Atardecer >Eve Wells

19.20. Ese horario era ideal para cruzar por la frontera, no habían muchos militares porque era la hora del cambio de personal, por lo tanto tenían sus descuidos. De todas formas no debía juzgar y tomar a la ligera la vigilancia, sabía que tenían más jefes al mando últimamente, tenía que cuidarme la espalda si no quería terminar capturado, me patearan el culo y luego me mandaran a curar. O a morir, daba igual.

Luego de cruzar el alambrado me adentré en Portland, como si fuera un curado más y llegué hacia el parque. Pronto serían las ocho y empezarían a joder los reguladores pidiendo que cada quién volviera a su casa, pero yo ya estaría fuera de esa cuidad a esa hora, si es que todo salía bien.

Me senté en la fuente del parque, con una chaqueta de algodón azul y cubriendo un poco mi rostro con la capucha, como siempre estaba cada vez que andaba dando vueltas en Portland. Observé al frente, a un edificio que estaba cruzando la calle. Era una farmacia, donde podría encontrar los medicamentos que necesitaba para Matthew. El niño estaba muy enfermo y a mi no me había quedado otra opción que arriesgarme para buscar ese medicamento que él requería. Siempre entraba a Portland con mi padre, pero él estaba ocupado con otros. No importaba, yo podría solo y ya tenía un poco de experiencia.

El dueño de la farmacia se fue y yo me puse de pie rápidamente para acercarme con las manos en mis bolsillos. Crucé la calle y fui hacia el callejón para ingresar por atrás del local. Miré para todos lados para evitar que alguien me viera y subí a un conteiner de basura para asomarme por la ventana pequeña de la farmacia, para asegurarme de que nadie estaba dentro, aunque ya sabía que el último ya se había marchado.

Volvía a casa tras unas horas agotadoras de idas y venidas, parecía mentira que toda mi vida se basase en una mentira tranquila y, de repente, en cuarenta y ocho horas hubiese tenido toda la acción del mundo sin que nadie se hubiese molestado en dosificarla.

Como siempre, me dispuse a traspasar el parque pero recordé la mañana anterior y decidí, inconscientemente, rodearlo. Tomé la acera que quedaba a mi izquierda, a pesar de la hora que era apenas había demasiados transeuntes por las calles y aquella tranquilidad inquietante no me daba demasiada buena espina. Lo había comprobado horas antes.

Con las manos en sendos bolsillos de mi vaquero y la capucha de mi camiseta puesta, comencé a andar casi pegada a la pared, costumbres, pasando de largo un par de bares, una tienda de comestibles y un callejón que daría paso a la farmacia propiedad de unos buenos conocidos de mis padres.

*¿Pero qué...?*, algo llamó mi atención justo antes de traspasar la boca del callejón, una figura que parecía pertenecer a un joven tipo de aspecto francamente para nada curado parecía buscar la manera de colarse en el local sin permiso alguno. De normal habría pasado, le habría dejado hacer lo que fuese que quería llevar a cabo pero conociendo a los dueños de la farmacia, sabiendo que se trataba de gente honrada y de que si mis padres se enteraban de que no había hecho nada, me matarían, me adentré sin pensármelo dos veces en el callejón y lo llamé a unos seis o siete metros del contenedor donde estaba subido.

- ¡Eh, tú! - sí, lo mío era sociabilizar, ¿se notaba? - No se si te has dado cuenta de que la puerta de entrada está justo en el extremo contrario - como llevase algún tipo de arma o le diese por dejarse llevar por la violencia física, estaba jodida, pero como siempre, de todo eso me daba cuenta cuando mi boca ya se había adelantado y las opciones de salir ilesa se habían reducido considerablemente.

Empujé la ventana. Vaya, vaya, era genial que estuviera abierta, esos sujetos no tenía la seguridad necesaria. Miré hacia adentro y luego me acomodé para ingresar con la agilidad a la que estaba acostumbrado. Pero antes de siquiera introducir mi cabeza una voz femenina y fuerte me tomó por sorpresa. Bueno, me había espantado en verdad. Mi sobresalto hizo tambalear el conteiner de basura sobre el que estaba parado y antes de caer decidí saltar fuera de él, hacia el suelo. ¡Joder! Mierda que me había asustado la chica y ahora no sabía dónde meterme, ni qué decirle.

