cristales rotos y un intruso...(priv)

La noche se iba acercando, pero me importaba bien poco, al menos, con la brisa que entraba por los ventanales hacía que no me agobiase y trabajase tranquilamente. No pensaba salir del laboratorio hasta que no hubiese inoculado e incubado todas las placas que tenía previstas. En realidad, las tenía que haber terminado hace un par de horas, como de habitual, pues tenía la suficientemente maestría como para trabajar eficazmente. Sin embargo, aquella mañana había tenido que salir, y eso me había retrasado enormemente, cosa que odiaba. Me gustaba que cada cosa terminase puntualmente y no como en aquel instante, que me tenía que haber quedado más tiempo. Bueno, a decir verdad no era de obligación, mis compañeros no lo hacían, pero ellos no eran responsables o les gustaba lo que hacían, ellos solo cumplían su obligación. También había que confesar, que entregándome a mi trabajo me hacía no pensar en otras cosas... No sentirme tan rara como me sentía tras la dichosa operación, que había dejado una especie de hueco y nunca sabía a qué se debía.

Mi mente, como habitual cada vez que aparecía el tema desconectó por un segundo, y consiguió que se me cayese la placa de la mano y que se rompiera, haciéndome un corte en la palma y soltar una sarta de improperios. Eché como siempre esos pensamientos a lo más hondo de mi mente y recogí aquel desastre que se había formado en tan solo un par de segundos muertos. Tras tirar los cristales rotos y limpiar el líquido miré mi palma llena de sangre ya reseca. Por suerte el corte no había sido demasiado profundo, aunque parecía que hubiese matado a alguien por todo lo que la sangre había manchado, tanto en la mesa como en mi bata al rozarla sin darme cuenta.

Suspiré y me levanté. Aquel iba a ser el último cultivo que tenía que hacer, y que ya no se haría, por lo que solo tenía que llevarlo al horno, donde restarían toda la noche, listos para la jornada del próximo día. Llevé las 6 placas con sumo cuidado a la sala contigua. Tenía que andar con cuidado, las luces estaban apagadas pues el centro de investigación estaba por cerrar, por lo que apenas tenía visibilidad, pero como me conocía el recorrido con los ojos cerrados no incidí en la luz, aparte que no tenía mano con que pulsarla. Dejé las placas y volví a la otra sala, a por mis cosas y limpiar toda la sangre. Me senté en mi sitio dispuesta a ello, cuando mi cabeza volvió al tema anterior y me quedé mirando a la nada. Sin embargo, un ruido extraño me hizo volver en sí y mirar a mi alrededor, principalmente a la ventana abierta por si alguien se había colado o para ver qué sucedía y si tenía que dar la voz de alarma...

Aquel día se había encontrado haciendo encargos y más encargos, el hospital solía encontrarse siempre con mucho movimiento, pero aquel día, por la razón que fuese, se había encontrado pausado y con pocas cosas que hacer; lo único que había estado haciendo durante toda la mañana y una pequeña parte de la tarde había sido ordenar medicamentos y más medicamentos que habían llegado aquella madrugada, a primera hora de la mañana, en la que él mismo había estado presente para recoger todo aquello y ayudar en lo que pudiera. A partir de una cierta hora de la tarde el centro estaba casi vació, al menos ninguno de los jefes se encontraba allí para estar pendientes de quien se encontraba en el lugar y quien no, Darian miró su reloj y pudo comprobar que esa era la hora de la visitas en el hospital psiquiátrico; ayer no había podido acercarse por lo que llevaba dos días sin visitar a su madre y aquel momento en el que no tenia trabajo era un gran momento para acercare a aquel sitio y poder "hablar" con su madre.

Aquel sitio era tan deprimente como siempre, como todos estos años que había estado visitando a su madre, no se habían molestado en arreglar alguna cosa de ese lugar, nada, ni una simple ventana rota por la que pasaba todo el frío de Portland, era de esperar que todos aquellos enfermos mentalmente lo estuvieran también físicamente, Darian odiaba que su madre estuviera en aquel lugar, pero ni si quiera le dejaban cambiarla a un hospital mejor. Ella estaba sentada en la misma silla de todos los días, mirando fijamente por la ventana, como si dejara pasar su vida poco a poco esperando que alguien viniera a por ella y acabara con ese sufrimiento; aquella situación mataba lentamente a Darian, pero cuando su madre giraba su rostro para mirarle y una sonrisa aparecía en su boca, sabia que ella era feliz solo con verle; veinte años en el mismo lugar no era agradable, pero Darian suponía que ver a alguien querido todos los días te hacia ese peso menos duro, por ello intentaba no faltar nunca a la cita con su madre.

Había sido como todos los días, el hablando y ella solo mirando y sonriendo o en aluna ocasión haciendo pequeños ruidos con la garganta intentando contestar, echaba de menos la voz de su madre, aquella que casi nunca había escuchado, ni cuando podía hablar, pero después de todo lo que habían pasado le debía al menos eso, una pequeña visita todos los días. Era ya tarde, incluso el sol se había metido por el horizonte, era una noche fría y tenia que volver al centro medico a recoger las pocas cosas que le quedaban, no tardaría mucho, pero no le gustaba dejar su trabajo a medias y por muy tarde que fuera allí estaba de nuevo, en el hospital donde trabajaba; todo estaba bastante oscuro, lo más seguro es que solo quedaran los guardias para cerciorarse que todo estaba en orden, iba por el camino, solo iluminado por las luces de emergencia, no necesitaba ninguna luz más; pero algo llamó su atención, el suelo estaba lleno de sangre en uno de los pasillos e incluso había un pequeño camino de sangre, se dirigió con algo de prisa siguiendo aquel pequeño camino hasta una de las pequeñas salas de personal del hospital y allí encontró a alguien, alguien que pensaba que nunca iba a volver a ver; ¿Qué hacia en aquel lugar?, él bajo su mirada a la mano y aquella mano estaba cubierta de sangre, no sabia muy bien que hacer en ese momento, si intentar ayudarla con su herida o avisar a algún guardia, sin saber que ambos trabajaban en el mismo sitio, pero dejo que su instinto saliera y cerro la puerta para que pareciera que nadie estuviera allí, se acerco al grifo y lo abrió con fuerza - Introduce la mano - La miraba fijamente, sin expresión alguna en su rostro, lo primero era saber en que estado se encontraba su mano, después vendría lo demás.