Entrega de mercancías (Gregor)

Como lo odiaba, como me odiaba, como odiaba al mundo en general en aquellos momentos.
Había tenido que remover cielo y tierra para dar con el puñetero medicamente que ya se encargó de repetirme hasta la saciedad que "no se me olvidase"... Cada vez que lo recordaba me venía a la cabeza su tono de voz.
Resoplé agarrando la pequeña bolsa de tela que me había colgado con todo lo necesario una vez lo había conseguido y llegué hasta el puerto... más cautelosa que nunca, más temerosa que nunca, mirando por doquier e intentando pasar desapercibida... más de lo normal.

No me pregunteis por qué pero busqué, a su vez, a Kane. Como era lógico no iba a estar pero el subconsciente era así. Llegué hasta el lugar acordado cinco minutos antes de cumplir la hora, como para que luego me viniese reprochando nada... y me adentré hasta lo más profundo que daba de sí aquel minicallejón formado por sendas paredes de los almacenes contiguos.

En el puerto siempre hacía más humedad que en el resto de la ciudad y había comenzado a acostumbrarme. Me encogí de hombros, apoyada con algo de inseguridad sobre la pared y metiendo mis manos en los bolsillos de mi pantalón. Rezando porque llegase ya... ya y solo.

Moví mi pie inquietamente una y otra vez mientras miraba para todos lados pero solo habían botes y más botes, alguna que otra gaviota idiota y más botes. El sol ya se perdía se había perdido en el horizonte y las luces tenues del puerto se empezaron a encender. Ya habían pasado casi cincuenta minutos y la chica -la cual no sabía el nombre- todavía no llegaba. No tenía reloj pero toda mi vida había sabido calcular el tiempo de esa forma. Apenas de cumplirse la hora me iría como alma que lleva el diablo si no se aparecía. No me gustaba esperar, odiaba estar en un solo lugar y por eso mismo ahora estaba apoyado en ese bote, distante de lugar del encuentro pero con la mirada puesta en él para ver cuando la chica llegara. Le valía llegar.

Me corrí la capucha y me despeiné un poco mi cabello rubio, impaciente. Odiaba eso de mi, jamás podía esperar tanto, a mi nadie me hacía esperar. Ya hubiera ido a buscarla de saber dónde estaba pero tenía que aguantar.

La vi llegar insegura y entrar al callejón. Sin pensarlo más fui hacia donde estaba, aliviado de que había cumplido con su palabra y de que no traía a nadie con ella. La vi al fondo del callejón, apoyada en la pared con semblante preocupado. - Espero que no te hallas olvidado de la cefalexina.- le dije con tono algo burlón mientras sonreía de lado. - ¿Acaso tuviste que robar esos medicamentos? No traes buena cara.- le dije tendiendo mi mano para que me entregarla esa bolsa y controlar que estaba todo.

Comenzaba a impacientarme y eso era una aptitud que había adquirido los últimos días y de la que no estaba para nada orgullosa. Miraba de reojo la entrada del callejón en todo momento siendo consciente de la retaguardia a los túneles que me había asegurado por si venía alguien indeseado... Minutos después, una sombra apareció y, con ella, la certeza de que se trataba del tipo al que esperaba.

Lo miré sin apenas inmutarme cuando lo vi entrar en el callejón. Rodé los ojos ante su primera pregunta, le iba a meter la Cefalexina por donde nunca se veía el sol... - ¿Dos cajas te parecen bien? - pregunté sarcastica y retóricamente mientras me quitaba la bolsa de tela y sacaba de ella un alijo de medicamentos en otra bolsa de plástico algo más pequeña. Se la entregué - No hay demasiado pero sí lo suficiente como para que no tengas que volver a jugarte inútilmente el pescuezo en un par de semanas - no era quién para juzgarlo pero me parecía muy imprudente por su parte aquel comportamiento para nada premeditado para conseguir lo que desesperadamente había venido buscando.

Me separé de la pared que me servía de soporte y me acerqué un paso más hacia él para hacerle entrega de mi parte del trato - Y en cuanto a lo de si he tenido que robarlas... ¿No crees que sería un poco incoherente convencerte de que no lo hicieses tú para luego hacerlo yo? - lo era y, por eso mismo, así había sido, bueno... no del todo. Había tenido que hablar con mis padres, dar muchas y rápidas explicaciones, hablar con los dueños de la farmacia, enterarme de dónde las proporcionaban... vamos, que para cincuenta minutos que me había costado, legal, lo que se dice legal, no había podido actuar. Pero no importaba, ya estaba hecho - Espero que le sirvan a quien sea que las necesite - porque estaba más que claro que aquello no era para él.

