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Carroñero {Velkan}

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Mensaje por Gwen E. Monaghan Sáb Sep 22, 2012 4:53 pm

Ese día había realizado mi primer acto de rebeldía de todo mi vida: les había dicho a mis padres "no". Sí, yo misma con mis propias palabras. Me sentía muy bien, pero muy mal a la vez -debía reconocer-, pero no, había hecho bien. Era un mundo sin amor no un mundo prohibido de la libertad de expresión. Ah, pero la cara de mis padres no habían sido muy lindas y menos la de Megan que prefirió callarse lo que quería decirme. Ellos se iban a una fiesta -si se lo podía llamar fiesta- del Consejo y a mi no me apetecía ir, no quería aburrirme como solía hacerlo y ninguno de esos administrativos llevaban a sus hijos incurados, nadie salvo mis padres que me obligaban a ir para ser un adorno.

Di vueltas por mi casa -mi gran casa- y luego me fui a mi habitación dispuesta a dormir pero me entretuve con un libro. Mi familia no estaba asi que podría leer tranquila sin que vieran que estaba "rompiendo" con las normas.

Los ojos me pesaban y ya no tenía consciencia de lo que estaba leyendo pero de todas formas seguía como quien no quiere perderse el final de una película. Unos segundos, o tal vez minutos después el libro que tenía en mis manos cayó al suelo. Me sobresalté un poco y me levanté rápidamente para guardarlo en su escondite antes de que alguien de mi familia lo viera. Mientras lo guardaba en una caja de madera junto con otros libros más escuché un ruido extraño abajo, en la sala de mi residencia. Fruncí el ceño, recogí mi cabello y tras ponerme mi bata de dormir salí de mi habitación para acercarme a las escaleras. Me parecía extraño que ya regresaran tan pronto, las fiestas del consejo solían durar mucho. ― ¿Tan rápido regresaron?― pregunté apoyándome en el barandal del pasillo de arriba y mirando hacia abajo por si alguno cruzaba. ― ¿Megan?― volví a preguntar sin oír respuesta.
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Mensaje por Velkan Ross Dom Sep 23, 2012 1:31 am

El tesoro mas preciado estaba al límite con el peligro. Los más poderosos del consejo tenían armas, archivos importantes, joyas, entre otras cosas que podían servir. Esa noche estaba perfecta para un ataque silencioso y fugaz. Sabía de memoria los actos importantes, conocía todo el procedimiento, también sabía que las casas quedaban al descubierto, completamente en soledad siendo una gran tentación. Aguarde en las sombras, observando cada movimiento de la casa más cercana que tenia. Al fin, cuando toda la familia partió, me dispuse a entrometerme. El solo hecho de jugar contra el tiempo aumentaba mis ganas por seguir adelante, todo podía salir mal como también podía tener todo a mi favor, servido en bandeja de oro.

Una vez dentro de la casa –Que por cierto, tenía un fácil acceso- comencé a divagar por toda la sala en busca de algo interesante. Hasta ahora solo adornos insignificantes, cuadros, entre otras cosas. Lentamente subí las escaleras, al llegar a la cima note algo que empezó a inquietarme. Una luz que salía por debajo de una puerta ¿Acaso había alguien? Era imposible, no tenía sentido. Tontamente y por descuidado choque contra un mueble. Idiota. Maldije internamente, mas me lamente cuando una rubia joven apareció de esa habitación iluminada. Muy inocente, incluso tonta, ni se imaginaba lo que podía llegar a suceder aquella noche. Me quede aguardando escondido detrás de un pilar, siempre siguiendo los movimientos de la rubia con la mirada.

Prácticamente me lance sobre ella, arrinconándola contra una pared con violencia. No iba a tener piedad con ella, si para callar mi actos debía matarla lo haría sin dudar. Mi fría mirada se poso sobre la suya, bastante abrumada y sorprendida. Apague sus palabras con mi mano sobre su boca. Inmovilice sus movimientos con el resto de mi cuerpo, casi ahogándola por la presión de mi brazo sobre su garganta frágil –Si quieres ver a Megan de nuevo será mejor que estes callada… - Dije apretando aun mas su garganta, seguramente la mataría si no me detenía –¿Quién eres?– Pregunte, debía saber si su vida podía servirme de algo… Antes de aniquilarla.
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Mensaje por Gwen E. Monaghan Dom Sep 23, 2012 4:40 pm

Me resultaba extraño que nadie me respondiera, pero resultaba lógico que ninguno de mi familia quisiera dirigirme la palabra por haberme negado a asistir con ellos. Daba igual, era la primera vez que era rebelde de esa forma en cambio Megan hacía a veces lo que quería, era injusto. Estaba segura de que mis padres me llevaban a esa clase de reuniones para enseñarme como obsequio para alguno de los padres de algún pretendiente. El mundo social de los miembros del consejo era tan desagradable muchas veces pero eso jamás podría decirlo a mis padres, era mejor callar.