- Ah, pero qué metida. Anda, ve, pelirroja. Busca a alguien para que venga a arrestarme.- dije con seguridad y tono burlón. De verdad, de verdad esperaba que no hiciera eso porque sería mi fin. Si algún policía o regulador se acercaba a ver la "situación" yo saldría perdiendo. Pero ¿qué podía hacer? Fingir que era un curado ladrón solamente, aunque sería un mentira que no dudaría demasiado porque yo no tenía ningún registro en Portland. Me acerqué un poco a ella y oculté más mi rostro con la capucha de mi abrigo. - Sé perfectamente diferenciar entra la puerta principal y la ventana trasera, por si no lo sabes.-. Y ahora me quedaba esperar, espera a ver qué decía o hacía la chica. Solo esperaba que se fuera y me dejara con mis cosas, porque yo no tenía pensado marcharme sin esas medicinas... Me gustaban las sorpresas. pero sorpresas como esas y en esos momentos no eran bien recibidas por mí. - Deberías largarte y dejarme en lo mío.

Alcé una ceja y dibujé una media sonrisa sarcástica y burlona al escucharle llamarme "pelirroja". Siempre me había hecho gracia esa palabra, no me pregunteis por qué, y hacía ya bastante tiempo que nadie me llamaba así. Adopté una postura chulesca, cruzando los brazos y dejando caer el peso de mi cuerpo sobr emi pierna izquierda mirándome con todo el descaro del mundo de arriba a abajo.

- Vaya, pues si así es no puedo imaginarme qué es lo que hacía aquí detrás - comenté totalmente sarcástica ante su comentario de saber cuál erala distinción entre ventana trasera y puerta delantera. Miré a nuestro al rededor e incluso a mis espaldas, no había casi nadie así que decidí hacer un buen acto de voluntad y esperar que no fuese tan sumamente ingenuo como para no seguirme la corriente.

- Oye, mira, ¿cuántos años tienes? ¿Veintiuno? ¿Veintidos? Sea como sea se te nota a la legua que no eres un curado - últimamente había aprendido a diferenciarlos por sus rebeldes comportamientos - No tengo nada contra ti así que si te largas de aquí no diré absolutamente nada pero, si mantienes la idea de saquear esta farmacia - dije mientras señalaba al local con el dedo pulgar de mi mano derecha - quizás cambie de opinión - sabía de sobras que no imponía, que era un tapón de pelo rojo y rostro infantil que se las daba de "yo controlo" cuando en realidad no lo hacía, pero me daba igual, si funcionaba eso que me llevaba.

No me inmuté de mi posición ni siquiera cuando se bajó de un salto. Si se acercaba que se acercase, de peores había salido ya.

Elevé una ceja y se me escapó una sonrisa de lado al ver que no le importaba un comino lo que yo le dijera. Qué falta de modales la chica, siempre había pensado que todos los incurados eran unos niños de papá pero ahí estaba con ese semblante y tranquila. No, la chica no era cualquier incurada, se notaba que estaba acostumbrada a tratar con salvajes porque de otro modo ya hubiera salido corriendo de ese callejón de apenas verme queriendo entrar por la ventana de la farmacia.

Preguntó mi edad pero solo negué con cabeza sin darle mucha importancia. Reí con sus palabras bajando un poco mi cabeza y me acerqué un poco, volteando a mirar que nadie se acercara. - ¿Eres algo así como una justiciera anónima?- hablé con tono burlón, completamente sin cuidado de lo que ella fuera a hacer aunque debería tenerlo. No debía subestimar las amenazas de nadie y la pelirroja parecía seria con lo que decía. - Primero, me vale poco lo que digas. Segundo, no me iré de aquí sin llevarme lo que quiero. Tercero, ¿quién eres para venir a imponerme condiciones?- ladeé un un poco mi cabeza y corté más distancias para acomodar bien mi capucha. - Escucha. Te das vuelta, sigues tu camino y olvidas que me viste aquí. Tampoco tengo nada en tu contra, cada niño a su juego.- o hacía eso o no me dejaba más opción que deshacerme de ella de alguna forma, alguna forma que no requiriera matarla, por supuesto. Yo no era un estúpido carroñero. - O bien puedes echarme una mano.-reí con lo último y me alejé otra vez para acomodar el conteiner de basura donde tenía pensando subir para llegar a la ventana como antes. - Ni que fuera a quemar el maldito lugar, solo necesito algunas medicinas- no tenía ni la menor idea de por qué le contaba aquello, pero quizá no estaba mal implementar la pena con ella.

Me gustaban sus modales o, mejor dicho, su falta de ellos. Me recordaba en cierto aspecto a mi, en tío estaba claro, pero a mi. Esa rebeldía injustificada, ese "me la sopla lo que me digas que seguiré a lo que había venido" y su tono de superioridad fingida me podían.

