encontraran en el sexo un problema mayor que debiera ser erradicado y ni siquiera fuera necesario para concebir vida, estaba seguro que eso vendría de la mano en cuanto la curación se pudiera dar en menores de 12 años, antes de alcanzar la edad sexual, hallarían la forma de prohibirlo y convertirlo en obsoleto. Y mientras besaba y tocaba a la hermosa mujer que tenía enfrente, no podía evitar pensar en lo que se perderían los niños del futuro si mis suposiciones eran ciertas.
Fueron sus manos en mi espalda, atrayendome sobre ella, las que me quitaron de aquel trance que había pasado al sentir su beso cálido, y el deseo que me recorría. Había pasado bastante tiempo de la ultima vez que había dejado que mis instintos animales se interpusieran sobre el doctor pragmático que era, sobre la lógica de la idiotez que estaba cometiendo y sobre todo lo que mi cerebro me dictaría como correcto. Pero realmente había sido la fuerza de esta mujer, mezclado con su aroma, lo que me había vuelto así de idiota en solo unos momentos. Ahora entendía el porque la había invitado a mi casa, estaba bastante claro, y mientras ella conseguía quitarme la corbata a tirones, yo sabía que había querido esas manos despojándome de mis ropas desde el primer momento en que me dirigió la palabra con autoridad. Mis manos no se quedaron impasibles ante su solo toque, sino que también buscaron conocer el cuerpo que tenía delante, bajando por la extensión de su cintura y caderas, hasta llegar a sus piernas para acariciar sus muslos. Coloqué sus piernas a cada lados de mi cadera, de forma de quedar justo como cualquiera quisiera quedar en frente de ella, solo sentir el suave roce de sus manos en mi pecho y abdomen me descontrolaba de tal manera que quería romperle la ropa a tirones para por fin tenerla desnuda frente a mi.
Me separé de sus labios buscando aire y para ayudarle a quitarme la camisa completamente. Tiré de ella hasta que estuvo fuera de mis manos y finalmente me libré de su peso, la exquisita visión de Mercy recostada en el sofá era sobrecogedora. Me acerqué a sus labios nuevamente pero solo para dar un beso corto e intenso, inmediatamente luego de eso me hundí en su cuello levantando su camiseta de modo de que sus pechos quedaran a la vista, y solo cubiertos por su sujetador. No perdí tiempo en su cuello y bajé al espacio entre ambos pechos para llenarlo de besos y lamidas, hasta que mis besos suavemente fueron cambiando de objetivo y se abalanzaron a besarle uno de sus pechos por sobre su sujetador, mientras una de mis manos se ocupaba de estimular el otro. Me preocupé también de intercambiar lugares y darle la misma atención a su otro pecho sin aun librarla de la prenda que me impedía que sintiera mis labios directamente en su piel. Mis besos bajaron aun más por su piel, estaba realmente disfrutando poder recorrer cada parte de su piel con mis labios y mi lengua, sentir el calor que desprendía su piel al incinerarse bajo de mi. Solo en ese momento la rodee con una mano por la cintura y le obligué a levantarse apenas un poco cosa de con la otra mano tironear su camiseta hacia arriba, solo quería quitarle aquella prenda y seguir besando su cuerpo, lo mismo hice luego con su sujetador, quería estuviera igual que yo, a torso desnudo para mi.
Fueron sus manos en mi espalda, atrayendome sobre ella, las que me quitaron de aquel trance que había pasado al sentir su beso cálido, y el deseo que me recorría. Había pasado bastante tiempo de la ultima vez que había dejado que mis instintos animales se interpusieran sobre el doctor pragmático que era, sobre la lógica de la idiotez que estaba cometiendo y sobre todo lo que mi cerebro me dictaría como correcto. Pero realmente había sido la fuerza de esta mujer, mezclado con su aroma, lo que me había vuelto así de idiota en solo unos momentos. Ahora entendía el porque la había invitado a mi casa, estaba bastante claro, y mientras ella conseguía quitarme la corbata a tirones, yo sabía que había querido esas manos despojándome de mis ropas desde el primer momento en que me dirigió la palabra con autoridad. Mis manos no se quedaron impasibles ante su solo toque, sino que también buscaron conocer el cuerpo que tenía delante, bajando por la extensión de su cintura y caderas, hasta llegar a sus piernas para acariciar sus muslos. Coloqué sus piernas a cada lados de mi cadera, de forma de quedar justo como cualquiera quisiera quedar en frente de ella, solo sentir el suave roce de sus manos en mi pecho y abdomen me descontrolaba de tal manera que quería romperle la ropa a tirones para por fin tenerla desnuda frente a mi.