Di un paso hacia atrás para ir a bajar por las escaleras cuando de repente algo fuerte se abalanzó sobre mí llevándome arrinconada contra la pared. No pude moverme, ni gritar, ni siquiera pensar en hacer algo porque todo había sucedido muy rápido. Sentí el golpe de mi espalda y cabeza contra la pared, y luego atiné a levantar mis manos para tratar de alejar a esa persona. Era un hombre, grande comparado con mi tamaño y para mi resultaría imposible poder defenderme. Me preguntaba dónde demonios estaba la navaja que siempre llevaba conmigo en esos momentos. Cerré mis ojos con fuerza y respiré con dificultad por la presión sobre mi cuello que me estaba matando. ― ¿Qué quiere?― le pregunté muy levemente haciendo el esfuerzo una y otra vez de alejar su brazo de mi cuello. Abrí los ojos lentamente y me encontré con la mirada violenta, fría y dura de un salvaje. Seguramente carroñero porque los inválidos no hacía esa clase de cosas.

Mis ojos se abrieron como platos cuando mencionó a Megan. Me había dado a entender muy bien de que mi hermana se encontraba en peligro y eso me asustaba y me tenía confundida. ¿Cómo ella podía estar en una situación así si estaba en una fiesta del Consejo? Pero rápido recordé que yo misma había mencionado su nombre fuerte y ese sujeto me había escuchado. Era astuto, debía reconocer, utilizaba esas cosas a su favor. ― No me lastime y le daré lo que quiere.― afirmé mirando a sus ojos fijamente. Maldito carroñero que se metía en mi casa así de la nada, ¿qué se creían a veces? Pero claro, mi madre bien decía que no eran más que animales. Yo no los veía así, es más quería volverme una salvaje antes que someterme a una intervención.

Pude alejar solo un poco -muy poco- mi cabeza de la pared de tratar de mirarlo mejor y en esos instantes pensé en que lo conocía. ¿De dónde? Mis ojos seguramente se tornaron muy curiosos ya que su rostro expresó algo diferente. ― ¿Eres el joven de la familia Ross?― le pregunté con totalidad formalidad que caracterizaba mi forma de ser. No esperé su respuesta para volver a hablar. ― Usted escapó hace algún tiempo, ¿verdad?― sentí más presión sobre mi cuello y volví a cerrar los ojos. Ahora me preguntaba si había hecho bien al decirle que lo reconocía... tal vez el carroñero decidía dejar sin testigos su visita y eso requería asesinarme. Me puse muy nerviosa de repente y el solo pensar en morir me llenaba de angustia. ― Me está matando...― dije con las primeras lágrimas en mis ojos, pidiendo de que dejara tranquilo mi cuello unos momentos, la sofocación era mucha y no me dejaba respirar.
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Mensaje por Velkan Ross Dom Sep 23, 2012 5:25 pm

Esto no tenía que estar pasando, mi idea era entrar y salir sin provocar alguna muerte que alertara a la seguridad del consejo. ¡Diablos! Ahora todo estaba saliendo mal, aquella rubia no tendría que estar allí… Si hacía alguna estupidez terminaría dentro de un cajón de madera bajo tierra. No confiaba en ella por lo que mi agarre era más firme que antes, y la presión contra su pequeño cuerpo no cedía. Apenas libere sus labios para poder entender lo que decía - Quiero que te quedes tranquila. No hagas alguna estupidez porque no dudare en matarte ¿Esta claro niña?- Hable con seguridad, si demostraba la leve inquietud que sentía podía usarla en mi contra. Mi mente trabajaba lo más rápido que podía, debía encontrar algo para sujetarla y así poder a tener la movilidad de todo mi cuerpo. Encerrarla y amordazarla sería lo ideal, lástima que deje la soga en el refugio. Valla idiota soy. Todas sus preguntas fueron ignoradas, no estaba en la posición para ser ella la que interrogue. Solté una leve risa al notar la desesperación que tenia ¿Darme lo que quería? Eso sería un error bastante grave, típico del miedo cuando domina la razón.

- Dime quiénes son tus padres, su posición ante el consejo. Dilo ahora, no quiero perder el tiempo – Ordene. Estaba acostumbrado a tener el control, en este caso no sería la excepción. Mi presión sobre su garganta comenzó a ser más leve, necesitaba que viviera hasta que me diera la información necesaria, luego decidiría el destino de su vida dependiendo de su buen comportamiento, como lo estaba haciendo hasta el momento. Mi corazón se detuvo en el preciso momento que hizo esa pregunta. ¿La conocía? ¿Quién era? Ahora recordaba que jamás me rebelo su identidad, otro detalle que deje pasar por alto tontamente. Para que pregunta eso, ahora mi brazo dejo la suavidad y la apretó aun más contra la pared. Un odio subió por todo mi ser, sentía que podía matarla en cualquier momento – No estás en condiciones de preguntar – Mencione suavemente, sonando un poco amenazador. Debo matarla, reconoce quien soy. Fue lo único que pensé en ese instante pero tenia otras dudas ¿Cómo sabia? - ¿Qué eres de los Ross? – Nuevamente ignore sus estúpidas preguntas, quizás revele todas sus dudas un segundos antes de matarla.

Estaba perdiendo el control, sin darme cuenta mi brazo estaba empeñado a aplastar su garganta contra la pared repleta de cuadros. Dude en hacerlo. Sería lo correcto aunque no sería algo beneficioso. Debía obtener algo antes de matarla sin razón, utilizarla y luego desecharla como siempre hacia.