Se notaba en su cara de pocos amigos de que algunos comentarios que soltaba no le agradaban, era fácil alterarla para que me respondiera de esa forma como lo estaba haciendo. - Dos cajas son muy, muy poco pero sirve.- le respondí sonriendo como si fuera un completo desagradecido. Tomé la bolsa que me entregaba y miré si estaban los medicamentos que le había pedido. Estaba todo ok, además no había sido tan difícil conseguir eso, al menos para mi. En tierra salvaje esas cosas valían más que el oro, no era algo para desperdiciar, a todo eso había que ganárselo porque costaban caro. Costaban vidas. Esa visita a Portland no solo ayudaría a Matthew, sino a algunos inválidos más a los que mi padre atendía. - Gracias, pelirroja.- le respondí haciendo un nudo en la bolsa.

Mantuve mi cabeza baja pero levanté la mirada cuando volvió a hablar con ese tonito de superioridad. -Sé perfectamente lo que es incoherente y lo que no.- respondí relajado y agregué:- No te alteres, claramente no lo decía en serio. Pero tu cara de perrito asustado me dio a pensar que te habías metido en líos.- sonreí de lado otra vez y guardé una mano en el bolsillo de mi pantalón oscuro.

La chica había podido conseguir esas medicinas sin mucho esfuerzo -o eso creía- tal vez si trataba de negociar con ella las cosas serían más sencillas a la hora de conseguir medicamentos. Aunque no estaba seguro de que ella estuviera dispuesta, menos con la cara que traía al estar ahí aunque parecía calmarse un poco. Además si trataba de negociar con ella, ¿qué podría darle yo a cambio? Solo era un inválido que apenas tenía lo básico para sobrevivir. - Es para un niño. Y sí, esto servirá.- señalé la bolsa un instante. - Me gustaría seguir llamándote pelirroja pero no creo que te agrade. ¿Tu nombre?- le pregunté con paciencia. Seguramente volvería a verla, quizá algún día tuviera ganas de hacerme otro favor como ese, al menos en momentos de apuros, y para lograr localizarla al menos necesitaría su nombre. Pero, de igual forma, nadie me aseguraba que la próxima no me delataría.

off. Perdón la demora.

La cara a la que se referia era evidente pero no porque me cayese mal o algo relacionado sino porque estaba enfadada conmigo misma por haberme dejado llevar más por lo que sentía que por lo que pensaba. Si hubiese hecho lo segundo ahora mismo no estaría con mil ojos en cada esquina, el sistema de alarma en extrema emergencia y un nudo en la garganta por la preocupación de mucho cuidado.

Me obligué a relajarme, ya etsaba todo hecho, todo entregado, ahora solo sería cuestión de largarme por donde había venido o, a una mala, por los túneles que tenía a mis espaldas solo que, de hacerlo, tendría que ser cuando el chaval hubiese desaparecido. Lo miré entre consciente de lo suyo y lo mío y me pareció escuchar que me preguntaba por el nombre. Habría que recurrir, en esa ocasión más que en ninguna otra, a mi alter ego.

- Emily, pero prefiero que me llames pelirroja, te pega más - últimamente había empezado cogerle manía al nombre de Emily, escuchar de la boca de ajenos como kaleb o Kane mi nombre real había hecho que Emily se quedase en las sombras donde siempre había estado Eve, donde siempre había estado mi personalidad real - ¿Y tú, Aladin? - haciendo referencia a los ladrones, por supuesto.

No comenté nada del hecho de que fuesen para un niño, llamadme fría pero los niños no provocaban nada en mi, ni bueno ni malo.

Emily. Era un nombre muy tierno para una chica ruda pero qué va, yo no juzgaba nombres de nadie. No se me olvidaría, era un nombre sencillo y prefería eso a nombres extraños que tenían algunos. -Ok, pelirroja entonces.- era cierto lo que decía, me pegaba más y me agradaba más llamarle así, pocas veces llamaba a las personas por sus nombre, siempre alguna otra palabra me salía.

