Rose M. Williams.

PERSONALIDAD

Rose es una persona tímida y dulce, educada en una familia la cual se enorgullece de haber sido curada y que porta con honor la cicatriz detrás de la oreja izquierda. Es muy honesta en todos los aspectos, y no duda decir lo que piensa, aunque sin caer en la imprudencia. Es una persona cariñosa, aunque evita demostrarlo, ya que sus padres no consideran correcto ese comportamiento. Le gusta tener amigos, y los valora demasiado, es una persona entregada cuando se refiere a ese aspecto, ya que "Trata a los demás, como ella quiere que la traten". Risueña, Optimista, le gusta ayudar a cualquiera que lo necesite, aun sin que se lo pidan. Desde que era pequeña se le inculcó sobre la enfermedad y sus padres esperan con ansias el día en el que será su turno, a pesar de que ella no se sienta muy a gusto con la idea.

HISTORIA

Nació en una lluviosa tarde de julio, única hija de los Williams, una orgullosa pareja que rondaba entre sus treinta años de edad cuando aquello. Sus padres, desde que era pequeña, siempre le informaron sobre la enfermedad, y lo mala que era. Creció temiéndole al igual que los otros niños de su calle, y siempre tuvo presente que algún día le harían lo mismo que a sus padres, "Esa rayita atrás de la oreja", como su madre siempre decía. Un día, cuando Rose contaba con diecisiete años, se encontraba haciendo limpieza en el sótano de su casa, cuando una caja, empolvada y llena de telarañas, llamó su atención. En ella, se encontraba escrito el nombre de "Amelie", nombre que reconoció como el de su abuela paterna, fallecida varios años antes de que naciera. Intrigada por aquél descubrimiento, escondió la caja y con mucha suerte, pudo llevarla a la intimidad de su habitación, en la cual, comenzó a analizar su botín. Algunos libros, papeles, unas fotos antiguas y un diario viejo, se encontraban ahí adentro. Preguntándose que habría en ese último, lo tomó y comenzó a leerlo, a pesar de la dificultad para realizar aquella tarea por la antigüedad de las hojas. Su abuela tendría apenas veintiún años cuando aquello, un año antes de descubrir la cura a la enfermedad. Siguió pasando las hojas, maravillada por conocer como había sido esa época y conmovida por los pensamientos de su abuela, hasta que un nombre, Steve, apareció. Su abuelo, si mal no recordaba, se llamaba Mark, no Steve. Siguió pasando las hojas. Steve. Steve. Steve, pero nada de Mark. ¿Quién era Steve? En las páginas sólo lo mencionaba como "El chico de la imprenta, que todos los días la recibía con una sonrisa". Con el ceño fruncido, reanudó su lectura, aliviándose de que solo faltaban pocas hojas para que terminara de leerlo.

La lectura se hacia más difícil. Algunas hojas tenían gotas, de algo que imaginaba que era, y la letra, se volvía más angulosa y complicada de entender, como si en el momento en el que las escribieron, no se hubiese tenido la fuerza necesaria para seguir. "La enfermedad". "Ya hay cura". "Ya no". "Steve". "El hijo de los Williams". "Última vez". "Amor". Después de esa frase ya no había más. Sólo hojas en blanco. ¿Su abuela había... padecido de aquello? Se preguntaba cada noche. ¿No su padre decía que su madre siempre había sido una persona seria y pesimista con todos?. Por alguna razón sentía que su abuela no le había parecido nada de eso, cuando escribia sobre Steve. De repente, el escuchar a sus padres decir que pronto sería curada, le hacía sentir un nudo en la garganta. ¿Acaso había cambiado de parecer?