Jale de su cuerpo dirigiéndola al segundo piso, exactamente a su dormitorio, la habitación de donde jamás debió a ver salido. Tome lo que tenía a mano para atar sus manos detrás de su espalda, seguramente era alguna remera, lastima ahora era una especie de soga y para un futuro un recuerdo del mal momento vivido. Un nudo firme y ajustado, era imposible que lograra moverse con rapidez, la golpearía si intentaba hacer algo como eso. Lo mismo hice con sus pies, no iba a arriesgar a un golpe bajo. Una vez que estaba inmóvil la tire contra su propia cama, tome asiento a un lado de su cuerpo y cubri su boca con mi mano, por si intentaba gritar - Seamos claros, te portas bien no te hare daño… Un error y se termina todo ¿De acuerdo? – Limpie una o dos lagrimas que resvalaban por su mejilla, un toque demasiado tierno para un carroñero – ¿Cómo te llamas? -
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Mensaje por Gwen E. Monaghan Dom Sep 23, 2012 7:30 pm

Lo sabía. No había sido muy buena idea haber mencionado algo que le hiciera pensar que lo conocía. Ése era uno de mis defectos, siempre decía las cosas y después las pensaba pero no pasaba seguido. Seguía arrinconada contra la pared y de verdad estaba muy asustada porque era un carroñero y ese sujeto no dudaría en matarme. Pero tenía que sacar fuerzas de donde sea para luchar por sobrevivir, si no era físicamente tenía que ser con la cabeza, buscar palabras y decir cosas que lo hicieran razonar un poco. Además no ganaba nada con matarme, yo no era más que otra incurada de las tantas que había por ahí dando vueltas. Bien, piensa Gwendoline, piensa. ¡Pero carajo! ¡Era imposible pensar! Casi nada de oxigeno llegaba a mi cerebro por su presión contra con cuello.

― Bien. Mis padres son Raphael y Kathy Monaghan. Mi padre es empresario y representante de varios miembros del consejo. Mi madre es política.― le di la información que quería. Mis padres no tenía un alto rango en el Consejo, pero sí tenían mucho dinero, incluso más que algunos miembros del consejo. La política de mi madre solía funcionar y mi padre era merecedor de lealtad de muchos del consejo. El salvaje sabía cómo asustarme, y yo no quería hacerle enojar más por miedo a represalias. Acoté sus órdenes para que no me hiciera más daño, como había prometido que pasaría si me portaba bien.

Luego de que aplicara más presión sobre mi cuello ya no podía hablar muy bien, no podía responder a las preguntas que él ahora me hacía. Estaba en problemas, había dado justo en el blanco para hacerlo enojar más. Cerré con fuerza mis ojos y él hizo lo que se le dio la gana. Me llevó a mi habitación y con una facilidad inimaginable logró atarme los pies y las manos con unas prendas mías. Eran nuevas, vaya cagada esa, pero no era momento para preocuparme por mi vestimenta. Me hacía sentir una muñeca de trapo, frágil y manipulable. Quise quejarme pero no lo hice porque eso era mejor que estar acorralada contra la pared con su brazo amenazando mi cuello.

Caí sobre la cama y deseé que él se alejara pero en lugar de eso tomó lugar junto a mí. Nunca un hombre me había tocado tanto y mucho menos me había tratado de esa manera, eran cosas nuevas y que me causaban temor. Respiré un poco más tranquila mientras algunas lágrimas caían sobre mi mejilla. Que Ross las secara me había tomado por sorpresa pero aún con eso no dejaba de llorar, pero en silencio. ― Bien, no le haré preguntas que no quiera. ― le dije con calma. ¿Dónde estaba la familia cuando se la necesitaba? ¿Justo ese día tenía que hacerme la loca rebelde con ellos? Seguro la estaría pasado mejor en la fiesta. ― No soy nada de los Ross. Sé que usted es uno porque mi padre es uno de los representantes del consejo, como ya le dije. Conozco a su padre.― no estaba mintiendo. Tenía una buena memoria, recordaba muchos rostros y nombres. Conocía a los miembros del consejo -por esas fiestas y reuniones- y además a sus familias, era así de fácil de creer. Solo no sabía si eso le bastaría para dejarme tranquila. Solo quería que se marchara lo antes posible. ― Y... mi nombre es Gwendoline Monaghan.― dije sin preguntar su nombre, bastaba con saber que era Ross. Suspiré un poco y miré al techo de mi cuarto. Ya no sabía qué hacer o decir, estaba en una situación que no me aseguraba que saldría con vida.

Moví mis manos detrás de mi espalda y mis pies, las prendas estaban muy ajustadas y comenzaba a dolerme pero no iba a decir nada porque el salvaje pensaría que estaba tramando algo.

El chico Ross, junto con su hermano, se había fugado de sus casas por no querer someterse ala intervención. Eso había sido un verdadero escándalo porque se trataba de hijos de un miembro del consejo, nada más ni nada menos. Mi padre nos había hablado de eso junto con Megan y yo siempre me había preguntado cómo había sido posible que ellos se escaparan, digo... en el sentido estratégico porque por más que pensara en cómo huir no se me ocurría nada. Volví a mirar a Ross y mojé mi labio seco para hablar, dudando si hacerlo o no ya que no me había dado ese permiso. ― ¿Cómo lograron escapar usted y su hermano?― no me lo diría ni de chiste, eso debía ser un secreto bien guardado por todos los inválidos y carroñeros pero yo me moría de ganas por saberlo.
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Mensaje por Velkan Ross Dom Sep 23, 2012 8:59 pm