Elevé una ceja y sonreí nuevamente cuando me dijo ¿Aladín? Ni que fuera un ladronzuelo. Hubiera preferido Robin Hood o algo así. No dije nada de todas formas. -Soy Gregor.- respondí sin darle mucha importancia. La miré unos momentos y luego recordé que tenía prisa por marcharme de Portland. Volteé y me alejé un poco, pero antes de desaparecer por la boca del callejón volví un poco hacia ella. -¿Estarías en condiciones a negociar?- pregunté sin dar muchos rodeos. -Porque bien me serías de mucha ayuda para estas cosas. Y yo podría devolverte el favor.- me coloqué la capucha y guardé una mano en mi bolsillo sin preocupación alguna.

¿Negociar? Aquello sí que me había pillado por sorpresa, ¿me estaba invitando a convertirme en su camello oficial? Me aparté de donde estaba caminando un par de pasos lentos hacia él a la vez que escondía mis manos en los bolsillos del vaquero.
- Lo que he hecho hoy no suelo hacerlo y, francamente, mucho tendría que interesarme lo que tú pudieras ofrecerme para volver a arriesgarme como hoy - no era una negación rotunda pero si que se quedaba bastante lejos de considerarse afirmación, además, ¿qué podía ofrecerme? Tenía curiosidad, parecía ser de tierras salvajes y yo en l aciudad no necesitaba nada pro el momento de alguien proviniente de allí. De hecho, si así fuese, ya contaba con Kaleb como Jack Frost y Kane.

Lo miré curiosa, a decir verdad, me había picado la curiosidad y aunque, podía ser peligroso, aguardé a la espera de una oferta irresistible por su parte. Miré a sus espaldas un par de veces todavía atenta a si aquello era una encerrona.

-¿Tanto te arriesgaste? Creí que conocías a los dueños.- le dije algo incrédulo mientras permanecía en mi lugar parado observando cómo se acercaba. -Para no hacer nunca cosas como esta fuiste muy metida hoy.- solté algo burlón y sonreí luego. Miré al suelo unos momentos, pensativo de lo que iba a decir a continuación. Era claro que yo no tenía nada que ofrecerle, no la conocía mucho como para saber lo que a ella le hacía falta -no parecía hacerle falta nada tampoco- y ella con los poco que me conocía podía saber en qué podía serme útil.

Levanté la mirada hacia ella y me puse de frente. -Un trabajo más y dejaré deuda abierta. Ya sabes, favor que pidas lo tendrás.-un trabajo más de Emily me alcanzaría para mucho tiempo. -No te conozco para saber si tú eres de las que necesitan favores, pero estaré en deuda.- quizá, solo quizá algún día ella necesitaría algo o no. Daba igual de todas formas si aceptaba, siempre alguna segunda opción había.

Por mucho que pensase de qué me podría servir una deuda por su parte hacia mi, no se me ocurría nada aunque... quizás...

- hagamos un trato - no era muy fan de ellos pero quizás podría acabar resultando interesante y emocioannte - Tu vienes de las tierras salvajes, eso es algo innegable... Yo necesito cierta "protección" - hice el gesto de las comillas con las manos - Para mi y para unos amigos. Si yo te hago este favor de nuevo - señalé la bolsa de medicamentos que le había entregado momentos antes y volví a mirarlo de nuevo a los ojos - ¿Tú me podrías asegurar protección de alguna manera? - no iba a explicarle los motivos del por qué la necesitaba, ni para mi ni para Kaleb o Kane, pero contar con un aliado de las tierras salvajes ajeno por completo a nuestros "chanchullos" podría venir hasta bien.

Comenzó a chispear y miré al cielo que se había tornado demasiado gris, me coloqué la capucha y volví a clavar mi mirada en la suya, con un tono algo más relajado y hasta cómico se podría decir, y esperé su respuesta.

¿Protección? ¿Qué protección podría necesitar ella? No parecía estar en absoluto peligro para nada, era un incurada viviendo en Portland, no podía estar mal. Elevé una ceja e hice una mueca distraída, desviando un poco mi mirada expresando algo de curiosidad.

- Protección. Bien.- le dije pensando un poco aún. ¿Protección en contra de quien? Si era en contra de reguladores, curados o esos idiotas estaba dispuesto pero si era en contra de algún salvaje tendría que pensarlo un poco, no me convendría a mi estar metiéndome en líos por una incurada desconocida. - ¿Contra quién tengo que ir si estás en peligro? Al menos quiero saber eso, porque de ser salvajes, pelirroja, tendría que pensar.- le dije con seguridad, mirando a sus ojos unos momentos.