Solté una leve risilla y me acerqué lentamente hasta el contenedor donde había vuelto, lenta pero sin pausa, con las manos en el interior de los bolsillos de mi vaquero. Lo observé con una ceja levantada y hablé mientras me bajaba la capucha, no tenía nada que esconder - Lo de justiciera se me queda corto - comenté claramente sarcástica haciendo referencia al primero de todos los comentarios que él había soltado. Resoplé y lo continué mirando desde mi posición, sin inmutarme ni ayudarle - No tienes demasiada experiencia en esto, ¿no? - aunque la respuesta caía por su propio peso - A plena luz del día, con una simple capucha a modo de máscara, sin armas a la vista... Chico, si de verdad fueses un delincuente te lo habrías currado un poquitito más - continué haciendo un gesto con los dedos pulgar e índice al decir la palabra "poquitito".

Sonreí de lado y miré a mis espaldas, anochecía y la gente parecía exenta de pasar por allí. Me volví de nuevo hacia el desconocido y proseguí - Si lo que necesitas son medicinas yo puedo conseguírtelas, conozco a los dueños y prefiero recurrir a ellos antes que permitir que la líes ahí dentro - concluí finalmente en un tono más serio y formal para dar a entender que ya no bromeaba - Además, dudo que quieras que te pillen en cuanto salte la alarma que estás a puntito de activar - puntualicé a modo de pequeño inciso.

Volví a asomarme por la ventana con cuidado mientras escuchaba que la chica se acercaba y me hablaba sin hacerme caso a la que había dicho anteriormente. No se marcharía ni me dejaría a hacer las cosas como las tenía pensado. Volteé a verla desde allí arriba, suspirando sin ganas, más bien había bufado. Sonreí de lado cuando habló acerca de cómo debería ser un "delincuente", ¿qué sabía ella de cometer delitos? Como bien ya había pesado no era la priera que pasaba por cosas como esas.

No, yo no era ningún experto en robar, solamente robaba medicamentos de hospitales con mi padre pero ese día estaba solo por primera vez y el hospital seria más peligroso para mi solo, por eso mi elección de aquella farmacia. Ok, tenía qu reconocer que hubiera sido más fácil si la molestosa no hubiera a aparecido pero ahí estaba. Además no lo estaba haciendo tan mal, ella se equivocaba cuando decía que era plena luz del día y no era el momento, yo bien sabía que era el mejor horario, los reguladores estaban ocupados controlando incurados que salían de sus clases, además de haciendo cumplir el toque de queda. ¿Armas para robar? No tenía pensado matar a nadie, ni defenderme porque no entraba en mis planes ser atrapado... Bueno, aunque había tenido una falacia ya que la pelirroja me había pillado. - Hazme un favor y lárgate. Gracias, linda- dije sin más y volví a asomarme por la ventana.

Me detuve cuando dijo conocer a los dueños del lugar al que estaba entrando. Carajo, claro... quizá si estaba hasta el cuello. Volteé a verla y bajé de un salto para pararme frente a ella. - Hubieras empezado por ahí.- me interesé en lo que tenía para decir. Lo malo de aquello era que yo no tenía mucho tiempo, tenía que volver cuando antes a tierra salvaje con aquellas medicinas, durantes las noches se dificultaba más cruzar. -¿Cuánto cuesta el favor?- ja, nada era gratis, más que nada en mi mundo. Si alguien te hacía un favor debías devolverlo tarde o temprano, al mismo costo o peor, esas eran las duras reglas. - Aunque no cuento con mucho tiempo.- odiaba no conocer cómo reaccionarían las personas a veces. La chica bien podría marcharse y delatarme, ya sabía que yo no iba a irme sin los medicamentos que requería. Pero no, ella estaba ahí parada frente a mi como si quisiera negociar. Yo no me equivocaba cuando decia que no era como otros incurados, ella parecía otra salvaje como las que había conocido ya.

En el fondo me alivió ver esa desesperación oculta bajo su rostro pero claramente visible en su mirada. Necesitaba esas medicinas, Dios sabe para qué, y las necesitaba ya.
Torcí el gesto y carraspeé un poco antes de contestar.

- Ya has pagado si aceptas mi ayuda - no creía que me hubiese entendido pero yo sí lo había hecho. ¿Qué ganaba yo de todo aquello si lo ayudaba? Tranquilidad y evitarle un follón a los amigos de mis padres. Miré de nuevo a nuestro alrededor y me acerqué un poco más a él para comenzar a hablar en un tono más bajo - Como comprenderás, yo no tengo las llaves ni la autorización de este lugar, tendría que mover algunos hilos y, aunque lo intentase hacer rápido, más de una hora sí me iba a llevar - ya me temía las represalias por su parte - ¿No podríamos quedar dentro de unas horas en algún lado? Tú me dices lo que necesitas y cuando te lo consiga te lo doy - me escuchaba y me parecía estar traficando con vete tú a saber qué.