La joven comenzó a llorar, por suerte en silencio, no soportaba a las que gritaban ¿Con que necesidad? Eso era una sentencia de muerte segura. Me quede en silencio escuchándola. Cuando termino no sentí el placer que esperaba. Me había entrometido en una casa cualquiera, sin ningún miembro importante. Bien, todo estaba saliendo perfectamente mal ¿Había algo peor? Luego hubo un silencio incomodo. Ella tenía prohibido hablar sin autorización, mientras que yo analizaba si valía la pena seguir con esta locura. Apenas había logrado escapar, sabía que estaban buscándome y si saben de mi presencia estaría perdido. De solo pensarlo mi piel se erizaba, terminaría encerrado en una cárcel, quizás seria sentenciado a muerte o peor… Ser intervenido por la operación. Gire la cabeza para mirarla, se estaba portando realmente como esperaba. Sin gritar, ni actuar como una loca - ¿Por qué no fuiste a la fiesta del consejo? – Pregunte de la nada, mas por curiosidad que por una necesidad.

Recosté mi espalda contra el respaldo de la cama, para mayor comodidad –Y siendo un descaro- Levante los pies hasta quedar recostado en su cama, con mi rehén atada de pies a cabeza. No me resultaba raro su respuesta, todos conocían a mi padre y reconocía que su reputación estaba manchada por el mayor acto de deshonra, el escape de mi hermano y, posteriormente, mi escape. Odiaba a mis padres, seguramente seria capaz que cualquier cosa si los tuviera en frente, ese odio se lo debía a mi hermano, siempre implementando malas imágenes de ellos en mi mente.

- Gwendoline Monaghan, tu apellido es el mas popular en las elecciones, mis padres votaban por tu madre… Dicen que su política es una de las mejores después de varios años. Yo no lo creo, no tiene mucha seguridad ¿O si? – Bromeo haciendo referencia a lo fácil que fue entrar a su casa, ni hablar de mi escape. Mucha inseguridad y pocas tragedias para lamentar. Creo que es hora de un golpe al consejo, uno que sea recordado por todos. Mi postura me aburría, de un salto logre levantarme de su cama y comencé a recorrer su cuarto, invadiendo su privacidad como si nada me importara. Toque lo que me complacía sin recibir algún reclamo. Fotos, libros aburridos –Obviamente escondidos- Entre otras cosas - ¿Estas a favor del consejo? Responde de la verdad, sino ya sabes lo que sucederá…- Que mejor cosa que comprar de los futuros jóvenes en contra del consejo, la única forma de terminar con todo esto era estar del lado de la resistencia.
Solté una risa burlona. Lo siguiente que hice fue mirarla con los brazos cruzados sobre mi torso. ¿Estaba bromeando? Hacia preguntas indebidas, las cuales no tenían una respuesta ¿Me tomaba como un tonto? Si solo pensaba que iba a responder estaba completamente loca - Dame una buena razón. Muero de curiosidad niña – Le pedí de una buena manera, quizás esta sea la última palabra que escuche de mi, estar allí era mas un suicidio que otra cosa.
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Mensaje por Gwen E. Monaghan Lun Sep 24, 2012 7:14 pm

Me moví un poco para alejarme de él ya que se había puesto muy cómodo en mi cama y respiré más tranquila. Era mejor así, que se estuviera tranquilizando en lugar de estar alterado como hace unos momentos, no quería terminar con el cuello destrozado. Su pregunta de por qué no había ido a la fiesta me tomó por sorpresa. Al parecer el carroñero tenía bien estudiado los movimientos del consejo, y el de mi casa en particula. Los salvajes se movían mejor en Portland de lo que el Consejo daba a conocer. ¿Acaso la autoridad ocultaba esa clase de información? Podría ser posible, tal vez no estábamos tan seguros como ellos afirmaban. Bueno, tenía la prueba a mi derecha.

― No fui a la fiesta porque no quise. Así de simple, joven Ross.― respondí lo más corto que pude, no quería hablar demasiado. Y no pude hacer otra cosa más que sonreír muy poco a medida que hablaba, acerca de mi madre y su puesto político. Su ironía acerca de la inseguridad reflejaba lo que había pensado antes, a él pareció causarle gracia pues a mí no, era claro por mi posición. Quería defender a mi madre, decirle que ella no le correspondía a esa rama y demás pero ya qué, a él no le importaba en absoluto lo que yo tuviera para decir.

Me espanté cuando se puso manera muy rápida de pie y se me detuvo el corazón de pensar que me haría algo. El joven salvaje recorrió mi cuarto y tocó mis cosas como si fueras las suyas. Lo odié por eso, esas cosas eran solo mías y no quería que él, un salvaje, le pusiera las manos encima. ¡Debía de tener quién sabe qué virus en sus manos de salvaje! Sin lugar a dudas tendría que limpiar eso después. Si es que salía con vida, por supuesto. Gwen, piensa en positivo.

― ¿Por qué esa pregunta?― titubeé un poco con mucha inseguridad. Estaba obvio, muy obvio, que tenía que decir que estaba en contra, porque él lo estaba. Si decía que estaba a favor me mataría, ¿no? Estaba más que calado. Pero podría ser una pregunta muy rebuscada. Si le decía que detestaba a los del consejo él podría creer que estaba mintiendo, porque bien sabía ya que mis padres eran parte de él, de cierta manera. Qué embrollo me hacía a veces, lo mejor era la verdad. ― Ya le dije que no quise ir a esa fiesta. Eso debe darle un poco de información.― mi inseguridad al hablar seguía siendo notoria. Malditos nervios. Pero con él allí era más que obvio que tuviera miedo.