Me separé de sus labios buscando aire y para ayudarle a quitarme la camisa completamente. Tiré de ella hasta que estuvo fuera de mis manos y finalmente me libré de su peso, la exquisita visión de Mercy recostada en el sofá era sobrecogedora. Me acerqué a sus labios nuevamente pero solo para dar un beso corto e intenso, inmediatamente luego de eso me hundí en su cuello levantando su camiseta de modo de que sus pechos quedaran a la vista, y solo cubiertos por su sujetador. No perdí tiempo en su cuello y bajé al espacio entre ambos pechos para llenarlo de besos y lamidas, hasta que mis besos suavemente fueron cambiando de objetivo y se abalanzaron a besarle uno de sus pechos por sobre su sujetador, mientras una de mis manos se ocupaba de estimular el otro. Me preocupé también de intercambiar lugares y darle la misma atención a su otro pecho sin aun librarla de la prenda que me impedía que sintiera mis labios directamente en su piel. Mis besos bajaron aun más por su piel, estaba realmente disfrutando poder recorrer cada parte de su piel con mis labios y mi lengua, sentir el calor que desprendía su piel al incinerarse bajo de mi. Solo en ese momento la rodee con una mano por la cintura y le obligué a levantarse apenas un poco cosa de con la otra mano tironear su camiseta hacia arriba, solo quería quitarle aquella prenda y seguir besando su cuerpo, lo mismo hice luego con su sujetador, quería estuviera igual que yo, a torso desnudo para mi.
Igor L. Sokolov- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 20/09/2012
Re: Lo que esconde el olvido [Mercy]
¿Cómo negarme a que Igor me pusiera las manos encima de esa forma? Me era imposible, las sensaciones que estaba teniendo no era algo que acertaba a comprender, mi cabeza daba vueltas y vueltas perdida en sus labios húmedos que me besaban con seguridad e intensidad, contagiándome para que yo hiciera lo mismo y le siguiera el ritmo. Siempre había pensado que era una mujer fuerte pero en esos momentos me estaba dando cuenta de lo débil que era, como otras más. Estaba cayendo a sus caricias tan rápido que me preocupaba pero no era momento para detenerme a pensar en eso. Había tratado de detener esa situación, y haberlo intentando me bastaba pero me alegraba extrañamente de que Igor hubiera querido continuar, sino en esos momentos me estaría perdiendo de todo aquello que me estaba haciendo sentir. Me separé muy poco para tomar aire por el beso intenso y abrí levemente mis ojos para observarlo en un pequeño instante. Ese día jamás había cruzado por mi cabeza la idea de que terminaríamos así, sobre su sofá besándonos como dos incurados en lugar de estar trabajando. Sí había sido consciente de lo que me había causando con el solo roce de su dedo en mi mejilla, y por eso mismo había guardado distancia, ahora entendía por qué. Había reaccionado así instintivamente pero lo de mantenerme lejos no... había funcionado del todo, claramente.
Sus manos recorrían mi cuerpo y a medida que lo hacía quería que no dejara de tocarme, deseaba tener sus manos pegadas a mi cadera, a mi cintura, que me hicieran percibir una y otra vez ese efecto que tenía en mí. Sus manos en mis muslos me hicieron estremecer aún más, y un brío me recorrió entera. Dejé mis piernas a sus costados y me acomodé mejor en el sofá, a gusto de sentir su respiración. La percepción de su torso desnudo fue tanta que no pude evitar abrazarlo con más anhelo para recorrer su espalda de principio a fin como me fuera posible. Respiré entrecortada, el calor comenzaba a crecer y mi corazón palpitaba cada vez más acelerado, no recordaba haberlo sentido así en mucho tiempo.