Me reí interiormente por aquello y lo miré con urgencia y, por qué no, curiosidad. ¿Por qué esas prisas? Y, sobretodo, ¿por qué ese afán por conseguir unas simples medicinas a pesar del alto precio al que se exponía?

¿Favor pagado con solo aceptar? No entendía la lógica del asunto pero llevé poca importancia, de todas formas esa sería la primera y última vez que vería a la desconocida. La miré mientras hablaba con cuidado y las cosas que decía no eran buenas para mi. Fruncí el ceño y negué con la cabeza lentamente. - No tengo más de una hora.- le dije seriamente con algo de molestia.

Me alejé, crucé mis brazos y apoyé mi espalda en la pared de manera pensativa. Era una cagada que tardara tanto. Era una cagada que me hubiera visto en ese lugar. Era una cagada que fuera tan idiota como para dejarme pillar por una incurada. Cagada mayor sería si no llegaba con esos medicamentos para Matthew. No contaba con tiempo y además debía cruzar la frontera. Observé a la chica otra vez... No me quedaba más opción, y ella parecía seguir dispuesta a molestar y no dejarme robar en aquella farmacia como lo tenía pensado.

- Dentro de una hora.- le dije con firmeza, y descrucé mis brazos para acercarme nuevamente. - Si llegas al puerto viejo en una hora te deberé una, No cuento con más tiempo que ese.- no sabía si iba a aceptar pero ya no me quedaban muchas alternativas. - Si no cumples tu palabra no importa, de otro lado conseguiré esos medicamentos.- me quité la capucha dejando a la vista mi rostro y tendí mi mano para tomar la suya. - ¿Trato?- pregunté mirándola a los ojos de una forma seria para que no se negara. Si aceptaba le pediría las medicinas para Matthew pero además algunas otras cosillas, de alguna forma le pagaría después.

Valoré el tiempo del que decía disponer sin opción a modificaciones sobre él. Quizás pudiese hacerlo, quizás pudiese convencer a todos los que tenía que convencer para ello... el problema estaba en llegar hasta el puerto. No era lo mejor para mí, no después de lo del día anterior, no podía dejarme ver por allí, si lo hacía y me cogían... era pelirroja muerta.

Torcí el gesto. Lo bueno de haber pasado dos días huyendo por túneles bajo el puerto es que ya me sabía, más o menos, donde estaban las zonas "seguras" y por donde se podía acceder a ellas. Me iba a meter, aún así, en un buen lío por haber querido hacer una buena acción.
Chasqueé la lengua.

- Al inicio del puerto, entre el primer y el segundo almacén nada más entrar, hay una especie de callejón parecido a este. Ahí y solo ahí - con eso no estaba dispuesta a negociar. Si él imponía límite de tiempo, yo imponía lugar de encuentro. Me jugaba más de lo que probablemente se mereciese así que no estaba dispuesta a ser flexible con aquello. Sin esperar siquiera a saber si le parecía bien o no, pregunté el meollo del asunto - ¿Qué es lo que necesitas? - y más le valía no ser muy exquisito con la mercancía.

- Perfecto. El lugar no es problema si no te tardas más de lo acordado.- le respondí y sonreí un poco. Aunque me preguntaba por qué no podía ser en cualquier lugar del puerto, ella no era la inválida que debía esconderse, era una incurada como tantas que habían ya.

Según mi padre, Matthew debía de tener infección urinaria y yo estaba de acuerdo, tenía todos los síntomas de ser una infección grave, más que nada por la fiebre elevada que tenía. En un principio me había molestado mucho con su hermana mayor, que no se había dado cuenta antes de los problemas que el niño estaba teniendo, descuidados habían en todos lados. - Primero que nada quiero antibióticos. Los que sean.- le pedí con calma mientras se me cruzaban por la cabeza tantas cosas que serían útiles. - Luego Cefalexina. No te olvides el nombre- eso serviría para Matthew. - Y desinfectantes de heridas.- finalicé aún con ganas de pedirle más cosas pero me contuve porque mientras más cosas le pidiera más se tardaría.

Me coloqué mi capucha otra vez y me alejé de ella sin dejar de mirarla y caminando de espaldas. - Recuerda, pelirroja. Cefalexina, antibióticos y desinfectantes. ¡En una hora!- le repetí otra vez la corta lista y rápidamente volteé para salir de aquél callejón, rumbo al puerto viejo, allí la esperaría.

Off: ¿Abres en el puerto?