Cerré mis ojos y me alegré de las lágrimas poco a poco dejaran de salir, me estaba tranquilizando pero aún me temblaban las manos detrás de mi espalda y los pies pedían un respiro. Pensé en qué responder otra vez. Que él se estuviera "divirtiendo" en esos momentos o siendo burlón me abrumaba mucho, me dejaría un trauma grave. Abrí mis ojos otra vez y volví a verlo, allí parado frente a mi gran espejo. Verlo doble era peor aún, mucho peor. ― Bueno yo... También muero de curiosidad como usted de saber cómo huyeron. He ido a la frontera, he observado mucho y por más de que busco la forma de escapar no la encuentro. El sistema de vigilancia parecer ser impenetrable pero veo que no es así. Usted está aquí y estoy segura de que nadie lo sabe.― mi voz se volvió más normal, recuperaba mi típico tono suave y firme pero hablaba muy rápido por los nervios. ― Me duelen mucho las manos y los pies.― estaba pidiendo de que me soltara un poco, no era tan fuerte ni menos tonta como para tratar de escapar. Me moví en mi cama para sentarme pero ver su rostro duro para nada amigable hizo que me tirara otra vez en la cama. ― El Consejo ASD no me agrada demasiado. No lo digo porque no está permitido, y la intervención me aterra.― confesé sin más. ¿Qué podría hacerme con eso? Me mataría de todas formas, podría asegurar que no estaba en sus planes dejarme con vida.

Caí en la realidad de que Ross me mataría como quisiera y cuando quisiera -antes de que volvieran mis padres- y yo estaba diciendo las últimas palabras de mi vida. Sentí un nudo en la garganta, y el temblor de mis manos y pies continuó. Las lágrimas volvieron a salir por la angustia de mis pensamientos, debía encontrar la forma de sobrevivir, eso me pedía mi mente una y otra vez como cualquier humano que reacciona correctamente a sus instintos de supervivencia. ― Yo podría hacerle una buena oferta.― le hablé de repente sin estar segura de lo que decía pero fue lo primero que atiné a decir para, al menos, atrasar mi muerte. ― Tengo muy buenos ahorros y usted no tendría más que hacer que ayudarme a escapar.― debía de estar loca, muy loca para tratar de negociar con un salvaje. Pero podía elegir morir. Qué bueno que siempre tenía opción.
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Mensaje por Velkan Ross Vie Sep 28, 2012 1:32 pm

- ¿Por qué no? – Insistí. Había algo en esa joven que no concordaba con los demás jóvenes. La note bastante aterrada por mi ataque, cosa que no era para asombrarse, aunque existía algo más que no encajaba en ella. ¿Miedo a la intervención? Parecía estar muy cercana, por su físico apostaría que estaba cerca de la famosa operación. Sonreí apenas. Aquella niña no se daba cuenta que disfrutaba de los últimos instantes con sentimientos, de ser una curada estaría de lo mas neutra, ni siquiera una lagrima hubiera derramado mucho menos estaría intentando negociar conmigo ¿Quería comprarme? Ja! Mi precio era bastante elevado, muy fuerza de su alcance. Nuevamente la mira con algo de desprecio, debía admitir que tenía más coraje de lo que aparentaba, dentro de todo era una niña fuerte de mente. Solté un suspiro al tiempo que menaba la cabeza, la conversación se estaba volviendo muy aburrida, además de estar fuera de lugar ¿Cómo se atreve a preguntar? El único que podía preguntar y obtener respuestas en esa habitación era yo - Creo que no comprendes tu situación – Dije rodando mis ojos ¿Estaba bromeando? No era un momento para hacerlo, cualquier carroñero estaría ejerciendo su superioridad por medio de la agresión física, esta niña debía estar agradecida de que mi paciencia fuera la necesaria para no matarla, solo esperaba que no supere el limite, esa noche no quería ensuciarme las manos con una vida insignificante - Existen límites niña, no te atrevas a cruzarlos ¿Si? – Me desconocía en ese estado tan sumiso ¿Qué me sucedía? La desilusión de entrar a una casa de familia poco importante me había golpeado realmente.

- Quiero que lo digas-Ordene fríamente. Otra que estaba en contra de la intervención, por ende del consejo, tal y como pensé. ¿Podría llevarla a mi bando? Sería complicado, además de peligroso, esa noche de mi huida casi me atrapan. Otra idea mas llamativa surco mi mente ¿Y si era mi infiltrada? Realmente necesitaba un infiltrado, no había un mejor ataque que desde adentro, siempre lo pensé y nadie cambiara mi ideología estratégica. Siempre todo a lo bruto, con encuentros, guerras ¿Para qué? Si podías destruir sin ser visto, muy lentamente, era lo más letal - Que observadora pero dime ¿Por qué tanto interés? La curiosidad no llega hasta esos límites, hay algo más que te lleva a querer saber – Le dije mirándola fijamente. ¿Intentaba escapar? ¿Ella sola? Por favor, ni siquiera el mismo consejo era tan descuidado como para dejar que cualquiera se escapara cuando pudiera. Me puse en cuclillas para estar a la altura de su rostro tan juvenil, lleno de vida y esperanza. Tana diferente al mío, que expresaba lo contrario, siempre serio - Agradece que solo te duelen las manos y los pies. Si fuera otro seguramente estaría destruyendo tu bello cuarto, invadiendo tu ser sin ningún pudor ¿Lo pensaste? –Hable casi perdiendo el control. No iba a soltarla, lamentablemente para ella ¿Cómo hacerlo? Podía escaparse y todo seria para peor.