Solté un suspiro que casi pareció un jadeo cuando su boca fue hacia mis pechos. Levanté mi cabeza y mordí leve mi labio inferior, para moverme contra él ansiando más. No me estaba arrepintiendo para nada de haber accedido a él, más bien me había liberado de mis propias ganas de sentirle. Cerré mis ojos y suspiré, tratando de convencer a mi cabeza que dejara de pensar en las posibles consecuencias... aunque eso no tendría por qué tener consecuencias, las cosas iban bien, me estaba sintiendo muy bien. Igor había sabido como llegar a mi, había tenido la capacidad para debilitar mi cabeza fría y dejar a cargo a mi cuerpo cálido que cada vez era más caliente. Arqueé mi espalda invadida de sensaciones cuando estimuló mis pechos y besaba sobre mi sujetador. Llevé mis manos a su cabeza y acaricié su cabello suave, tomé un mechón y jalé de él sin mucha fuerza. Mis manos se movieron un tanto temblorosas por su espalda, notando su musculatura y clavando los dedos en ella, cuidando de que mis uñas no lo arañaran.
Igor se deshizo con delicadeza de mi blusa y luego así de mi sujetador. Me sorprendí se sentir la suavidad impecable del sofá bajo mi espalda ahora desnuda, estaba con todos mis sentidos agudizados y ahora era capaz de sentir más todo con piel al descubierto. Pero lo que más me gustaba e interesaba sentir era el torso de Igor pegado al mío, ambos ardiendo de a poco con ganas de seguir conociéndose. Me levanté un poco para acercar nuestros cuerpo, besando otra vez sus labios con una pasión insospechada por mi. Estando así me sentía más libre que nunca, satisfecha pero a la vez deseando más. Tomé aire entre el beso y dejé una mano en su mejilla para desviar un instante mi mirada a sus ojos. Estaban muy cerca y caí en la cuenta de lo verdaderamente hermosos que eran, más de lo que ya había supuesto. Fui por su cuello, dejando besos cortos pero repetidos uno al lado del otro, dejando un camino de mis besos hasta llegar a su oreja, la cual mordí un poco y besé con paciencia. ― Esta reunión carece de profesionalismo.― murmuré para mi misma con seriedad, pero estaba más que claro que había elegido el momento no adecuado para decirlo ya que mis labios estaban pegados a su oído. Apoyé mi espalda completamente en el sofá y lo atraje hacia mi cuerpo para no dejar de sentir el contacto de nuestros torsos. Besé su mentón, cerrando mis ojos con lentitud como quien aprovecha de una buena comida. Recordé a comida china sobre la mesa pequeña junto al sofá, seguramente ya estaba fría y además ya no tenía más hambre de nada que no fuera Igor.
Su pecho estaba disponible para mi y no perdí mucho tiempo. Una mano se posaba en la cabeza de Igor mientras lo besaba y la otra acariciaba con los dedos su torso, empezando por su cuello húmedo por mis besos hasta su abdomen, en el cual apliqué más fuerza llegando a utilizar mis uñas. No pude contenerme de eso y alargué mi mano para bajar la cremallera de su pantalón oscuro. Luego acerqué mi derecha a su cinturón para empezar a soltarlo. Utilicé mis dos manos para terminar de quitárselo, igual a como lo había hecho con su corbata para dejarlo tirado en el suelo de la sala. Mi mano algo tímida volvió a su pantalón y lo desbotoné sin inconvenientes. Dejé escapar un suspiro sobre sus labios y seguí con mis manos recorriendo su torso, su espalda, sus brazos, no quería perderme de nada. Me aferré a sus caderas con mis piernas y arqueé mi espalda para después morder su cuello. Sin duda me estaba dejando llevar, quien dominaba era mi cuerpo por encima de mi cabeza, ya no quedaba mucho de Mercy la seria o fría, o de Mercy la que había ido a investigar. Lejos estaba de investigarlo, aunque podría tomarse como que "investigaba" otras cosas. No sabía lo que pasaría después de aquello, pero estaba segura de que ya casi no sería capaz de mirarlo a los ojos. Quizá él sí, bueno, podría estar acostumbrado, tal vez; para mi era algo nuevo.
Sus manos recorrían mi cuerpo y a medida que lo hacía quería que no dejara de tocarme, deseaba tener sus manos pegadas a mi cadera, a mi cintura, que me hicieran percibir una y otra vez ese efecto que tenía en mí. Sus manos en mis muslos me hicieron estremecer aún más, y un brío me recorrió entera. Dejé mis piernas a sus costados y me acomodé mejor en el sofá, a gusto de sentir su respiración. La percepción de su torso desnudo fue tanta que no pude evitar abrazarlo con más anhelo para recorrer su espalda de principio a fin como me fuera posible. Respiré entrecortada, el calor comenzaba a crecer y mi corazón palpitaba cada vez más acelerado, no recordaba haberlo sentido así en mucho tiempo.