No solía hacer negocios con nadie que no fuera de los míos, era algo desconfiado a decir verdad. Dudé un segundo en si estaba haciendo lo correcto pero luego recordé que no siempre hacía lo correcto, tenía más de una metida de pata y si esta era una más qué carajo importaba.

Esbocé una leve risa al escuchar su "pero" y negué con la cabeza mientras percibía el cambio de sombras entre aquellas tres angostas paredes. La noche caía y el toque de queda esba a punto de cumplirse de manera peligrosa para un ciudadano de aquella ciudad registrado en ella como tal. Cambié el peso de mi cuerpo de una pierna a la otra y me dispuse a contestarle con tranquilidad e incluso algo de parsimonía.

- No te preocupes por tener que lidiar con salvajes - se me hacía raro referirime a ellos como tal pues, al menos lo que yo pensaba, no hacía justicia a su significado. Proseguí - La protección que demando es también para dos de ellos que, de ser necesario, ya te diría sus nombres cuando llegase la ocasión así que por eso puedes estar tranquilo - se me hacía raro negociar ese tipo de cosas pues aunque toda mi vida me había estado preparando para ello, nunca había tenido la ocasión de llevarlo a la práctica, no al menos como las últimas cuarenta y ocho horas. Le sonreí de manera cordial e hice un gesto de quitarle importancia al asunto con la mano derecha.

- De todos modos, ¿cómo puedo estar en contacto contigo para... ¿"requerir de tus servicios"? - al fin y al cabo, y si al final resultaba ser cierto que era de fiar, tendríamos que poner en común algún tipo de medio de comunicación, ¿no?.

Ajá, habían salvajes de por medio pero parecía que no tenía que estar en contra de ninguno. Observé a la pelirroja con curiosidad y en silencio unos momentos. Resultaba interesante, era una incurada que parecía ser común como las demás pero tenía varias cositas para analizar, como por ejemplo que se relacionara con salvajes, sean inválidos o carroñeros. Olía a futura salvaje, estaba más que claro -aunque existía la posibilidad de que me equivocase-, su actitud y su forma de ser me había dado a pensar eso. Sonríe de manera perezosa y me acerqué un paso. - Sería difícil que tú puedas contactarme, a decir verdad. Soy inválido.- dije con sinceridad para continuar. - Deja que yo contacte contigo. Una dirección bastará, tendrías mi visita para concretar algún negocio. Te daría mi posición en el bosque pero soy desconfiado, además eres incurada.- ¿cómo se podía confiar en el "enemigo"? De ninguna forma, nadie me aseguraba que ella no sería curada y delataría las autoridades la posición de inválidos en tierra salvaje, y yo no solía pasar esos peligros. Por otro lado ella tampoco podía confiar fácilmente en mi, al fin y al cabo poco me conocía. - Propondría celulares para que pudieras localizarme pero es imposible por la falta de señal...-me encogí de hombros y guardé silencio para mirarla. - Elige, Emily.

No íbamos allegar a ningún acuerdo, eso estaba claro. Ni él quería proporcionarme un número de contacto ni yo una dirección donde pudiese encontrarme. por muy salvaje que predicase y demostrase ser, había aprendido que las apariencias engañaban y a base de bien; No podía fiarme, no después de lo que había pasado horas antes.
- Me temo que no vamos a llegar a ningún acuerdo - le dije expresando mis ideas en voz alta. Me encogí de hombros y volví a colocarme la capucha pues había vuelto a chispear - Quizás lo más prudente sea que nos olvidemos de todo este asunto... Si necesitas medicinas supongo que siempre podrás conseguirlas por otros medios - sopesándolo bien, era demasiado el riesgo a correr por querer hacer alarde de un altruismo que no era precisamente característico en mi. Suspiré, fingiendo una extrema resignación y torcí el gesto, mirándolo por última vez lo más seguro - Somos jóvenes, no tan distintos como te piensas, pero si igual de cautos y desconfiados. Será mejor dejar que nos encontremos en manos del azar y no en las nuestras propias... No sabemos si mañana dejaremos de tenerlas - concluí dedicándole un extraño guiño con el ojo derecho y pasando por su lado sin rozarle.
- Cuidate, pequeño salvaje, y suerte... - fue mi despedida antes de echar a correr, sigilosa, y desaparecer de su vista, del callejón, de los almacenes y del puerto en general.