Sonreí cuando lo dijo, no llego a admitirlo al 100% pero al menos logre algo. Definitivamente debía dominar esa mente débil por las reglas del consejo, siempre obligada, jamás aceptaban su opinión. En otras palabras, no conocía un mundo donde pudiera dominar sus acciones y pensamientos, creció con un sector que la subordinaba constantemente. Ofrecer libertad seria una oferta tentadora, algo que el consejo jamás dejaría de controlar - Siempre sigues las reglas ¿No es así? Claro, aquí todos son esclavos del consejo contra su voluntad pero tranquila debes estar muy cerca de tu intervención. Llegaras a amar las reglas y te convertirás en una vocera de las idioteces que implementan. Qué lindo futuro te espera – Me burle descaradamente - Aunque claro, al buscar una salida indica que no deseas un futuro así ¿Me equivoco? –

Nuevamente sus ojos se llenaron de lágrimas. Rodé los míos y suspiro. Todas eran iguales, solo sabían llorar y no enfrentar sus problemas, simplemente no luchaban por lo que querían. Preste atención a lo que tenia para decir, parecía ser importante cuando en realidad solo quería jugar con el momento. Solté una risa sonora cuando termino de hablar ¿Habla enserio? Que coraje tenia, nadie se había atrevido a negociar con un asesino - ¿Qué te hace pensar que necesito los ahorros de una pobre niña para tu? Puedo conseguirlo sin dar nada a cambio. Intenta con otra cosa – Cruce mis brazos sonriendo de lado - Soy tu única salida. Tienes 5 minutos para hablar, de lo contrario jamás volveras a verme. Adios libertad segurada –
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Mensaje por Gwen E. Monaghan Lun Oct 01, 2012 2:22 am

― Porque no quise ir.― respondí luego de tomar un poco de aire.― No me agradan ya esas clases de fiestas, no desde que empecé a ver los significados que ellos le daban― eran fiestas para celebrar años sin deliria, festejaban aniversarios de cacerías de grandes salvajes de la historia y demás días festivos que me parecían algo crueles. ¿Cómo podían ser capaces de festejar muerte? Resultaba completamente absurdo. ― Soy solo un adorno en esas fiestas.― dije con sinceridad, me importaba un comino lo que pensara el sujeto.

Sus advertencias me asustaban un poco, su mirada era tan seria y fría que sentía que era capaz de matarme con ella. Solo le faltaba que sus ojos fueran rojos. Tragué saliva y pensé en relajarme y no hacer más preguntas estúpidas que pudieran alterarlo, tenía que salir con vida de ese encuentro desafortunado por más de no tuviera razones verdaderamente fuertes para seguir en este mundo. Ya qué, podía morir o vivir sin amor, daba igual. ― Lo siento si soy mal educada.― ¡carajo! ¿por qué tenía que ser educada con ese salvaje que estaba siendo lo más inadecuado, desubicado, idiota y violento conmigo? No había caso, mi madre me tenía bien recta y educada para cualquier clase de situaciones y lugares, era desatinado pensar que podría estar pensando en "clase" en momentos desagradables como el que estaba pasando.

Quería que dijera sí o sí que estaba en contra del consejo. ¿Y ahora qué? ¿Qué era lo correcto hacer? Mi mente trabajaba lo más rápido que podía, miles de cosas, posibilidades y palabras se cruzaban por ella para ser pensadas o dichas. Ninguna era lo suficientemente buena, a decir verdad. Titubeé un momentos observando a los ojos del carroñero y tratando de leer algo en ellos. Nada. ― Los pies y las manos están tan apretadas no me dejan pensar.― jamás, jamás en mi vida había dicho algo tan realmente estúpido. Ah, pero sí me dolían. Mier**...-no, esa palabra no podía ni pensarla, no era adecuada para mi-. ¡Idiota de carroñero que no quería soltarme un poco! Ni que me creyera tan fuerte como para escaparme. Lo máximo a donde llegaría sería al suelo, ahí en mi habitación. Pero sus palabras me pusieron pálida de miedo porque era cierto lo que decía, a diferencia de otros carroñero él estaba siendo bastante considerado. Dios, era increíble de lo que me podía estar salvando. ― Está bien. Los del consejo no me agradan en absoluto. Estoy en contra de las intervenciones pero no me queda opción, joven Ross. No soy tan inteligente ni fuerte como usted y su hermano mayor como para huir. Ya lo ve.― al grano todo, ya estaba lo que él quería escuchar. De todos modos si me mataba poco mi importaba que luego todo el mundo se enterara de mis pensamientos, de nada valía. Y, seamos sinceros, a esa altura con el carroñero ya estaba más enterrada viva que saltando en un pata fuera de allí. Suspiré y traté de relajarme para dejar de tartamudear un poco porque sino quedaba más tonta.

Sus burlas eran ciertas en parte. El consejo hacía lo que quería muchas veces, hasta me hacía pensar que estaban por encima de la ley del propio gobierno de los Estados Unidos. ¿Era posible? ¿Era legal? No y no. Yo no quería una vida como la que decía el carroñero, yo quería vivir diferente, no quería morir como Demian ni quería perder la gracia como Megan. Sentí un nudo en la gargana y empecé a llorar otra vez porque me sentí realmente sola, peor que en otros momentos. Guardé silencio unos instantes mientras lloraba y trataba de controlarme porque si seguía eso le podría fastidiar a Ross.