Solté un suspiro que casi pareció un jadeo cuando su boca fue hacia mis pechos. Levanté mi cabeza y mordí leve mi labio inferior, para moverme contra él ansiando más. No me estaba arrepintiendo para nada de haber accedido a él, más bien me había liberado de mis propias ganas de sentirle. Cerré mis ojos y suspiré, tratando de convencer a mi cabeza que dejara de pensar en las posibles consecuencias... aunque eso no tendría por qué tener consecuencias, las cosas iban bien, me estaba sintiendo muy bien. Igor había sabido como llegar a mi, había tenido la capacidad para debilitar mi cabeza fría y dejar a cargo a mi cuerpo cálido que cada vez era más caliente. Arqueé mi espalda invadida de sensaciones cuando estimuló mis pechos y besaba sobre mi sujetador. Llevé mis manos a su cabeza y acaricié su cabello suave, tomé un mechón y jalé de él sin mucha fuerza. Mis manos se movieron un tanto temblorosas por su espalda, notando su musculatura y clavando los dedos en ella, cuidando de que mis uñas no lo arañaran.
Igor se deshizo con delicadeza de mi blusa y luego así de mi sujetador. Me sorprendí se sentir la suavidad impecable del sofá bajo mi espalda ahora desnuda, estaba con todos mis sentidos agudizados y ahora era capaz de sentir más todo con piel al descubierto. Pero lo que más me gustaba e interesaba sentir era el torso de Igor pegado al mío, ambos ardiendo de a poco con ganas de seguir conociéndose. Me levanté un poco para acercar nuestros cuerpo, besando otra vez sus labios con una pasión insospechada por mi. Estando así me sentía más libre que nunca, satisfecha pero a la vez deseando más. Tomé aire entre el beso y dejé una mano en su mejilla para desviar un instante mi mirada a sus ojos. Estaban muy cerca y caí en la cuenta de lo verdaderamente hermosos que eran, más de lo que ya había supuesto. Fui por su cuello, dejando besos cortos pero repetidos uno al lado del otro, dejando un camino de mis besos hasta llegar a su oreja, la cual mordí un poco y besé con paciencia. ― Esta reunión carece de profesionalismo.― murmuré para mi misma con seriedad, pero estaba más que claro que había elegido el momento no adecuado para decirlo ya que mis labios estaban pegados a su oído. Apoyé mi espalda completamente en el sofá y lo atraje hacia mi cuerpo para no dejar de sentir el contacto de nuestros torsos. Besé su mentón, cerrando mis ojos con lentitud como quien aprovecha de una buena comida. Recordé a comida china sobre la mesa pequeña junto al sofá, seguramente ya estaba fría y además ya no tenía más hambre de nada que no fuera Igor.
Su pecho estaba disponible para mi y no perdí mucho tiempo. Una mano se posaba en la cabeza de Igor mientras lo besaba y la otra acariciaba con los dedos su torso, empezando por su cuello húmedo por mis besos hasta su abdomen, en el cual apliqué más fuerza llegando a utilizar mis uñas. No pude contenerme de eso y alargué mi mano para bajar la cremallera de su pantalón oscuro. Luego acerqué mi derecha a su cinturón para empezar a soltarlo. Utilicé mis dos manos para terminar de quitárselo, igual a como lo había hecho con su corbata para dejarlo tirado en el suelo de la sala. Mi mano algo tímida volvió a su pantalón y lo desbotoné sin inconvenientes. Dejé escapar un suspiro sobre sus labios y seguí con mis manos recorriendo su torso, su espalda, sus brazos, no quería perderme de nada. Me aferré a sus caderas con mis piernas y arqueé mi espalda para después morder su cuello. Sin duda me estaba dejando llevar, quien dominaba era mi cuerpo por encima de mi cabeza, ya no quedaba mucho de Mercy la seria o fría, o de Mercy la que había ido a investigar. Lejos estaba de investigarlo, aunque podría tomarse como que "investigaba" otras cosas. No sabía lo que pasaría después de aquello, pero estaba segura de que ya casi no sería capaz de mirarlo a los ojos. Quizá él sí, bueno, podría estar acostumbrado, tal vez; para mi era algo nuevo.
Mercy L. Thurson- Mensajes : 407
Fecha de inscripción : 19/09/2012
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