― Aquí no tengo muchos ahorros pero en el banco sí. Sé muy bien que el dinero resulta más que útil para ustedes los salvajes.― no, Gwen, estás haciendo las cosas mal. El maldito carroñero no quería el dinero del mundo, podría ganar dinero fácil como quisiera. Era mejor tirar para otro lado. ― Veo que el dinero poco le importa. Dígame, ¿qué le hace falta? Yo podría ayudarlo con ciertas cosas, siempre y cuando me... ― ¿"prometer" era la palabras adecuada? Ni más, no se me ocurría otra. ― prometa que me ayudará a salir de aquí.― terminé con los ojos con lágrimas otra vez pero más calmada. No se me ocurría otra cosa que ofrecer, yo no tenía nada interesante para dar, nada para que me dejara con vida, nada. El dinero no bastaba a veces. ― Sería capaz de ayudar en algo a un carroñero si de eso depende mi libertad, usted diga.― tragué saliva y me senté en mi cama lentamente, con las manos y pies bien atados que apenas ya podía sentir mis dedos por la poca circulación de la sangre en mis extremidades.
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Carroñero {Velkan} Incurados

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Mensaje por Velkan Ross Jue Oct 04, 2012 1:41 pm

- Eres un simple adorno para los del consejo, no solo en las fiestas – La corregí de inmediato. Muy pocos lo veían, algunos ni siquiera tuvieron la decencia de darse cuenta del error que cometían al unirse a las fuerzas del consejo. Ciegos e indefensos, sus ideas eran silenciadas, jamás debían cuestionar a las autoridades mucho menos estar en su contra. Aquella chica me sorprendía cada vez mas, nunca me habían tratado como un ser humano cordial, para los ojos de cualquiera era una bestia asesina sin corazón mucho menos piedad. No la comprendía, estaba siendo amable con quien podía destruirla si quisiera. Estos incurados son un caso especial Pensé al tiempo que gire mis ojos dando caso omiso a su disculpa. No estaba para disculpar, era una pérdida de tiempo, un tiempo que había superado el que tenía pensado. Su buen trato comenzaba a torturarme, ahora estaba viendo en lo que me había convertido por una pérdida importante en mi vida. Meneo la cabeza rápidamente, no era tiempo para estar recordando malos momentos, no en una situación tan arriesgada.

- No perdere más mi tiempo… - Pronuncie casi de la nada. Comencé a abrir los cajones de su mesa de luz, al lado de su cama en busca de un arma, sabía que tenía que defenderse de alguna manera. Bingo Pensé cuando encontré una elegante navaja. La toma dejando a la vista la brillante hoja con un filo extraordinario, parecía recién fabricada. La moví de un lado a otro, examinándola. Realmente un lindo ejemplar. Acto seguido tome con firmeza el hombro de la rubia, quien tenía una cara de susto terrible. Rodé los ojos, si no la había matado antes, no lo haría ahora, a menos que hiciera algo estúpido - Gira tu cuerpo antes de que me arrepienta de esto – Ella obedeció, con cierto miedo. Una vez que las vendas que la sujetaban quedaron a la vista, solo tuve que cortarlas, aplicando fuerza. No resulto tan complicado, el filo de la navaja había sido de gran ayuda. Primero libere sus manos, y termine por sus pies. Al retirar las vendas pude notar una perfecta franja roja, imitando la posición de la venda. Realmente me había abusado - No es tan grave, se te pasara – Dije rápidamente. Unas disculpas hubieran quedado mejor pero no estaba en mi vocabulario, lo había perdido con el tiempo.

¿Ayudarla a salir? Eso era una locura. Casi me atrapan cuando escape, y en esta ocasión las cosas no serian similares, sino mucho peor. No pude reprimir una risa, realmente necesitaba lecciones de negocios. Por otro lado no era tan mala idea, salvarla y tener a alguien más de mi bando - Es una locura lo que pides – Hable rápidamente - Y no existe precio que valga a tan elevado riesgo. Por otro lado el dinero no tiene finalidad en mis tierras, y te seré sincero, es más sencillo robar a cambiar bienes por dinero – Se notaba que no tenía idea del significado de vivir en tierra salvaje. Dos grupos con motivos diferentes convivían en guerra civil –Por llamarlas de alguna manera- Se escapaba de una prisión para entrar en otra - Esta bien, te ayudare a escapar pero debes llevar todo lo que te pida ¿De acuerdo? Sera tu forma de pagarme. Y que no se te ocurra engañarme, soy muy desconfiado, a la primera sospecha se termina tu insignificante vida – Amenace con dureza. La única forma de asegurar su lealtad en el escape era causando miedo. El miedo era la peor enfermedad, dominaba a las personas con facilidad - Vas a ocultar sus pertenencias en bolsas, no la vas a ocultar en tu casa sería muy sospechoso. Iras al puerto donde ocultaras las bolsas, existe un barco que jamás lo usan, ese será tu escondite. Además de eso deberías traer cualquier objeto de metal, adornos, marcos, joyas, cubiertos lo que sea, también vas a ocultarlo en el puerto – Tome una pequeña pausa antes de continuar, debía pensar muy bien mis movimientos, debía ser más cauteloso esta vez – Pasare por tus cosas a diario, no te alarmes si las bolsas no están. Partiremos de Portland los primeros días del mes entrante, no ahora, sería algo muy arriesgado –

Al termino de hablar dirigí mi caminata hacia la entrada, ya era hora de una partida - No le digas a nadie sobre esto. No confíes en nadie, la desconfianza será tu mejor arma cuando estés en tierra salvaje – Di una última mirada a la joven, todavía no podía creer lo que estaba haciendo por una completa desconocida - Tomare tu navaja como pago adelantado. Recuerda, sus movimientos deben ser cautelosos, no existe margen de error de lo contrario estarás perdida – Una rápida amenaza antes de perderme por la oscuridad del pasillo.
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Mensaje por Gwen E. Monaghan Sáb Oct 06, 2012 9:26 pm

Eres un simple adorno para los del consejo, no solo en las fiestas. ¡Auch! Eso ya lo sabía bien pero quedaba menos cruel si lo decía yo y no el carroñero. Me sentí mal en cierta forma porque sabía que Ross tenía razón, completa razón que dolía reconocerlo también. Al consejo solo el interesaba su política, una política un poco narcisista la cual no me agradaba en absoluto. Mi madre siempre hablaba de su política y la del consejo, que no podía haber algo mejor, etcétera etcétera, pero a mi no me resultaba de esa forma. Pero mejor callar, sino habían problemas.

El carroñero estaba algo impaciente, podía sentir bien su respiración un tanto frustrada tal vez, como si no supiera qué hacer. Eso no me agradaba, porque ahora de él dependía mi vida y eso me asustaba peor. No recordaba haber estado así antes, tan espantada. Yo parecía una niña indefensa y débil, y lo era no iba a negarlo, pero en esos momentos me sentí fuerte porque mi lágrimas dejaban de salir de a poco.

¡No, no, no! ¡Qué atrevimiento! ¡Cómo osaba andar metiendo mano en mis cosas otra vez! Encima mi cajón donde tenía mi... Ya era tarde, la había encontrado y los ojos se me abrieron como plato a ver que la tomaba con facilidad como si fuera suya y luego se acercaba a mi. ¿Iba a morir a apuñaladas? ¿Con mi propia daga? Era cómico pero yo no me estaba riendo para nada. Carajo, las lágrimas volvieron a salir y mi cuerpo se paralizó por completo. No sabía qué tenía pensado el carroñero pero no quería desobedecerlo, me asustaba mucho tenerlo cerca encima con un arma de ese tipo. Creí que iba a apuñalarme por la espalda cuando me pidió que volteara pero lo único que hizo fue liberarme de mis amarres. ¡Mis prendas nuevas! Odiaba este día, lo odiaba. Pero tenía cosas más importantes en qué pensar. Sentí un gran alivio y miré mis pies y manos algo irritados por la fuerza de las prendas que me sujetaban. Sobé mis muñecas lentamente y me senté sobre la cama para observarlo después. ― Muchas gracias.― ¿yo disculpándome? Cuando era estúpida lo era demasiado, pero estaba más que claro que mis modales siempre me superaban.

Al principio, cuando empezó a hablar, pensé que se marcharía simplemente sin decir nada más luego de soltarme, pero luego accedió a ayudarme a huir. Aunque claro que eso tendría un alto precio, así eran los carroñeros. Tragué saliva con su amenaza y asentí con la cabeza sin pronunciar palabra, no quería hacerlo porque no hacía falta, él podía leer mi mirada asustada con facilidad. Anoté en mi cabeza cada cosa que decía, mientras asentía una y otra vez. Acomodé un poco mi cabello rubio y abracé mis piernas, pensando en el puerto viejo... Ya había estado antes allá, sería fácil dar con ese bote que Ross mencionaba. Ahora el asunto era robar esas cosas de mi propia casa para hacer lo que me pedía. ¿Si se daba cuenta Megan o mis padres? Sospecharían y sería mi fin. Pero no, yo tenía dinero, bastaría con comprar cosas nuevas y listo y sacar de mi casa las cosas que me eran imposibles de comprar, como por ejemplo algunas joyas. Megan tenía algunas que no usaba, no le molestaría ni se daría cuenta, esas joya sumaban mucho junto con las mías y las de mi madre que las usaba más pero alguna les quitaría. Qué va, no me quedaban más opciones. Yo quería escapar, amaba a mi familia sí, pero no estaba dispuesta a esa vida.

¿Por qué me daba esa clase de consejos? ¡Todo eso ya lo sabía y me aterraba más cuando lo mencionaba! No podía creer que estaba haciendo aquello, era tan.. rebelde, tan arriesgado, tan peligroso para mi vida. Pero ey, había sobrevivido al carroñero Ross, podría sobrevivir a más cosas. ¿Cómo sobrevivir en tierra salvaje? Ya qué, tendría que buscar la forma de adaptarme pero ya sabía que eso me costaría muchísimo. ― Mi navaja no...― quise ponerme de pie en mi protesta pero me quedé en mi cama, yo no estaba en posición de hacer nada ante él, era obvio que con un solo golpe suyo me dejaría muerta en el suelo. ― Olvídelo.― dije en voz baja y lo vi marcharse de mi habitación, rumbo a la salida. ¡Esa era mi navaja! ¿No le enseñaban modales? No importaba, iba a recuperarla.

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